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Personas Mayores con Derechos

Por: Marco Espíldora H


Señor Director:

En buena hora y por unanimidad, el Senado de la República aprobó el miércoles 08 de marzo el proyecto de acuerdo que ratifica la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, suscrita por Chile el 15 de junio de 2015.
Con la celebración del Día Internacional de la Mujer, este hecho, quizás, pasó a segundo plano, pero es primera vez que los bien llamados mayores de 60 y estigmatizados y estereotipados “ancianos y abuelitos”, contarán con un marco legal que los defienda, cuide y movilice ante el abandono e indiferencia de nuestra sociedad.

La buena noticia es que nuestro país se convierte en el tercer Estado después de Uruguay y Costa Rica que tiene un instrumento vinculante para fomentar y resguardar 26 garantías que de hacerse valer ayudarán a avanzar hacia políticas públicas que estén a la altura de un país con la mayor esperanza de vida de América Latina.
Pero la Convención no es autoejecutable, es decir que la deuda que tenemos con nuestros mayores no será saldada de la noche a la mañana. Tampoco las soluciones vendrán por arte de magia. Este es sólo un primer y gran paso, como señaló más de un parlamentario antes de la votación del proyecto.

Porque la adhesión y confirmación de este tratado por parte de Chile al derecho a la no discriminación por edad en la vejez, a la independencia y autonomía, a la participación en la vida pública y a la integración en la comunidad, al acceso a servicios de salud física y mental, a no ser sometido a tortura ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, entre otros, requerirá de una legislación que se adapte y de respuesta a estos nuevos desafíos, con la activa participación ciudadana de las personas mayores que mejor que nadie conocen sus realidades, necesidades y expectativas en materia de seguridad social, participación económica y apoyo familiar.

Son tres millones de personas las llamadas a hacer cumplir estos derechos, pero es el país entero, con todos sus actores e instituciones, el que de una vez por todas tiene que levantar la cabeza, mirar a su alrededor y darse cuenta de que el envejecimiento de nuestra población llegó para quedarse y constituye una oportunidad para incluir, acoger, bien tratar, respetar, compartir, aprender y proyectar, combinando experiencia y juventud con un enfoque solidario e intergeneracional, donde todos y todas cuentan y nadie sobra.

Marco Espíldora H

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