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Judith Butler y los Trabajadores a Honorario del Estado

Por: Jorge Norambuena Muñoz, Psicólogo Clínico


Señor Director:

En una entrevista reciente realizada a la filósofa Judith Butler ella discute con Hannah Arendt respecto de la distinción entre actividad domestica privada –por ejemplo la reproducción o el sueño, todas esas actividades que se supone reproducen el cuerpo- y el dominio político –en tanto idea del cuerpo bien alimentado-. Arendt plantearía que los principios democráticos asumen “que el alimento es distribuido, que está disponible, que alguien va a ser albergado, que no van a enfermar sin que haya disponible asistencia médica”. Sin embargo, plantea la filosofa, hoy estamos en tiempos de precariedad. Existirían muchos requerimientos básicos que no están garantizados de la idea de democracia planteada por Arendt, estando hoy en democracia.

La autora plantea que actualmente la precariedad se “ha convertido en un concepto político más importante”. De ello indica que “la especialista Isabel Lorey sugiere que es una condición económica y política que realmente pertenece a nuestro presente”. El proletariado, hoy en día, serían los trabajadores que no reciben un pago suficiente para comer o vivir mejor, mas el precariado seria una categoría diferente: “Pueden ser trabajadores que tengan y pierdan el trabajo rápidamente. Pueden ser trabajadores transitorios. Puede ser que tengan albergue y lo pierdan el próximo día. El futuro es radicalmente impredecible”.

Esta tesis de Butler se sostendría en que hoy el trabajo se está volviendo cada vez más temporal y precario para que los mercados puedan expandirse sin impedimento, lo que haría que las obligaciones públicas hacia los trabajadores, en relación a una remuneración digna, se vean cada vez más amenazados. “Realmente –dirá la autora- vemos más y más gente abandonada y desposeída de cierta forma”. Después de la primera y segunda guerra mundial se habría visto un gran número de gente desposeída, pero esa desposesión habría sido diferente. La desposesión actual, aunque igual ocurre por la guerra, se encarna en las políticas fiscales, el neoliberalismo “y su efecto en las condiciones de trabajo y vivienda, en el mercado de viviendas y la posibilidad de refugio, pero también en la alimentación”. No habría, dirá Butler, que ir muy lejos para ver que las poblaciones están sufriendo por cuestiones básicas.

Tomando las reflexiones de la filósofa -y pensando sobre la problemática-, se nos hace posible decir, respecto de la discusión Butler – Arendt, y el problema de lo privado y político –que no es del todo desarrollado en la entrevista-, que Butler (además por su desarrollo teórico conocido en otros trabajos) plantaría que la distinción entre lo privado y lo político no está tan delimitada, tema que se vería en la crisis de la democracia actual, precaria, que no garantizaría condiciones mínimas de subsistencia, condiciones que evidentemente tendrían que ver con la privacidad de los cuerpos.

Ahora, importante es rescatar y retomar el problema de la precarización. De esta se señalará que los afectados de hoy son los trabajadores, quienes han visto mermadas sus condiciones laborales en cuanto el trabajo se ha precarizado –por pagos insuficientes, por transitoriedad, por imprevisibilidad del futuro, etc.- afectando en lo concreto las relaciones básicas del individuo con el alimento y la habitación. Sumado a ello, cabria pensarse sobre el hecho de que, evidentemente, se exige calidad en el producto sin considerar los efectos de la precariedad laboral traspasada al producto mismo.

Relevante parece considerar el concepto de “remuneración digna”. ¿Podrá pensarse que es un concepto azaroso? Más bien parece que no. Y de esto es posible elucubrar que la autora no sólo hable de condiciones mínimas aseguradas para el “precarizado”, sino de considerar la dignidad como principio de las relaciones laborales. Esta dignidad –tampoco desarrollada en el texto- pudiese hacernos pensar en qué estamos entendiendo actualmente por dignidad y cuál es el horizonte reflexivo que de este concepto nos queremos proponer.

Por último, respecto a la entrevista, sólo cabe destacar que para la autora (así como decenas de pensadores) uno de los problemas principales diría relación con la lógica neoliberal impuesta en la actualidad. Señalarán diversos autores que lo más relevante de este punto estaría en que esta lógica no sólo tiene relación con el mercado, sino con la forma en que concebimos actualmente nuestras vidas, acomodando las experiencias vitales a los vaivenes del mercado y de los intereses particulares de aquellos en los que éste se encarna.

¿Qué relación tiene todo esto con el acto sindical? En tiempos donde la precarización laboral se hace parte constante de la experiencia de los individuos, sumado a la individualización a la que empuja la modernidad y el capitalismo tardío, el retorno a las agrupaciones que se piensen como un cuerpo que hace freno a los “designios del mercado” no sólo tiene relevancia económica sino política y privada. Si consideramos que, como plantea Judith Butler, la distinción entre político y privado no sería tal, el ejercicio sindical no sólo operaria en un registro supuestamente ajeno sino en los pilares fundamentales de la vida privada. Sumado a lo anterior, se hace una respuesta necesaria a una lógica que no sólo parte de necesidades económicas sino que va en desmedro directo, vital, de quienes son parte fundamental del sistema mismo, los trabajadores.

Respecto a los trabajadores a Honorario del Estado, cabe considerarse que actualmente cerca de un 60% de los funcionarios del Estado se encuentran en condición de Honorarios, estando año a año expuestos a poca estabilidad laboral, posibilidad constante de no recibir remuneraciones a tiempo, trabajar por periodos sin haber firmado contrato, tener y cumplir con obligaciones laborales que no responden a un prestador de servicio, etc., etc., lo que evidentemente afecta la calidad de vida de los trabajadores y trabajadores y, como consecuencia, indudablemente el ejercicio de sus funciones por más que desde el discurso se demanden ideas como “la vocación de servicio”, “la tolerancia a la frustración”, “capacidad de trabajar bajo presión”, “la entrega al trabajo”, etc.

¿Cuál es, entonces, la posibilidad de poner un tope a estas prácticas de precarización laboral y los diversos posibles efectos de ello? Sea tal vez pensar que el cuerpo ya no ha de ser uno, sino un conjunto de trabajadores que organizados bajo la institución sindical legítima puedan dar forma a una lucha que apunte hoy, no sólo a mejorar las condiciones de los trabajadores y trabajadoras del Estado, sino en lograr que éstas, principalmente para los Honorarios, no sean cada vez y año a año aun más menoscabas, si es que realmente consideramos la dignidad de los trabajadores y la calidad del trabajo realizado y entregado por parte de los mismos.

Ps. Jorge Norambuena Muñoz

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