Publicidad

Definición de áreas (estratégicas): La nueva estrategia de Becas Chile

Jorge Gibert Galassi
Por : Jorge Gibert Galassi investigador CTS, profesor titular UV
Ver Más


¿Es una buena idea definir áreas estratégicas para asignar las Becas Chile? Por supuesto. Es una gran idea.

¿Quiere decir esto que hay que asignar el 100% de las becas a postulantes cuyos programas estén asociados a estas áreas estratégicas? Sin duda, no hay que hacer esto.

El problema lo ha suscitado, artificialmente, la editorial del 03 de agosto último del diario El Mercurio. En un gesto típico de su visión maniquea, el periódico ha postulado que la libre demanda es la mejor manera de garantizar que la actividad científica, tecnológica e innovadora cumpla el rol de hacer de Chile un país con futuro. Para El Mercurio, el argumento es el siguiente: “En la sociedad del conocimiento, a la que nuestra nación debe procurar pertenecer, la mejor manera de que su capital humano avanzado contribuya a la creación de valor es que se prepare y despliegue su talento conforme a sus propios intereses y aspiraciones”. Por lo cual la tarea consiste en “establecer sistemas que califiquen con la mayor precisión posible los méritos tanto del postulante como de la institución a la que aspira a acceder”.

El Mercurio no entiende – y probablemente nunca entenderá – que el Estado es parte de la sociedad, y en esta materia específica, su rol fundamental (no exclusivo) consiste en empezar a velar por el conjunto de su sistema de universidades (CUECh) y dejar de subsidiar preferentemente a la Pontifica Universidad Católica de Chile, pues ello sólo reproduce la asimetría básica de la estructura sociológica chilena heredada de las reformas Neoliberales.

[cita tipo=»destaque»]Creo que existen los elementos técnicos y empíricos para fundamentar una orientación mixta de asignación de becas. Pero también creo que no existe una evaluación de los resultados del trabajo de los ex – becarios, hoy postgraduados con posiciones laborales en la academia o el Estado, para fundamentar una postura radical respecto de los criterios de asignación.[/cita]

Pero no es mi intención simplificar el problema, sino más bien afirmar que, desde luego, no es una solución dejar la decisión de usar los dineros de nuestros impuestos a los entusiastas aspirantes a un postgrado, así como también es un absurdo dejar la asignación del total de las becas a expertos o tecnócratas. Una visión más completa y rica del panorama amerita muchas consideraciones y, fundamentalmente, una Visión-País que incluya una contabilidad de los recursos humanos en conexión con las necesidades urgentes y una proyección mínima de las posibilidades de éxito.

Es necesario focalizar el gasto, sin lapidar la curiosidad científica y crear un futuro para el capital humano avanzado.

Desde el punto de vista de las necesidades socio-económicas y potencialidades geográficas de los recursos naturales, hay mucho trabajo avanzado. ¿Qué significa “área estratégica”? No es tan difícil de imaginar. El mismo CNID, mediante una argumentación que destaca el rol de los Centros Públicos de Investigación, en diversos documentos ha sugerido muchos ejes o vectores de desarrollo nacional. De los muchos casos, acá va un listado de 10 áreas estratégicas, que seguramente es razonable y podría ampliarse aún más:

  • Antártida (con muchos sub-temas extraordinariamente importantes)
  • Temas alimentarios y/o agrícolas (desde la protección del patrimonio genético de especies endógenas, administración y optimización de suelos en alerta de desertificación, áreas silvestres, agroindustria, biotecnología e innovación agrícola en general)
  • Recursos hídricos (ventisqueros, glaciares, ríos, embalses, tecnologías de desalinización)
  • Temas de minería e industria (incluidos recursos mineros)
  • Energía (en especial eólicas, mareomotrices, solar y geotérmica)
  • Temas de reforma del Estado y generación de políticas públicas (en especial de seguridad ciudadana, conducta sexual y salud pública, adicciones, adulto mayor, juventud y empleo, emprendimiento y negocios PYME, ciencia y tecnología)
  • Educación (formación inicial, inclusión y aprendizaje, TICs, formación de ingenieros, etc.)
  • Recursos marinos y pesquería
  • Ciencias forestales e industria de la madera
  • Temas de productividad (que incluye apuestas a favor de la cohesión social, inversión en ciencia y tecnología, transparencia de gobiernos corporativos, regulación y fe pública – o temas económicos y jurídicos más específicos -).

Por cierto, se pueden nombrar otras áreas de importancia nacional desde una Visión-País y reclasificar varios elementos en el listado: ¿pero alguien podría negar la importancia de cada uno de estos temas para el futuro de Chile? Lo dudo. No obstante lo anterior, uno de los argumentos de El Mercurio es una verdad de Perogrullo, cual es que las personas producen más y mejor en la medida que se sientan motivados. En nuestro caso, ello se traduce en una pasión muy íntima por el contenido temático del programa, que convoca y acoge al estudiante en sus intereses particulares. En eso consiste abrazar el desarrollo de las vocaciones científicas. Siendo así las cosas, es bastante obvio pensar en una postura mixta respecto de los criterios de asignación de las becas.

Las Becas Chile, como se ha dicho en múltiples ocasiones, es un deber y un derecho que ejerce el Estado con miras a fortalecer el sistema nacional de ciencia y tecnología, mediante la formación de capital humano avanzado. En palabras simples: aumentar el número de investigadores activos y los resultados de su labor. Debido a ello, y por cierto independientemente de si las becas son o no son orientadas por las áreas estratégicas, hay un problema mayor: es imprescindible proteger esta inversión mediante la creación de la Carrera del Investigador Nacional. No podemos volver al despropósito de financiar cientos de becas en las mejores universidades del mundo (o casi) para después ver cómo el mercado desaprovecha a los jóvenes graduados y no les brinda una oportunidad acorde a su talento y formación. Esto es un despropósito. La ciencia y la tecnología deben tener un propósito, en este caso, al menos para la entidad que financia el funcionamiento del sistema de nacional de ciencia, tecnología e innovación: el Estado de Chile.

No tan rápido: La asignación debe ser realista

La asignación de las becas debe ser realista. Esto significa que debe responder a otros criterios, más allá de la repartición de los panes o la prédica a favor de la libertad individual. Los criterios no pueden ser – exclusivamente – los anteriormente mencionados: no es adecuado apostar todo a satisfacer la libre demanda (individualista) por programas ad-hoc ni tampoco centrarse en la oferta (colectivista) del Estado, para que el postulante elija lo que pueda.

Hagamos el ejercicio, entonces: ¿Qué podemos proponer?

Supongamos que adoptamos el criterio de definir la asignación desde el punto de vista de los postulantes, en términos de sus capacidades y experiencias previas. La idea de verlo así estriba en hacer una inversión con un retorno idealmente óptimo. Además, dadas las restricciones presupuestarias, digamos hipotéticamente que sólo tenemos 100 fichas para jugar el juego de la asignación.

(Obviamente, me gustaría que fueran 1. 000 o 10.000 fichas pero eso no es posible, ni lo será en el futuro cercano).

Teóricamente, el óptimo sería que cada candidato postulará a un programa con empleabilidad total antes de cumplir un año de egresado, dictado en una universidad chilena, en un área estratégica para el país, altamente dinámica y con proyección global. La empleabilidad daría cuenta que el postgraduado es altamente valorado por el mercado, es decir, las empresas chilenas (que hoy no están contratando doctores). Que fuera dictado por una universidad chilena daría cuenta que esta universidad está entre las mejores del mundo (o en el área disciplinar del programa). En un área estratégica indicaría que el foco del programa apunta a proteger y desarrollar algún patrimonio natural, económico o sociocultural; cuya situación es dinámica y expectante en términos de convertir a alguna empresa o sector chileno en un actor global o al menos regional.

Pero dado que no tenemos muchas empresas innovadoras, ninguna universidad entre las mejores del mundo y pocas industrias o sectores donde somos actores globales o regionales, hay que visualizar que otros caminos podemos potenciar. Son muchas las combinaciones que podemos hacer, pues existen muchos tipos de postulantes.

En primer lugar, está el postulante estrella: aquel que viene de los 10 colegios top del país y de esas 4 o 5 universidades competitivas en investigación, con un alto capital cultural, SIN ningún vínculo con alguna industria y SIN ninguna experiencia en investigación o trabajo de laboratorio. El mundo está abierto para ese postulante. Es una apuesta ganadora, pero riesgosa: es más probable que no vuelva al país, o que al volver, haga otra cosa (como dedicarse a la política y ser senador por ejemplo), en vez de fortalecer el sistema de CyT. Sin embargo, dado el talento involucrado, podríamos jugar la apuesta. Podríamos exigir a ese candidato que efectivamente vaya a un programa de estudios de postgrado de su particular preferencia en las mejores 100 universidades del mundo, ojala en un área donde no existen investigadores activos en el país y esperar. Jugaría 20 fichas a esos candidatos.

En segundo lugar, están los candidatos que vienen de colegios promedio y que después de una resocialización por esas 4 o 5 universidades competitivas en investigación, adquieren una formación acorde a su certificado universitario. Este postulante no habla inglés fluido, pero ha sido ayudante de algún FONDECYT y posee una experiencia en trabajo de laboratorio. Tiene interés en convertirse en un investigador activo…en cualquier cosa, sea o no del interés país. Eso sí: en su campo de investigación. Esta es una apuesta también bastante segura. Igual que en el caso anterior, le exigiría a ese candidato que postulara a alguna de las 100 mejores universidades del mundo. Pondría 20 fichas. Van 40 fichas jugadas.

En tercer lugar, están los candidatos de los mismos colegios promedio y que después de una resocialización por alguna universidad chilena acreditada (del tipo que sea, G-algo), logró adquirir una trayectoria laboral y académica en alguno de los centros de investigación públicos o en algún área de interés nacional o por último, fue el ayudante estrella del profesor con FONDECYT o fondo interno. Este postulante probablemente no podrá estudiar en una de las 100 mejores del mundo pero podrá estudiar en algún programa de postgrado de calidad en el país. Ahí pondría la mitad de las fichas. 50 fichas. Siempre y cuando los programas estén orientados al desarrollo y protección de las áreas estratégicas definidas por los organismos correspondientes. Esta apuesta es fuerte por una razón adicional: sería un incentivo para mejorar la calidad y (¡sobre todo!) la pertinencia de los programas de postgrado en Chile.

En cuarto y último lugar, pondría las 10 fichas restantes en cursos de especialización en áreas de interés para optimizar el desempeño de empresas y organismos públicos o privados. Pienso en candidatos que son trabajadores, egresados de cualquier universidad chilena de un programa acreditado, que no posean intereses académicos pero opten preferentemente por organismos y empresas vinculadas al sistema de CyT. Los tópicos pueden ser desde un curso para operar equipos marinos en las profundidades oceánicas, entrenamiento para ejercer altas funciones del área informática en ALMA o en I&D de CODELCO, ENAP, etc. También podrían beneficiar a profesionales de los  emprendimientos sociales que lideran fundaciones u ONG: desde cursos para el tratamiento de la depresión hasta un curso de gerencia social impartidos en universidades o centros de prestigio, en Chile o el exterior.

Ese es un tercer camino, que incluye la consideración de las áreas estratégicas y también respeta la libertad de elegir del postulante. Un cuarto camino, que también se puede conceptualizar como inclusivo, es definir las prioridades de asignación desde el punto de vista de las disciplinas o áreas del saber.

El Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID) desde hace tiempo ha trabajado con gran seriedad (y pocos recursos) en esto. Desde el punto de vista del conocimiento en una perspectiva nacional, esto es, desde el punto de vista del cómo Chile funge como aporte a la ciencia global, hay varias hipótesis muy desarrolladas. Quizás la más interesante es la del documento 2 de la Serie Estudios del CNID “Cartografía del conocimiento en Chile” (J. P. Cárdenas, F. Cabrera, G. Moguilanski y G. Olivares, 2015). (http://www.cnid.cl/portfolio-items/cartografia-del-conocimiento-en-chile/). En ese documento, se proponen las áreas científicas con potencial de desarrollo que hoy no existen. Ello tiene implicancias de interés, pues son contenidos temáticos y disciplinares novedosos y le da viabilidad al siguiente modelo: del portafolio de candidaturas de “libre demanda”, esto es desde los intereses de los becarios, se podrían seleccionar aquellos programas de postgrado que hayan sido identificados por este estudio del CNID, bajo la hipótesis que esos becarios – una vez retornados – podrían desarrollar tales áreas del conocimiento de un modo competitivo “en términos OCDE” (impacto de publicaciones) y en términos de intereses país, esto es, resultados y relevancia para el fortalecimiento del Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Brevemente, esto significa que existen áreas de investigación con potencial (es decir, disciplinas o áreas interdisciplinares no convencionales) que pueden calzar con los intereses ad-hoc de los postulantes.

Desde una perspectiva tradicional, tomando una clasificación simple pero efectiva, también podemos definir la asignación desde el punto de vista de las disciplinas o áreas del saber. En primer lugar, dado que Chile es una estrella en citaciones científicas, podemos pensar que nuestra ciencia básica es robusta. Los indicadores de las ciencias biológicas y la astrofísica así lo demuestran. Sin embargo, a ojos de cualquier observador trivial, los muchos desastres nacionales denotan una carencia absoluta de tecnólogos e ingenieros de nivel superior. Finalmente, las ciencias sociales han despegado en Chile y hace tiempo mantienen una presencia en los circuitos internacionales de publicación.

Si esto es así, podríamos pensar en otorgar 40 fichas a postulantes en las áreas de tecnología e ingeniería, recordando que esta es la razón de porqué China, Corea y Japón superaron en productividad y crecimiento a la mayoría de las economías occidentales. Pero no podemos dejar abandonadas a las ciencias básicas y por lo tanto hay que seguir apostando fuertemente en ellas: 35 fichas. Finalmente, un fuerte empuje a las ciencias sociales y humanidades, el mejor alumno en términos de multiplicar sus resultados, poniendo arriba de la mesa 25 fichas. Las artes tienen un ministerio con fondos propios y no pondría fichas en esa área, aunque por cierto se podría apoyar a postulantes en programas afines (historia del arte, etc.).´

Corolario

Encontré una frase en explora.cl. Es la siguiente: “El objetivo fundamental del cerebro es garantizar la supervivencia de su poseedor, privilegia el ahorro energético y la economía en su funcionamiento, por eso es más fácil reaccionar que pensar”.

Entiendo que el objetivo de mi columna, contribuir al debate acerca del funcionamiento de las Becas Chile, en especial lo relativo a su asignación, puede ser malentendido. Pero no es mi afán reaccionar ideológicamente al problema sino brindar otra perspectiva. Pensar.

Aun así, creo que ya escucho las réplicas: “El autor pretende quedar bien con moros y cristianos. Confunde el objetivo de las becas, que es la distribución justa de los recursos”. Claro. Pero como la vida es injusta, también hay que proteger a muchas instituciones que han sido el soporte del despegue de la ciencia chilena a nivel internacional (U. de Chile, P.U.C.). Son demasiado importantes para dejarlas abandonadas a la suerte del mercado (que no es generosa con ellas, a pesar de la defensa doctrinal que la P.U.C. hace de aquella entelequia).

Sigo escuchando las réplicas: “¿qué fundamenta esta clasificación y criterios de asignación? ¡Esta columna es una caricatura! El autor solo expresa sus prejuicios”. Pero la alternativa a mis prejuicios es El Mercurio. Al menos mis prejuicios tienen una justificación en el estudio comparado de los sistemas de ciencia y tecnología nacionales y de la política científica en general. El Mercurio exhibe prejuicios con el sólo objetivo de quien defiende la libertad absoluta para que los “mejores” candidatos elijan las áreas donde proseguirán sus estudios de postgrado. No importa que la política sea regresiva (y en prejuicios, nadie le gana a El Mercurio).

Para terminar, creo que existen los elementos técnicos y empíricos para fundamentar una orientación mixta de asignación de becas. Pero también creo que no existe una evaluación de los resultados del trabajo de los ex – becarios, hoy postgraduados con posiciones laborales en la academia o el Estado, para fundamentar una postura radical respecto de los criterios de asignación. Lo anterior justifica un llamado a la prudencia, pero también a la apertura para considerar otras perspectivas, comprometidas con una visión general en beneficio del país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias