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Migrantes en Chile: La oportunidad que nos estamos perdiendo

David Guerra Suárez
Por : David Guerra Suárez Trabajador Social
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El aumento de la población migrante en Chile ha hecho plantearse nuevos desafíos tanto en lo político como en lo social. A su vez, es posible visualizar que los estudios realizados en la materia no siempre proporcionan la información pertinente para realizar las coordinaciones necesarias entre servicios públicos, sociedad civil y la población migrante, siendo esta última la que en muchas ocasiones ven vulnerados sus derechos por desconocimiento de la normativa actual.

Lo cierto es que según el Departamento de Extranjería y Migración, se estima que alrededor del 2,8% del total de la población residente en el país es extranjera. De ellos el 37,1% corresponde a la población peruana (177.178 personas), la mayor parte de ellos mujeres, jóvenes y en edad de trabajar, características propias de la migración post- dictadura.

Por tanto, se hace necesario informar, sensibilizar y proporcionar herramientas y técnicas para abordar dicho fenómeno desde lo público y desde la sociedad civil, considerando el creciente ascenso de dicha población en Chile, siendo además nuestro país el que concentra la mayor cantidad de población migrante en América Latina por su estabilidad política y económica.

Sin embargo, hoy la realidad ha cambiado, actualmente los migrantes vienen a cubrir los puestos de trabajo que los chilenos no quieren tomar y son estos mismos migrantes quienes ven a Chile como una oportunidad económica que sus países de origen no pueden entregarle.

Existen muchos mitos sobre que los migrantes, el que más se escucha en las calles, es que vienen a quitar el trabajo a los chilenos, lo cierto es que no existe ningún estudio serio que afirme la existencia un sector productivo donde la mano de obra extranjera reemplace a la chilena.

Muchas veces el mito también relaciona a población migrante con delincuencia y prostitución, paradójicamente potenciado por medios de información desinformados y conservadores, donde los niveles de intolerancia, son potenciados por componentes racistas y xenófobos, al punto de inventar cifras, lo claro es que la población penal migrante al año 2015 no supera el 2,4% de la población penal total, según cifras de gendarmería.

[cita tipo= «destaque»]¿Cuál es el problema?, el problema yace desde diferentes aristas, la primera es que los chilenos le tememos a lo desconocido, le tememos a quien no piensa igual que nosotros, le tememos a quien tiene un color de piel más oscuro que el nuestro y habla con un acento distinto al nuestro…[/cita]

Entonces ¿Cuál es el problema?, el problema yace desde diferentes aristas, la primera es que los chilenos le tememos a lo desconocido, le tememos a quien no piensa igual que nosotros, le tememos a quien tiene un color de piel más oscuro que el nuestro y habla con un acento distinto al nuestro, eso nos hace rechazarlo, negarlo y excluirlo de nuestra sociedad, es cierto, nos encanta la comida peruana, nos fascina que nos cocine y nos atienda un peruano en un restaurant del centro, nos encanta tener como anfitrión de pub o discoteca a una persona de nacionalidad colombiana, por su alegría y sazón con los ritmos caribeños, sin embargo, no queremos a esa comunidad peruana o colombiana avecindada en nuestro barrio, ni mucho menos que se relacione con nuestros cercanos.

La segunda arista del problema hace relación a la política pública de migración, donde claramente el problema acá no es el fenómeno en sí, sino que la política pública que la sustenta, la que data de hace más de 40 años, creada con un enfoque de seguridad interna y donde claramente el fenómeno era algo que se podía ser totalmente evitable, hasta la actualidad es muy recurrente la perniciosa frase «Chile para los chilenos», sin una duda una secuela vigente de la dictadura.

El programa de la Presidenta Bachelet para el 2014- 2018, contempla un cambio estructural a la abandonada política migratoria, prometiendo cambios de forma y fondo basado un nuevo trato hacia los migrantes, con fuerte un enfoque de derechos y construida de forma participativa por los sectores involucrados, sin embargo, y por motivos de agenda y presupuesto que a mi parecer no son para nada justificables, se ha tenido que postergar hasta una fecha que para todos es un real misterio, lo que deja en evidencia que no existe voluntad política para legislar sobre el tema.

Esa poca voluntad política para legislar responde a un alto grado de desinformación sobre la tremenda oportunidad que nos estamos perdiendo. La población migrante posee en promedio más años de estudio que la población chilena (12,6 años vs. 10,7 años) , muchos de ellos: Haitianos, Colombianos, Venezolanos, Ecuatorianos, Cubanos y Peruanos entre tantos, llegan a nuestro país con títulos profesionales universitarios y/o técnicos calificados como médicos, abogados, ingenieros, contadores y profesores, en ellos el estado de chileno invierte la alta suma de $0 en su formación como profesional, y sin embargo, las barreras que se les pone para poder ejercer y validar sus estudios son más grandes que el muro que pretende construir Trump.

Hoy en día vemos migrantes expandidos por todo el territorio nacional, y su legado cultural, social y económico es importantísimo para que las generaciones venideras puedan conocer algo distinto a la empanada, la cueca y anticucho, para que sepan que el globo terráqueo no se compone solo y únicamente de chilenos, sino que de muchas razas, colores, religiones y etnias, que hacen del mundo y de nuestro país una invaluable mezcla de culturas que con solo conocerlas curan el racismo y la xenofobia, lo cierto es que debemos tener en claro que la uniformidad nos limita social y mentalmente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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