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Sí podemos transformar Chile desde la sala de clases

Nicole Cisternas y Felipe Coloma
Por : Nicole Cisternas y Felipe Coloma Directora de Política Educativa e Investigador de Educación 2020.
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Son innegables los avances que hemos tenido en educación en la última década: alcanzamos índices altísimos de cobertura, invertimos enormes recursos en infraestructura y mejoramiento de las condiciones del sistema y generamos políticas como la Ley SEP y la Ley de inclusión, que permitirán avanzar en pos de mayor equidad. Aun así, nuestro sistema educativo no logra dar respuesta a su tarea principal: lograr que cada estudiante aprenda.

Si revisamos los resultados de SIMCE o PISA, el panorama es desalentador. En las diversas asignaturas y niveles evaluados más de la mitad de los niños y niñas no logra los aprendizajes mínimos para su edad y, en algunos casos, las brechas entre ricos y pobres llegan a dos años escolares.

En la experiencia que hemos acumulado trabajando con estudiantes en escuelas de distintas partes de Chile, observamos que sus demandas más recurrentes aluden a la necesidad de que las clases los motiven, de que las más de 1600 horas anuales que pasan en la escuela no transcurran como un tiempo paralelo y alejado de sus problemáticas de la vida cotidiana.

[cita tipo=»destaque»]Lo diremos categóricamente: no habrá aprendizajes de calidad sin directivos y docentes líderes, que tengan altas capacidades, pero a la vez buenas condiciones de trabajo; que cuenten con la confianza, autonomía y recursos para empujar los cambios que se requieren.[/cita]

El derecho a ocupar una silla no es lo mismo que el derecho a aprender. El aprendizaje es lograr que los alumnos y alumnas desarrollen sus habilidades académicas, sociales, emocionales y culturales para ejercer todos sus derechos. La calidad integral de los aprendizajes es nuestro desafío principal, porque la educación es imprescindible para mejorar nuestra democracia, así como los niveles de confianza y de cohesión ciudadana.

Para cambiar Chile a través de la educación, necesitamos revolucionar la sala de clases, es decir, transformar radicalmente cómo se enseña. Si queremos que niños y niñas desarrollen las habilidades que necesitan para vivir en el siglo 21, no podemos seguir haciendo clases como en el siglo 19. El desafío es avanzar desde estos modelos pedagógicos añejos y alejados de las necesidades de los estudiantes, hacia metodologías innovadoras, que desafíen a los estudiantes, consideren sus intereses y los preparen para la vida.

Este cambio es posible, pero requiere de manera simultánea otras transformaciones en el sistema educativo. Entre ellas, simplificar la lápida de obligaciones, inspecciones y rendiciones que diversas entidades demandan a las escuelas, que ocupa a docentes y directivos con tareas administrativas burocráticas por sobre la enseñanza. Se invierten grandes recursos y mucho tiempo en la estandarización y control del proceso educativo y en ese frenesí el principal olvidado es el aprendizaje.

Lo diremos categóricamente: no habrá aprendizajes de calidad sin directivos y docentes líderes, que tengan altas capacidades, pero a la vez buenas condiciones de trabajo; que cuenten con la confianza, autonomía y recursos para empujar los cambios que se requieren.

Respecto de los recursos, existe otra gran dificultad: las escuelas no cuentan con un financiamiento que refleje el verdadero costo de educar. La subvención escolar depende de la matrícula y asistencia de los estudiantes, se trata de ingresos variables para gastos fijos. Y ocurre que si en un mes de invierno la asistencia baja por la lluvia, el colegio enfrentará dificultades para cubrir el sueldo de sus profesores o pagar la cuenta de la luz.

Considerando todo este diagnóstico y para contribuir al cambio educativo, en Educación 2020 elaboramos un Plan Nacional de Educación (www.elplande2020.cl), nuestra apuesta más ambiciosa en 8 años de existencia, que busca transformar Chile desde el sistema educativo.

Nuestro principal convencimiento es que en educación escolar el aprendizaje integral debe estar al centro y, para ello, es urgente fortalecer las competencias de quienes educan y generar condiciones adecuadas para que los colegios se enfoquen en el aprendizaje. Si la calidad de la educación es de verdad una prioridad, entonces levantar una estrategia que aborde el sistema educativo de forma global y a largo plazo es una obligación. Este Plan Nacional es nuestra apuesta para alcanzar ese objetivo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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