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Amnesia sudamericana Opinión

Amnesia sudamericana

Pierre Lebret
Por : Pierre Lebret Cientista político, experto en asuntos latinoamericanos, magister en cooperación y relaciones internacionales (Paris III), ex funcionario de la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo y ex consultor de la Cepal. Actualmente trabaja en una ONG para asuntos humanitarios.
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Pareciera que actualmente algunos países sudamericanos sufren de una patología contagiosa: amnesia. La memoria debilitada de los pueblos respecto de sus luchas sociales recientes y la desinformación masiva, reabren las puertas a las viejas recetas de la mano invisible y del capitalismo decimonónico. La falta de crecimiento económico no puede seguir siendo la única excusa, a ella se suma la falta de convicción política de preservar el valor de cohesión social como eje orientador de desarrollo.


El mundo cambia, las sociedades evolucionan y las esperanzas de parte de los más vulnerables se mantienen: salir de la pobreza y vivir en un lugar donde la justicia social sea un denominador común.

Sin embargo, pareciera que actualmente algunos países sudamericanos sufren de una patología  contagiosa: amnesia. La memoria debilitada de los pueblos respecto de sus luchas sociales recientes y la desinformación masiva, reabren las puertas a las viejas recetas de la mano invisible y del capitalismo decimonónico. La falta de crecimiento económico no puede seguir siendo la única excusa, a ella se suma la falta de convicción política de preservar el valor de cohesión social como eje orientador de desarrollo.

Los países de América del Sur han demostrado avances significativos en la reducción de la pobreza y al establecer sistemas de protección social para la población. Pero estos avances no serán reconocidos como tal si no se consolidan, y hoy están sufriendo retrocesos en varios rincones del continente sudamericano.

Desde la Casa Rosada, Mauricio Macri ha estado concentrado en establecer puentes de confianzas con los mercados e instituciones financieras internacionales, pero evidenciando retrocesos en materia social. Aumento en los niveles de pobreza, despidos en el sector público, el uso del decreto 432 firmado en 1997 por el entonces presidente Carlos Menem, jamás aplicado, y que hoy da de baja a miles de pensiones por discapacidad. Los recortes en los presupuestos dedicados a los lugares de memoria y derechos humanos hacen recordar los dichos del mandatario argentino, en una entrevista, haciendo referencia a los desaparecidos en la dictadura militar: «No sé si son 9 mil o 30 mil, no tengo idea, y me parece que es una discusión que no tiene sentido». Otro recorte de más de cuatro millones de dólares es el que afecta a la lucha contra la violencia de género, en un país que sufre una de las tasas más altas de feminicidio de América Latina: solo durante el año 2016 murieron 290 mujeres.

[cita tipo=»destaque»]La cohesión social es en sí un valor fundamental para la estabilidad de las democracias y el desarrollo sostenible de nuestras sociedades. Hay momentos claves en cada sociedad para evitar que los progresos no se vean frustrados. Evitar finalmente, parafraseando a Mario Benedetti, el retorno de esas políticas que ocasionan la pobreza y que son violencia.[/cita]

En el Palacio de Planalto donde reside –a falta de voto popular– el cada vez más cuestionado Michel Temer, se ambientan aires de corrupción y falta de legitimidad. Sin embargo, muchos son los que temen a Temer por sus planes de reducción de ayudas sociales, haciendo desaparecer los logros de las reformas de Lula da Silva y Dilma Rousseff, aislando a los más necesitados y aumentando el riesgo, para los que habían logrado salir de la pobreza, de caer nuevamente en ella. Por otro lado, la destitución de Rousseff liberó las ambiciones de los grandes terratenientes a favor del agro-negocio y, a pesar de la crisis climática en la cual se enfrenta el planeta, el acelerador está puesto para seguir deforestando la Amazonia, multiplicando los conflictos con las comunidades locales y desmantelando los avances de los últimos años para proteger el medioambiente. Basta recordar el asesinato, el 24 de mayo pasado, de diez personas pertenecientes al Movimiento de los Sin Tierras en Pau d’Arco al sur de Pará, para darse cuenta del aumento de la violencia desproporcionada contra los movimientos campesinos, ecologistas e indígenas.

Desde el Palacio de La Moneda, Michelle Bachelet persevera con su agenda reformista de cara a sus últimos meses de gobierno. Pero la primera mujer Presidenta de Chile ha tenido que enfrentar voces opositoras dentro de su propia coalición durante su mandato, y hoy la coalición de centroizquierda avanza dividida en la contienda electoral de noviembre próximo, dejando posibilidades al ex Presidente Sebastian Piñera de volver al poder con un discurso conservador reforzado. En varios eventos de campaña, el ex Mandatario ha expresado públicamente su voluntad de retroceder respecto de las principales reformas estructurales del actual Gobierno, en particular la reforma educacional que está permitiendo un acceso gratuito a la universidad para miles de jóvenes. Bachelet, una de las pocas líderes progresista en ejercicio que queda en la región, ha logrado cristalizar las demandas en sucesivas reformas transformadoras para Chile. Parece difícil entender, entonces, cómo un pueblo que demandaba mayor justicia social y reivindicaba la educación como un derecho hace años, le entregue el poder a la antítesis del progresismo.

La cohesión social es en sí un valor fundamental para la estabilidad de las democracias y el desarrollo sostenible de nuestras sociedades. Hay momentos claves en cada sociedad para evitar que los progresos no se vean frustrados. Evitar finalmente, parafraseando a Mario Benedetti, el retorno de esas políticas que ocasionan la pobreza y que son violencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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