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¿Hasta cuándo nos ridiculizan y faltan el respeto?

Alicia Gariazzo
Por : Alicia Gariazzo Directora de Conadecus
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Ha llegado el momento en que los chilenos exijamos respeto. Ya no solo tenemos que aguantar la desigualdad, la corrupción, las injusticias y el desamparo, sino que tenemos que tragarnos diariamente una serie de ideas absurdas. No sé si el neoliberalismo, entre todas las barbaridades que ha creado en el mundo, también lleva consigo que los ministerios de Hacienda de todos los países tengan el poder omnímodo que tienen en Chile.

Hace años que tenemos que soportar todas las sandeces que se le ocurren al ministro de turno, su desprecio a nuestra inteligencia y su prepotencia inalcanzable. Era humillante ver la cara de Velasco cuando nos amenazaba con su renuncia al discrepar de alguna sugerencia de la ciudadanía, incluso la de pagar las Deudas Históricas que aún afectan a muchos chilenos. Ahora, el señor Valdés, con un estilo menos arrogante en la forma, nos amenaza con las penas del infierno, inventadas por él, ante la menor señal de tocar a los grandes empresarios.

La nueva idea genial que ha lanzado sin ningún pudor es que con la tibia reforma de pensiones que está ofreciendo el Gobierno, los sueldos líquidos bajarían un 3% y se perderían 394 mil empleos.

Este ministro miente, miente, que algo queda, “como decía Lenin”, según cree Piñera, o simplemente, no tiene el más mínimo conocimiento de lo que pasa en el mundo.

Los salarios, señor Valdés, según lo enseñan en primer semestre de la Escuela de Economía, se conforman de la relación entre la oferta y la demanda. Mientras menos empleos se ofrecen, los trabajadores aceptan menores salarios y peores condiciones de trabajo. También, las empresas bajan salarios por la precarización del empleo impuesta por el aumento del trabajo desechable, la disminución de los contratos indefinidos versus los temporales y por la debilidad creciente del poder sindical. Es decir la baja de salarios no proviene del pago de una cotización.

[cita tipo=»destaque»]Esta nueva situación que vive el mundo, junto a la pauperización que ha producido el neoliberalismo, (según Oxfam 8 personas cuentan con los mismos ingresos que 3.600 millones), ya está siendo largamente discutida en Europa. Muchos países, hace más de cuarenta años que hablan de la necesidad de entregar en sus países una Renta Básica Universal e Incondicional. De hecho esta ya existe en Alaska hace décadas y es financiada por una Fundación Público-privada.[/cita]

Tampoco la disminución de puestos de trabajo se relaciona con los impuestos que tengan que pagar los empresarios. Estos no despiden trabajadores, porque les salgan más caros, sino despiden a los trabajadores redundantes, es decir a los que ya no necesitan para seguir produciendo lo mismo. Y la disminución de empleos se debe a los cambios tecnológicos que han implementado las empresas, fenómeno que está ocurriendo en Chile y en el mundo. Diariamente se pierden y pronto habrá otros que ya no serán necesarios. De hecho los trabajadores que atendían los medidores de luz, cuyas funciones actualmente se comienzan a hacer online.

Para reforzar esto, podemos tomar el caso de EEUU, país modelo para los economistas chilenos y, seguramente, para nuestro Ministro de Hacienda. Según estadísticas oficiales norteamericanas, que sería raro que el Ministro desconociera, la mayor parte de la pérdida de empleos en dicho país se ha debido a la automatización y a la robotización. Estados Unidos ha aumentado su producción de bienes entre 1987 y 2017 en un 85% y lo ha hecho con una planta laboral que hoy es dos tercios la de 1987.

La OCDE, con la Universidad de Oxford y el Foro de Davos, afirman que la pérdida de empleos en el mundo, de ahora en adelante, será mayor de la que ya se viene produciendo desde el 2000. La UNCTAD en 2016 afirmaba que dos tercios de los trabajos existentes a ese año internacionalmente podrían reemplazarse por robots. Nada de esto constituye una variable en los análisis de nuestro Ministro de Hacienda.

Al parecer “la creación de empleo” se ha convertido en una consigna para la risa, juguetona, casi farandulera, o simplemente mentirosa. Trump agitó en su campaña el discurso de la creación de empleo y actualmente ofrece incentivos fiscales a las empresas para que aumenten la automatización. La Ford y la General Motors ya cuentan con la mayor cantidad de sus plantas automatizadas. La General Motors se jacta de haber inventado los vehículos no tripulados.

Para nuestro Jefe Económico, y los economistas que lo siguen en Chile, la disminución de empleo solo se produce cuando el Estado exige algo a los grandes empresarios. Ahí ellos se enojan, se enfurruñan, hacen una pataleta pateando el suelo, no invierten y se van con su plata a invertir a otra parte. Se les olvida eso de la globalización de la economía y, por cierto, de que en Chile es donde mayores prebendas tienen los empresarios y donde pagan menos impuestos que los pobres. Ignoran que la robotización es tan profunda que algunos analistas concluyen que si los salarios aumentaran en los países del Asia encargados de elaborar la manufactura mundial, la tendencia en los países centrales será disminuir la externalización e instalar las fábricas en sus países, pero esta vez con tecnología artificial. Así, gastarán aún menos que lo que gastan hoy en las Zonas Francas o de Procesamiento de las Exportaciones y continuarán aumentando la productividad.

Esta nueva situación que vive el mundo, junto a la pauperización que ha producido el neoliberalismo, (según Oxfam 8 personas cuentan con los mismos ingresos que 3.600 millones), ya está siendo largamente discutida en Europa. Muchos países, hace más de cuarenta años que hablan de la necesidad de entregar en sus países una Renta Básica Universal e Incondicional. De hecho esta ya existe en Alaska hace décadas y es financiada por una Fundación Público-privada.

Habiendo sido erradicado el keynesianismo, imposible de aplicar por la debilidad del aparato estatal y su entrega al capital privado, es necesario buscar nuevas formas para proteger a las grandes mayorías, compensar estos impactos, impedir que la demanda y el consumo bajen y, por tanto, que las economías se estanquen. Ello no se logra con jubilaciones miserables. No puede ser que en Chile no haya economistas que hablen de lo que ocurre y pretendan engañarnos con análisis simplistas que solo convienen al gran capital.

Fernando Reyes Matta, en un artículo en el Diario Financiero, se sorprendía de los silencios de la clase política chilena y ponía como ejemplo el uso del litio, ya que la tendencia mundial de sustituir combustibles derivados del petróleo por energía eléctrica, pone en primer lugar al litio, que es imprescindible en la confección de baterías. Como el litio se regaló a Ponce Lerou a cambio del dinero para las campañas, en Chile ignoramos algo que es vox populi en Europa y EEUU: el uso de autos eléctricos. En Francia, por ejemplo, el Gobierno anunció que en 2040 no se comercializarán vehículos movidos por hidrocarburos. China ha sobrepasado a EEUU en el uso de autos eléctricos. El litio, fundamental en la construcción de baterías, y por tanto en la generación eléctrica, ha subido de precio y lo continuará haciendo y sus principales reservas se encuentran en Chile, Bolivia y el norte de Argentina. El Ministro no tiene posición al respecto.

En definitiva, el Señor Valdés, si no estuviera preocupado del lugar donde lo van a contratar el próximo año, tendría que desarrollar un análisis mucho más profundo para referirse a bajas de salarios y disminución de empleo. Como no le preocupan las pensiones de los pobres viejos, cada vez más longevos, por ellos mismos, al menos debería concluir, con aritmética simple, que el viejo que no tenga de qué vivir, cargará su sobrevivencia a sus hijos. Recién ahí, en ese caso, será efectiva su preocupación: a los hijos, y quizás a los nietos, sí les disminuirán los ingresos y, por cierto, les aumentará el stress y la carga emocional de tener que hacerse cargo de padres o abuelos, muchos no valentes, especialmente los que ya cuentan con familias propias grandes y bajos salarios.

Exigimos a nuestras autoridades, y a las que pretenden llegar a serlo, respeto, pudor, un mínimo análisis serio y consecuencia. Si no les importa la indignidad de los viejos que carecen de formas de sobrevivencia, ¿por qué no legalizan la eutanasia? A ningún viejo digno le gustará destruir la vida a sus hijos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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