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Reacciones frente a catástrofes

Felipe Matamala
Por : Felipe Matamala Psicólogo-Psicoanalista. Magister en Psicología Clínica Adultos de la Universidad de Chile
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No hay novedad de las catástrofes que nos ha tocado vivir. Terremotos, tanto políticos como Institucionales, emergencias en la zona de Chiloé y lo último pero no por eso menos recurrente, los incendios en siete regiones del país. Todos las situaciones que adquieren el componente traumático. Traumático en el sentido explícito de la palabra no estar preparados y ser amenazados en nuestra subjetividad por imprevistos de gran magnitud.

Más que imprevistos adquieren el carácter de repetición durante las temporadas del año. Aquella recurrencia, en la “falta” de acción pareciera radicar en la inhibición de las autoridades, que se asemeja a la imposibilidad de pensar, durante y después de momentos como éstos. Pero, ¿qué se hace cuando repetidas veces nos enfrentamos a las mismas situaciones? Sin lugar a dudas, una discusión posible, es por la vía de generar políticas públicas y privadas en torno a las catástrofes las cuales son de suma importancia para explicitar el modo en el cual se actuará y se pensará en la población.

Pero, esta vez prefiero quedarme con el pensar, ¿qué ocurre que en estos momentos la palabra no vale? Se llama al orden, como si el mismo Estado fuera carente de esto ¿su palabra ya no vale? Sabemos que nos enfrentamos a múltiples informaciones, cadenas de whatsapp con cortes de luz, información de la operación “Tormenta de Fuego”, etc. Nada sin embargo, acredita que lo que nos llega es legítimo. ¿Qué es lo legitimo? el Estado, la democracia que tenemos y el ejercicio de votar. Al parecer hemos olvidado, que pese a todo, ahí está nuestra palabra, nuestro sentir, nuestra elección como ciudadanos. Esto, nos permite comprender porque ahora la situación resulta crítica.

[cita tipo=»destaque»]Se necesita el Estado para construir lo vivido, eso que está siendo traumático y que corre el riesgo de permanecer, en la medida en que queden incertidumbres en cuanto al ocasionamiento de los incendios.[/cita]

Podemos pensar que atravesamos un momento bajo características donde la palabra parece haber caído, resultándonos difícil poder organizarnos en función de una palabra, de un discurso que desmienta otros, que solvente y de terreno para poder pensar dentro de la emergencia. Se necesita volver a creer en la palabra del otro, del Estado, que asuma su función como defensor. La organización está, la población quiere ayudar pero requiere de verdades, si la verdad de la palabra no se da, entonces caeremos en incertezas, miedos y angustias; desconfianzas de nosotros mismos. Por eso es que se requiere pensar, no sólo en apagar incendios, sino que también en cuando las llamas ya no estén.

Se necesita el Estado para construir lo vivido, eso que está siendo traumático y que corre el riesgo de permanecer, en la medida en que queden incertidumbres en cuanto al origen de los incendios. Por eso, lo traumático puede cobrar mayor fuerza en nosotros si se vetan o se esconden a los responsables. La impunidad nuevamente marcaría nuestra historia, haciendo el porvenir más traumático, ya que el Estado caería en la denegación de lo ocurrido. Esto, inevitablemente traería el descontento social, pero también, que el valor de la palabra por parte del Estado no tendrá sentido y se rememorará con mayor desgarro el quedar sin respuestas ante una situación tan extrema como la que vivimos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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