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La lucha desatada en la izquierda

Fernando Thauby
Por : Fernando Thauby Capitán de Navío en retiro
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La verdad, la izquierda como grupo ha demostrado ser incompetente para ejercer el gobierno. Solo lo puede hacerlo cuando cuenta con una oposición que permite que la gente razonable pueda prevalecer por sobre las “almas bellas” incapaces de razonar con realismo. Es por eso que el sistema binominal les permitió hacer gobiernos razonables.


El derrumbe del sistema soviético punteado por el dramático fin del Muro de Berlín y el desbande del Pacto de Varsovia dejó huérfano al comunismo global y probó que los socialismos reales habían fracasado. El colapso de Alemania Oriental, -el ejemplo del “éxito” del sistema- fue también signo de su muerte.

Lula, con el Foro de Sao Paulo como eje, trató de revivir una propuesta edulcorada para el consumo latinoamericano. Su hundimiento hizo evidente la incompetencia y la profunda corrupción en que cayeron los gobiernos sudamericanos de izquierda que materializaron o se unieron a este proyecto.

En un solo movimiento crearon el Estado arruinado y el Estado mafioso.

Chávez logró lo imposible, arruinó a Venezuela, un país riquísimo; Lula y Dilma que comenzaron con una sucesión de “milagros” económicos y sociales terminaron quebrando a Brasil y en Argentina, Néstor y Cristina dilapidaron la riqueza del período de las materias primas a altos precios aplicando políticas absurdas y facinerosas.

Sobreviven el extravagante Evo Morales de Bolivia agarrándose desesperadamente al poder y Correa de Ecuador que ya anunció su pase a retiro.

La izquierda chilena, al mando de un país que venía creciendo como nunca antes en su historia, no pudo sustraerse a este momento revolucionario y Bachelet inauguró un gobierno refundacional para lograr su inclusión en el lote, justo cuando este se derrumbaba.

¿Qué le pasó a la “izquierda renovada” que pudo ser doblegada por Bachelet a la cabeza de un lote de iluminados con un chavismo tardío y aguado?.

La izquierda chilena como todas las izquierdas se debate en una lucha entre “las almas bellas” de los absolutos (avanzar sin tranzar) y los “socialdemócratas” que descienden al feo mundo de la realidad y la negociación política democrática (tranzar para avanzar).

Las almas bellas no se contentan con menos que la perfección y el absoluto. En política exigen no transar; si la opinión pública no concuerda con sus postulados, es el pueblo el que está equivocado. Si hay que avanzar imponiendo algo menos que “todo” eso es transar, y transar es traicionar.

En todo lugar y tiempo, entre las almas bellas se oculta también la ambición de poder, muy legítima por lo demás, que lo que en realidad pretende es una “rotación de elites”, es decir reemplazar al grupo hegemónico del partido o sector político. La pugna entre los “autoflagelantes” y “autocomplacientes” es una clara muestra de ella.

Hasta las últimas elecciones las almas bellas de la Concertación -desde sus jugosos cargos públicos y subvenciones diversas- pudieron representar su papel en el éter, siempre cómodo, de la crítica y la teoría.

En la debacle pos derrota de la Concertación de Bachelet 1, se culpó del fracaso a la falta de verdadera revolución y al exceso de socialdemocracia. No era entendible que dejaran de ejercer el poder. El gobierno “pertenece” a la izquierda.

En el fondo, la izquierda ex – marxista chilena lleva en su ADN ideológico la negación del fundamento de la democracia representativa: la rotación en el poder. La participación en un juego que ven como una sucia comedia no solo significa una contradicción con sus propios principios, sino una claudicación -salvo que sean ellos quienes estén a cargo-. La rotación de los diferentes sectores políticos en el ejercicio del gobierno no solo es inmoral, es inaceptable.

Bachelet 2 fue una sorprendente conjunción de astros, una ex mandataria que gobernó como socialdemocráta/entreguista, se convirtió a la verdadera fe de la “autoflagelancia”, se situó a la cabeza de las almas bellas y llegó al gobierno con una retroexcavadora institucional y una aplanadora, la mayoría en ambas cámaras legislativas, .

Para gobernar decentemente debería haber abandonado el maximalismo y explicar a sus partidarios el carácter estrictamente terrenal de la política. Tendrían que haber abjurado de una parte, más o menos grande de sus principios, con el riesgo inevitable de decepcionar a la parte más fervorosa y virginal de su feligresía. Pero el gobierno fue “consecuente” e impuso su “programa” por las buenas y por las malas y así, en medio de la pureza ideológica, se apresta a entregar un país políticamente paralizado, económicamente debilitado y profundamente dividido. La corrupción mediante el uso y abuso de la administración pública alcanzó niveles escandalosos y la explotación del estado mediante el cuoteo y la asignación de servicios completos a cada partido, se instaló como la contrapartida de la pureza ideológica.

Y así llegamos al día de hoy.

Los autoflagelantes, los puros, las almas bellas, los que quieren desplazar a las directivas actuales y apoderarse de sus cargos y del poder, esgrimen, como lo señala Genaro Arriagada, un diagnóstico demoledor: “Es cierto que los conservadores crecen, pero no hay que caer en la receta simple de “escuchar al pueblo”, pues aunque es verdad que el centro nos abandona, que en las elecciones el país gira a la derecha, la solución es ir a buscar a los que no votan, a “los indignados”, a los que odian a la democracia representativa y los cambios graduales. Para ello hay que abandonar las estructuras partidarias y crear un “movimiento” marcado no por los militantes, sino por la sociedad civil, las ONGs radicalizadas”.

Por el momento, en la despiadada lucha interna, bajan a la suciedad de la política real y se precipitan sobre los restos de los líderes tradicionales. Destrozan a Lagos con un dictum irremontable: “ … Si, al final del primer Gobierno transformador desde 1990, la Nueva Mayoría elige como su candidato a uno que representa precisamente a la izquierda que entendió que, para ser de izquierda, había que renunciar a todo lo que definía a la izquierda, y solo quedará por verse si lo haremos a la manera inglesa o tendrá que ser a la española”.

Los aspirantes a desbancar a la izquierda Concertacionista plantean que lo necesario “es la continuación y profundización de los cambios iniciados durante este Gobierno”, es poner el foco en las cuestiones política, no en “hacer cosas”.

El que la ciudadanía “quiera que se hagan cosas” es completamente irrelevante. El proyecto político es lo importante: el “programa” onírico de Güell, Peñailillo, Arenas y Bachelet. Otras “cosas” como las ganas de la ciudadanía de repetir su viaje familiar a Punta Cana, cambiar su refrigerador por uno mas grande, comprar una casa con un dormitorio mas o recibir mejor atención en el hospital, es irrelevante, burgués. Obviamente este tipo de juicios es mucho mas fácil de hacer cuando el que los hace tiene un buen cargo universitario y entre su esposa y él, juntan una renta mensual quince veces mayor que la de un trabajador común y corriente.

Este tipo de lógicas es antigua en Chile, lo nuevo es que los chilenos ya entendieron como funciona el poder político y les perdieron el temor y el respeto a sus personeros.

Mientras los izquierdistas sensatos – descalificados como socialdemócratas- se defienden luchando entre la espada y la pared y esgrimen argumentos realistas que contienen su experiencia de gobierno, otros tratan de vestirse de indignados, aunque no tengan por que estarlo.

La verdad, la izquierda como grupo ha demostrado ser incompetente para ejercer el gobierno. Solo lo puede hacerlo cuando cuenta con una oposición que permite que la gente razonable pueda prevalecer por sobre las “almas bellas” incapaces de razonar con realismo. Es por eso que el sistema binominal les permitió hacer gobiernos razonables.

Veremos quien gana en esta vuelta. Si volveremos a ver al Allendismo revolucionario o veremos a otros Lagos socialdemócratas.

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