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Recambio, no abolición


«Soy militante democratacristiano… no te apoyo Nicolás, y tampoco lo harán mi esposa ni mis hijos».

Este mensaje lo recibí una mañana en el foro de mi web, luego de haber publicado una columna a favor del matrimonio homosexual. Para mi contradictor, es de tal grado la diferencia de nuestras posturas que, no bastando con la explicitación de su distancia conmigo, se hace necesario incorporar a su familia y círculo más cercano para contrarrestarme.

Como él, soy democratacristiano, pero en este punto pensamos diametralmente opuesto. Y, es probable, en muchos otros temas. ¿Significa eso que en este espacio político intergeneracional más que diferencias, hay desencuentros? ¿Es necesario desacoplarse de posturas que hoy consideramos descontextualizadas o discriminatorias?

Por el contrario. Estas diferencias sólo invitan a tener más fuerza en abrir camino a nuevas generaciones de jóvenes con experiencia, que, en tiempos de desafección y desconfianza a la política, renuevan la creencia en la vocación por el servicio público, la necesidad de trabajar por un país más justo y digno desde la política, con una mirada ética y de probidad y excelencia.

[cita tipo=»destaque»]Recambio, no abolición, desde el diálogo y el respeto. Todos nos sostenemos desde los mismos principios, pero es legítimo divergir en cuanto a su adecuación a los desafíos y demandas de los tiempos actuales.[/cita]

Recambio, no abolición, desde el diálogo y el respeto. Todos nos sostenemos desde los mismos principios, pero es legítimo divergir en cuanto a su adecuación a los desafíos y demandas de los tiempos actuales.

Valoro enormemente el aporte de nuestro partido y sus líderes históricos cuando nuestro país lo ha requerido, instalando un nuevo modelo de sociedad, enfrentando con valentía a la dictadura, o reconstruyendo el alma de Chile en la transición. Sembraron una nueva mirada, centrada en la persona, más allá de izquierdas y derechas.

Pero no es la DC de los 60, los 80 o los 90 la que se hará cargo de proponer esta nueva mirada para las décadas que vienen; debemos mirar a lo esencial, sin ataduras y plantearnos el desafío de alcanzar la sociedad comunitaria, desde el Chile actual, con nuevas formas, e invitando a quienes hoy están huérfanos de un espacio político que los interprete.

Vivimos una sociedad distinta, Chile cambió, el mundo cambió. Llegó el futuro, y no podemos pretender pensar Chile con los ojos del ayer.

Queremos el poder para servir, es el país el que nos incumbe, y no cuidar grados de influencia. La Democracia Cristiana debe abrir espacios a nuevas lecturas y propuestas.

Buscar un acuerdo parlamentario con partidos con que hemos compartido una visión en la construcción del Chile actual es el principio, pero apuntemos a forjar un nuevo acuerdo país. Las propuestas, vocación de servicio público y fuerza de quienes pertenecemos a las generaciones de recambio son más importantes para el futuro que eternizar la división entre el Si y el No.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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