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Piñerismo: primarias a regañadientes Opinión

Piñerismo: primarias a regañadientes

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Lo lógico es que la derecha hubiera mostrado un nivel de cautela y prudencia, que contrastase con el delirio y euforia con que RN, el PRI y la UDI proclamaron a Piñera durante el mes de marzo. Aunque, seamos justos, es probable que esos mismos partidos hayan tenido que aceptar las condiciones del ex Mandatario. El relato y la puesta en escena de Sebastián Piñera, y su entorno, parecieran asumir la elección como un trámite algo innecesario e incluso molesto. El ex Presidente se proyecta ante el país como si ya estuviera instalado en La Moneda.


Partamos del hecho de que, si las elecciones fueran hoy, Sebastián Piñera tendría una alta probabilidad de ganarlas. Todos los sondeos le dan una ventaja importante, aunque no categórica. Sin embargo, esta es la primera contienda presidencial, desde que retornó la democracia, en que, a menos de siete meses de la elección, el nivel de respaldo a uno de los abanderados con mejor performance no supera el 28%. La cifra no es muy distante del 25% que recibe Michelle Bachelet, considerando el alto desgaste de la Mandataria y, por supuesto, el catastrófico efecto Caval. También es un hecho que las dos principales alianzas políticas apenas sobrepasan el 10% a la hora de la evaluación, y que el Parlamento es percibido negativamente por 9 de 10 chilenos.

Pero además de las bajas cifras con que son evaluados todos nuestros políticos, debemos considerar que en la última elección municipal la abstención batió un récord histórico, alcanzando un 65%. En las presidenciales de 2013 ya se habían encendido las alarmas cuando solo un 41% de quienes podían sufragar había cumplido con este deber cívico. No existe ningún elemento que permita estar optimistas respecto a que la votación de noviembre vaya superar dicho porcentaje.

Solo con estos elementos de contexto, lo lógico es que la derecha hubiera mostrado un nivel de cautela y prudencia, que contrastase con el delirio y euforia con que RN, el PRI y la UDI proclamaron a Piñera durante el mes de marzo. Aunque, seamos justos, es probable que esos mismos partidos hayan tenido que aceptar las condiciones del ex Mandatario. El relato y la puesta en escena de Sebastián Piñera, y su entorno, parecieran asumir la elección como un trámite algo innecesario e incluso molesto. El ex Presidente se proyecta ante el país como si ya estuviera instalado en La Moneda.

Paradójicamente, el estado de ánimo estaba en las nubes en la derecha hasta el anuncio del retiro de Ricardo Lagos. Lo que parecía ser una señal para “celebrar” –el ex Jefe de Estado podía disputarles votos en el centro y mundo empresarial, lo que no sucede con Guillier–, terminó convirtiéndose en la aparición de dudas, inseguridades y disputas, pero, particularmente, dejó esa sensación de autodestrucción que ha acompañado a ese sector político por décadas.

En menos de una semana volvió el fuego cruzado a ChileVamos. El primer golpe lo dio Andrés Chadwick –la mano derecha de Piñera, literalmente–, cuando señaló que se debía revisar el criterio de realizar las primarias, a la luz de lo que estaba pasando en la alianza oficialista, situación, por lo demás, no está zanjada. Luego vinieron los disparos entre el comando de Piñera y los partidos del conglomerado. A continuación, se subieron al ring Manuel José Ossandón y Felipe Kast. Y el RN Nicolás Monckeberg se encargó de encender el pasto seco, afirmando que prefería eludir las primarias para no darles en el gusto a los “candidatos del 2% de atacar al ex Presidente”.

Pero la estrella de esta contienda interna, sin duda, fue Jacqueline van Rysselberghe. La presidenta de la UDI expresó su temor a que las primarias de la derecha pudieran ser manipuladas por gente de la Nueva Mayoría, de ahí que era mejor eliminarlas. Curiosa reflexión de la senadora. Además de ser una idea en el límite de la paranoia política, refleja una vez más esa falta de sintonía fina con la realidad. Proyectar que la gente se va a levantar en masa un domingo de invierno para ir a influir con su voto en la elección interna del rival, es no entender nada del Chile y el ciudadano actual.

Y la confusión se apoderó tan rápido de la oposición, que incluso logró opacar la noticia de la bajada de Lagos.

[cita tipo=»destaque»]Aunque es evidente que el ex gobernante tiene todas las de ganar en una primaria de la derecha, un triunfo estrecho sería un golpe duro para la estrategia político-comunicacional diseñada, la que ha tenido como objetivo proyectar a Piñera como un ganador sin contrapeso entre sus pares y adversarios de la Nueva Mayoría. En cierta forma, el exitismo, la euforia y esa sensación instalada de triunfo por goleada pueden revertirse.[/cita]

El primer intento de ordenar la discusión vino del Comité Electoral de ChileVamos, el que ambiguamente declaró que las primarias se mantenían, aunque debían esperar la ratificación de los partidos del conglomerado. Pero el trámite de consulta no fue necesario. Sería el propio Sebastián Piñera quien saldría a poner la última palabra, al menos por ahora. Utilizando una de esas frases que dejan un amplio margen de interpretación, el ex Mandatario expresó estar “dispuesto a competir en las primarias, hayan o no hayan (sic) primarias en la NM”.  Esta aclaración sonó más bien a un intento por tranquilizar a RN y sus competidores, porque de fondo no distó nada de lo que siempre ha señalado: su disposición o actitud a competir no es lo mismo que ratificar “voy a ir a primarias”, como le recordó con ironía Ossandón en las horas siguientes.  

Es que, de fondo, en el piñerismo más duro –encabezado por la UDI– parece que se hubieran contagiado con el temor a que la contienda interna sea más reñida de lo que pensaban antes del lanzamiento de su abanderado. Y en lo que tiene razón Van Rysselberghe  para estar preocupada, es que las cifras de la primaria anterior del bloque opositor no permiten mirar el presente con tranquilidad. Es un hecho que el mundo de derecha suele movilizarse menos que sus antagonistas.

En 2013, la entonces Alianza logró convocar a poco más de 800.000 personas, versus los 2.137.090 que fueron a votar en las primarias de la Concertación. Si pensamos en una elección interna en que la propia derecha ha instalado la sensación de triunfo anticipado de Piñera, es muy poco probable que las personas se motiven a concurrir a las urnas el 2 de julio. En las primarias el incentivo a votar se da cuando hay algo en juego. Si a eso sumamos que quienes podrían estar más interesados en expresar su opinión son los partidarios de “los retadores”, el votante de Ossandón podría arruinar la fiesta de Piñera y provocar un resultado no tan categórico como hoy apuestan en el comando del ex Mandatario. Recordemos que el senador logró 317.311 sufragios en su circunscripción en 2013 –siendo una de las sorpresas de esa elección– y Allamand obtuvo 392.915 votos, pero a nivel nacional en las primarias de ese mismo año, alcanzando el 48.63%.  

Aunque es evidente que el ex gobernante tiene todas las de ganar en una primaria de la derecha, un triunfo estrecho sería un golpe duro para la estrategia político-comunicacional diseñada, la que ha tenido como objetivo proyectar a Piñera como un ganador sin contrapeso entre sus pares y adversarios de la Nueva Mayoría.

En cierta forma, el exitismo, la euforia y esa sensación instalada de triunfo por goleada pueden revertirse y terminar beneficiando a Guillier e incluso a Goic. Vamos a ver si, en las próximas semanas, Piñera mantiene su “disponibilidad” de ir a primarias o la cambia por un “voy a ir a primarias”. Claro que todas las señales parecen indicar que el ex Presidente preferiría evitar ese trámite.

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