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Enfermedades crónicas: la importancia del entorno

Fabián Duarte, Manuel Inostroza y María Luisa Marinho
Por : Fabián Duarte, Manuel Inostroza y María Luisa Marinho Facultad Economía y Negocios Universidad de Chile y Espacio Público, , Instituto Salud Pública Universidad Andrés Bello y Espacio Público
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La Organización Mundial de la Salud ha declarado que el mundo está frente a una pandemia de las enfermedades crónicas. Dicha organización afirma que estas enfermedades son responsables de 16 millones de muertes anuales prematuras a nivel mundial, es decir, muertes antes de los 70 años.

En Chile son responsables del 84% de nuestra carga de enfermedad; más de la mitad de las muertes registradas anualmente son causadas por cánceres, enfermedades cardiovasculares, diabetes y enfermedades respiratorias crónicas. La probabilidad de fallecer entre los 30 y 70 años por el padecimiento de una estas patologías es de un 12%. Además explican en gran medida los incrementos de costos a los que en la actualidad se ven presionados tanto nuestro sistema público como privado de salud.

El desarrollo de condiciones de salud tales como la diabetes, la hipertensión y el riesgo cardiovascular está asociado a factores de riesgo estrechamente relacionados a nuestros estilos de vida. Son cuatro los más comunes: consumo de tabaco, dieta no saludable, inactividad física y consumo nocivo de alcohol. En Chile, el 40% de la población adulta es fumadora, un 80% es sedentaria, más de un 50% consume altos niveles de azúcar.

Por otro lado, en términos de estilo de vida saludable, apenas un 15% consume 5 o más porciones de frutas y verduras al día, menos de un 5% consume niveles bajos de sal y solamente un 20% hace ejercicios al menos 3 veces por semana.

Todos estos indicadores, a excepción del consumo de tabaco, empeoran a medida que el nivel socioeconómico de las personas disminuye, lo que se refleja en el hecho de que las enfermedades crónicas son más comunes en los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.

Ahora bien, las enfermedades crónicas son en gran medida prevenibles si se logran cambiar los estilos de vida. Esto no es noticia para nadie. Todos sabemos que nuestros hábitos pueden tener efectos positivos o negativos en nuestra salud. El tema es: ¿qué debemos hacer para modificar aquellos comportamientos que dañan nuestra salud?

[cita tipo= «destaque»]En la medida en que comprendamos que los hábitos de vida no dependen solamente de la voluntad de las personas o de su educación y actuemos de acuerdo a ello, la incidencia de los factores de riesgo disminuirá y, como consecuencia, también lo harán las enfermedades crónicas.[/cita]

De acuerdo a lo discutido en el foro organizado por Espacio Público, “Enfermedades no transmisibles: en qué estamos y hacia dónde vamos”, prevenir la aparición de las enfermedades crónicas se trata de una compleja y crecientemente urgente tarea, siendo el principal flanco de acción los hábitos de las personas.

Distintos expertos en salud pública y epidemiología argumentaron sobre la multidimensionalidad de los estilos de vida; estos no solo dependen de la educación que reciben las personas, sino también están influenciados por factores socioculturales, económicos y políticos.

Si bien todos concuerdan en que es muy importante educar a las personas en relación con qué es una alimentación sana, por ejemplo, y los efectos que esto tendría en su salud, también hay consenso en que con ello no basta. De poco sirve enseñarle a una persona que debe consumir 5 porciones de frutas y verduras al día si no tiene el poder adquisitivo necesario para ese consumo, hay muy poca o nula oferta en su barrio y ninguno de sus pares tiene ese tipo de alimentación. Se debe asegurar un entorno en el que las personas efectivamente puedan elegir un estilo de vida sano.

También se argumentó sobre la importancia de transformar los centros de atención primaria de la salud en espacios más atractivos y cercanos a la población, constituyéndolos así en lugares en los cuales se pueda acudir en búsqueda de consejos y conocimientos prácticos respecto a la prevención, tratamiento y control de las enfermedades crónicas.

En otras palabras, junto con educar respecto a cuáles son los estilos de vida saludables, se debe intervenir el entorno, reforzar y asegurar espacios seguros y adecuados para realizar ejercicios, garantizar una oferta de alimentos saludables y asequible, comunicar de mejor manera los beneficios de un estilo de vida saludable, tener un sistema de transporte público amigable y políticas laborales que aseguren tener un trabajo decente y bien remunerado, de tal manera que las personas logren superar los distintos obstáculos con que se topan para llevar una vida sana.

Y para esto, necesitamos que la preocupación por el estilo de vida de las personas esté presente en todas las políticas públicas, no solo en aquellas que conciernen al Ministerio de Salud. En la medida en que comprendamos que los hábitos de vida no dependen solamente de la voluntad de las personas o de su educación y actuemos de acuerdo a ello, la incidencia de los factores de riesgo disminuirá y, como consecuencia, también lo harán las enfermedades crónicas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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