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Fanatismo en ridículo

Por: Alex C. Gormaz-Matamala


Señor Director:

Después de haber pasado varios días con el [mal] llamado «Bus de la Libertad», se hace necesario un análisis de su utilidad (si es que tiene alguna) en aras del debate democrático. Ya el día lunes nos encontrábamos con declaraciones inverosímiles tales como que Canadá supuestamente había legalizado la pedofilia y la zoofilia, el ataque verbal a un ciclista y la frase de antología ‘Dios creó un hombre y una mujer, eso es científicamente comprobable‘. También conocimos a su gestora, la señora Marcela Aranda y su discurso inundado por un fanatismo religioso indigno para el Siglo XXI (si no me cree pinche aquí). A pesar de que sus defensores apelaban a la «libertad» y al «derecho de educar a nuestros hijos», el sectarismo que mostraron es inapelable.

Dicho lo anterior, debo decir que buscar prohibir la llegada del bus y su exhibición no me parecía la mejor opción para oponerse a él. No porque simpatizara con el mensaje del bus (claramente no es el caso), ni mucho menos por ese relativismo moral que pretenden instalar bajo la premisa de ser «libertad de expresión». Evidentemente el discurso que trae el bus es nocivo y carece de sentido común (alegaban contra la «ideología de género» pero eran incapaces de definirla), sin embargo, prohibir no es el camino. Pero vamos por partes.

Cualquier persona que se haya adentrado a aprender Biología básica sabe que nada es perfecto en la Naturaleza, y que no existen las categorías bien definidas ya sean de reino, filo, clase, orden, especie, etc. La Evolución, el pegamento que une todas las ramas de la Biología, nos enseña que la vida se abre camino y se diversifica a partir de pequeños cambios sólo perceptibles a gran escala. Sólo piense: usted luce hoy prácticamente igual a como era ayer, ¿significa entonces que nunca pasó por la etapa infantil? Entonces, así como nosotros descendemos de otros primates, también es cierto que descendemos de seres asexuados que en algún momento se convirtieron en sexuados. Todo esto de forma gradual y sin un plan ni una Carta Gantt ni nada similar. Nada está diseñado ni con un propósito en la Naturaleza, es por eso que la definición de sexos o géneros no es perfecta (si quiere saber más sobre Evolución y homosexualidad, le recomiendo el libro Darwin en el Supermercado, de Mark Nelissen). Nuestra preconcepción a imaginar entes perfectos, bien diseñados o esenciales es lo que Richard Dawkins en su libro Evolución, el Mayor Espectáculo sobre la Tierra llamó ‘la mano muerta de Platón‘ y ha sido durante siglos un lastre para la Biología. Y no sólo en Biología: también culturalmente estamos acostumbrados a definir ciertos patrones como «normales», condenando vehementemente cualquier desviación de lo divinamente establecido. El Bus de la Libertad es un claro ejemplo.

Todo esto lo podemos saber quienes entendemos y apoyamos la diversidad, pero no necesariamente es extendible a toda la población. Y es eso precisamente lo que hay que enseñar. En una democracia sana las ideas de la sociedad deben debatirse constantemente para irse perfeccionando, siempre bajo lo que dicte la evidencia. Es por tal motivo que, aunque sea doloroso, es necesario pasar por experiencias como ésta en donde un discurso dogmático de discriminación queda al descubierto. En palabras más coloquiales, dejar que Aranda y compañía hagan el ridículo. Un discurso dogmático es antidemocrático porque no está dispuesto a cambiar ni a cuestionarse a sí mismo. Y los dogmas por supuesto, deben combatirse con argumentos sólidos y pensamiento crítico.

Buscar la prohibición del bus ha servido principalmente para que quienes lo trajeron se victimicen y acusen «censura por parte de la dictadura gay». Claramente alegar esto carece de lógica, sin embargo, es una respuesta emocional que logra tener cabida precisamente porque la contraparte ha actuado de forma también emocional. Seamos sinceros, uno de los objetivos del Bus de la Libertad fue buscar la provocación con tal de luego caricaturizar a la comunidad LGBT como intolerantes, sectarios, etc. Y hasta cierto punto lo lograron, muchos detractores del bus cayeron en el juego.

Puedo ponerme en el lugar de la comunidad LGBT y entender que no es agradable que gente fanática tenga micrófono para denostarlos y tratarlos de degenerados. Quizá tengan razón al decir que el Bus de la Libertad trae un discurso de odio, pero debo decir que ese odio no es explícito. No ha habido llamados concretos a agredir por parte de los simpatizantes del bus, quienes se han escudado muy bien en el relativismo de la libertad de expresión. Esto no implica permanecer pasivos ante los ataques, sino simplemente evitar caer en el juego de ellos. En todo orden de cosas, hay que desnudar los discursos de odio, evidenciarlos y contrarrestarlos. Las respuestas emocionales (prohibir, funar o boicotear) no erradican los discursos violentos: sólo los esconden debajo de la alfombra hasta que terminan estallando.

Por todo lo aquí expuesto entonces, puedo decir que algo que podemos sacar en limpio del famoso bus es que ha dejado en evidencia un fanatismo religioso digno de la Edad Media. Mientras ellos hacen el ridículo, preguntémonos: ¿cómo educar a esa parte de la población que no ha tenido el mismo acceso a la información que nosotros? ¿qué argumentos utilizar? Discursos autocomplacientes y sin sentido tales como ‘el género es una construcción social construida por el capitalismo’ (¿qué carajo tiene que ver el capitalismo aquí?) sólo nivelan hacia abajo el debate. Mi visión al respecto es la de fomentar el pensamiento crítico, principalmente a través de los medios de comunicación. No es algo fácil, sobre todo con «referentes» de la televisión como Salfate y el Dr. File (metiéndole miedo constantemente a la gente con conspiranoia y demases), pero peor es quedarse de brazos cruzados. Si logramos avanzar hacia una sociedad que razone, el respeto y la tolerancia llegarán por sí solos.

 

Alex C. Gormaz-Matamala, MSc en Ciencias Físicas y Astrónomo, Universidad de Concepción, Doctor (C) en Astrofísica Universidad de Valparaíso @agormazm

 

 

 

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