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Lo que crece de los árboles

Fernando Balcells Daniels
Por : Fernando Balcells Daniels Director Ejecutivo Fundación Chile Ciudadano
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Dos hombres jóvenes, economistas y profesores universitarios, publican un artículo igual a decenas de otros sobre la reforma de las pensiones. Ya en la bajada decía…’aumentar el pilar solidario es caro’, “la plata no cae de los árboles”. Las metáforas sobre lo que cuesta ganar el dinero y sobre la necesaria disciplina en su administración, son asombrosamente antiguas, resistentes e impúdicas. Es posible conjeturar que estas sentidas invocaciones a una austeridad de vida, se elaboraron junto al advenimiento de la profesión más antigua del mundo. Seguramente, las prostitutas babilónicas instruían a sus hijas recordándoles que el dinero no crece de los árboles sino que lo hace entre sus piernas. La educación sentimental de geishas y sacerdotisas, a lo largo de los tiempos, instruye sobre la reserva y la administración de ese lugar secreto en el que se sitúa el tesoro más preciado de la humanidad.

No puedo pensar en otra cosa que en el arriendo de los cuerpos cuando me encuentro con jóvenes tan llenos de ese entusiasmo por agradar a los que pagan y son dueños de la razón. No estamos hablando del poder corruptor del dinero. Antes de toda compra-venta y de todo manoseo, hay una disposición propia a ofrecerse y a medirse por el agrado que puede producir tu cuerpo y la inteligencia de tu sermón sobre lo que crece de los árboles y decrece entre las piernas.

[cita tipo=»destaque»]La sospecha ante la gratuidad es un eje fundante de la modernidad. Uno entiende que las escuelas de negocios deben partir por dignificar la contrapartida monetaria de toda prestación corporal. Pero otra cosa es reducir los escasos espacios del amor a la economía.[/cita]

(De modo que todo esto consiste en una indagación sobre el régimen previsional de las trabajadoras sexuales).
En las profesiones de servicios corporales, se aprende más rápidamente que en otros trabajos, que ‘te ganarás el pan con el sudor de tu pecho’. El sudor es doloroso y los líquidos corporales perdidos deben ser recuperados por medio de la aplicación de aceites esenciales de alto costo. Ninguna profesión más esforzada y más disciplinada en la valoración y el cuidado del dinero. Ninguna más cercana a la relación de la naturaleza y del dinero. Es posible que la prostitución sea el modelo de toda otra profesión que ocupa el cuerpo –incluida la mente- como herramienta de trabajo y de consuelo.

Entre los deberes de la analogía está la presentación de los depósitos de época de donde se extraen las imágenes. La de la plata que cae de los árboles, o más bien que dejó de caer, puede datarse bíblicamente en la expulsión del paraíso. Antropológicamente corresponde al momento en que los homínidos bajaron de los árboles para suplementar su dieta arbórea con productos de la caza más ricos en proteínas. Económicamente, la sentencia corresponde a la educación tardía de un niño mimado al que no le ha faltado nada y que sus padres han proveído sin hacer notar el esfuerzo. Literariamente, responde al momento en que la solemnidad liquida todo resto de humor y transforma a un texto cualquiera en un ritual cargante, maltratador y oscuro.

¿Acaso creí’ que la plata cae de los árboles? Es el reclamo de la madre superada por la estupidez del adolescente. Una madre abandonada recientemente. Solo las madres tienen derecho a esta pedagogía del dolor, de lo que cae y lo que va de suyo. Queja que deja aflorar la evidencia de las heridas ocultas en los pliegues de la piel. Dicha por el niño no es más que imitación pero repetida por el joven, es la simulación de un rito de acceso, es un grito destemplado de intimidación. Aquí vengo yo, cuídate dilapidador.

La sospecha ante la gratuidad es un eje fundante de la modernidad. Uno entiende que las escuelas de negocios deben partir por dignificar la contrapartida monetaria de toda prestación corporal. Pero otra cosa es reducir los escasos espacios del amor a la economía. Todavía otra cuestión inaceptable es la infantilización ejercida en contra de la política por una palabrería seudo técnica que desmenuzada, no sabe sumar sin mearse en los calzones.

En algún punto temprano de su historia, la prostitución dejó de ser una tradición familiar respetable y se introdujo la figura del ingeniero en administración, el cafiche, el protector, el primer policía privado de la historia. En ese momento, la artesanía se cambió en industria y la maximización destruyó el cuidado en la presentación estética y verbal del tesoro, que pasó a ser nada más que un producto comoditizado y controlado institucionalmente. Nuestros jóvenes Edipos ya no aspiran a matar al padre ni a entrar en el lecho de la madre, solo quieren administrarla como una franquicia familiar.

El fruto cayó del árbol

Y aun cuando algunos piensan que tienen derecho a ser retribuidos por el solo dolor de existir; aunque otros de verdad creyeran que el dinero cae de los árboles, de todas maneras es inmoral proponer una pedagogía del fruto prohibido como cierre de la conversación pública. El engaño tecnocrático es un veneno que nos retrotrae a la época de un pensamiento bananero originario. Una imagen que solo está en el deseo gay de los economistas.

Ignacio Valente decía que la publicidad es la prostitución de la palabra. Para él, esa perversión que está el origen de toda perversión, ese maltrato del verbo y ese comercio de la palabra, esa indignidad esencial de la época, es la publicidad. Lo que Valente no concluía, aunque lo tenía a la mano, era que la publicidad no es más que la forma verbal de la economía para copar los discursos y las maneras de vivir en sociedad. Valente tuvo que aceptar esa alianza íntima entre los poseedores de la verdad y una política activa de la mentira. Eso es la UDI, esa es la base de la descalificación cultural de la gratuidad en nombre de la técnica y del poder.

Soy todo tuyo

En épocas de desamor patológico, aquí encerraban a los artistas extranjeros para hacerlos decir ‘os quiero, os amo, os adoro’. Esa búsqueda de reafirmación impúdica, esa angustia desesperada del impúber, es lo que se refleja en los ofrecimientos discursivos indecorosos como esta plata que cae de los árboles. Leído al revés, con el método envilecido del demonio, lo que se nos dice al retirarnos la ilusión del árbol de la vida, es que desconfiemos de toda gracia y de toda solidaridad y nos remitamos a vender lo nuestro y a comprar los afectos que nos faltan. Lo demás es poesía.

La vejez, en todo esto, es lo que cae con los árboles, lo que deja de moverse entre las piernas y lo que cada uno debe resolver en soledad. Ojalá, sin que nadie ni nadie diga nada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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