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La trastienda de las candidaturas a las parlamentarias de 2017 Opinión

La trastienda de las candidaturas a las parlamentarias de 2017

Javiera Arce
Por : Javiera Arce Cientista Política, Fundación Chile 21.
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De todos los arreglos institucionales realizados en el Gobierno actual, es de esperar que surtan los efectos esperados, particularmente la modificación del mapa electoral, permitiendo la incorporación de nuevas fuerzas políticas al interior del sistema (situación que ya es posible apreciar en algunos distritos con la mera observancia de los elencos de las listas parlamentarias). Por otro lado, también se espera un incremento en el número de mujeres parlamentarias (este punto es más delicado, debido a que, con el diseño de la lista abierta, la competencia se volverá descarnada). Las únicas ausentes y perjudicadas en toda esta controversia, lamentablemente, fueron las ideas políticas y las propuestas.


El pasado 21 de agosto fueron inscritas las candidaturas a las elecciones parlamentarias de Chile. Este suceso causará mucha expectación no solo a nivel local –que es bastante más limitado– sino también a nivel internacional, pues se estrena la reforma al sistema electoral binominal que sustituyó dicho enclave autoritario por uno de carácter proporcional moderado, que se espera cambie la conformación del mapa político nacional.

No solo se estrena el nuevo sistema electoral sino también una nueva política de alianzas, nuevos pactos electorales, y la temida ley de cuotas de género, que obligó a los partidos a introducir dentro de sus listas parlamentarias un 40% de mujeres como candidatas.

Se esperaba que este sistema electoral desincentivara el uso de primarias, pues se incrementaba el número de posibilidades de llevar más candidaturas. Se esperaba, además, que los procesos de negociación se agilizaran y a las mujeres se les facilitara el ingreso a las nóminas de candidaturas; sin embargo, al parecer las cosas se complicaron y no fue fácil alcanzar los tan esperados acuerdos.

En primer lugar, se observó el quiebre de la centroizquierda, que ante la bajada de Ricardo Lagos Escobar polarizó los ánimos y propició la insistencia de la Democracia Cristiana (DC) de ir con su candidata Carolina Goic hasta la primera vuelta. Esta situación gatilló una política de alianzas del polo más “progresista” de la Nueva Mayoría, que decide articular una lista parlamentaria excluyendo a la DC, que se vio en la obligación de construir una lista parlamentaria propia, ante la negativa de un sector del progresismo de aceptar la conformación de una sola lista llevando dos candidatos presidenciales.

Por otro lado, la derecha sufrió un quiebre en el cual nacieron nuevas agrupaciones políticas, que están apostando a reagruparse en la centroderecha: Red Liberal, Ciudadanos, Todos y Amplitud (en su pacto electoral Sumemos), acorralando a la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN) hacia la extrema derecha (Chile Vamos, que logró incluir además a Evopoli). Y, finalmente, el Frente Amplio (FA), que incluye a 13 movimientos políticos, destacando entre ellos Revolución Democrática y el Movimiento Autonomista.

La construcción de las listas parlamentarias no estuvo exenta de polémicas asociadas a lo que es conocido en la ciencia política como “el jardín secreto de la nominación”, que hace referencia a la dimensión informal del reclutamiento político. Material de sobra proporcionó el FA, a través de los medios de comunicación, acerca de cómo esta dimensión informal explota hasta en los recónditos espacios donde se promete la construcción política desde la “pureza” y estándares éticos “superiores” a la vieja política. Sobre este punto, es importante mencionar lo siguiente: en política siempre el perdedor de una elección –Mayol– buscará algún tipo de recompensa que le asegure una retribución efectiva –por eso la insistencia del candidato perdedor de la primaria del FA de ir en el Distrito 10 en la lista de RD–, pues esta obtendría la mayor cantidad de votos y, de esta manera, Jackson “arrastraría” a Mayol, o viceversa, obteniendo ambos un escaño.

Toda esta ingeniería electoral se expresó en los intensos llamados telefónicos y audios revelados a la prensa con supuestas agresiones y violencias “de género” contra la candidata –de la cual conocemos muy poco–, quien esgrimió dicho argumento para invalidar la postura de Mayol y así impedirle ingresar a la nómina de candidaturas del pacto electoral.

Luego de todo este escándalo público, informaron, a través de un comunicado, la resolución de la controversia, ofreciéndole el mismo cupo inicial, perjudicándolo, como era de esperar, y extendiendo la oferta inicial, ya que irá solo dentro del pacto y no tendrá acompañantes que le permitan incrementar su votación y, así, disputar en igualdad de condiciones, entre las otras duplas y tríos, un escaño dentro de la lista. Es decir, como no existen subpactos, cada partido ingresa al pacto con sus candidatos (2 a 3), y cada uno aportará al total de la suma de votos, y el más votado de cada uno de los partidos que se encuentre presente en ese pacto alcanzará el escaño. En castellano: Mayol deberá superar toda la votación del partido de Jackson (la votación de Jackson + Castillo + Winter), superar además la votación de Figueroa y sus acompañantes. En conclusión, Mayol logró entrar en el pacto, pero salió perjudicado y, gracias al diseño propuesto, será muy difícil que logre convertirse en diputado.

[cita tipo=»destaque»]Es importante agregar, en este punto, que la especialización de las tareas de negociación al interior de los partidos y coaliciones, sumada a la especulación misma del proceso, hace que las mujeres sean excluidas de los espacios de decisiones. Situación que provocó verdaderas moledoras de carne para las nuevas desafiantes, quienes fueron tratadas primero de “acompañantes”, para luego ser puestas en las nóminas como monedas de cambio, para llegar a acuerdos con las contrapartes, poniéndolas en espacios de excesiva competencia, con prácticamente nulas posibilidades de resultar electas. Por otro lado, las mujeres fueron desplazadas a los distritos donde hiciera falta “rellenar” con mujeres para “pagar la cuota de género”.[/cita]

En todos los otros pactos, la situación no fue distinta a la del FA (como fue el caso de Insulza y sus declaraciones y cartas públicas). La negociación de listas parlamentarias entre los “operadores” dejó a muchos lesionados y lesionadas. En el caso del nuevo pacto “Fuerza de la Mayoría” (de la Nueva Mayoría Progresista), acabó por perjudicar a las regiones, instalando nuevamente la molestia con el centralizado proceso de negociación y conformación de listas, imponiendo una serie de candidaturas a nivel central, propiciando verdaderas batallas campales dentro de los partidos, ante las exigencias de instalar a uno(a) determinado(a) candidato(a).

Se expresaron relaciones de asimetría territorial, que dejaron en evidencia los bajos niveles de democracia interna que existen al interior de los partidos políticos (todos sin excepción). Asimismo, ante la imposibilidad de hacer primarias legales, pues la coalición no resolvió sus controversias internas por medio de este mecanismo y dio paso al quiebre de la alianza, la decisión de conformar listas parlamentarias se basó solo en intensos procesos de negociación.

De acuerdo a lo relatado por algunos protagonistas –qué raro, en su gran mayoría hombres–, se presentaron dificultades tanto para asignar cupos a cada partido del pacto, así como también en la forma de conciliar la normativa de la cuota de género, que acabó por transformarse en un verdadero problema para los negociadores. Dificultades que hicieron incluso declarar al senador Andrés Zaldívar, quien «promovió” revisar la norma.

Es importante agregar, en este punto, que la especialización de las tareas de negociación al interior de los partidos y coaliciones, sumada a la especulación misma del proceso, hace que las mujeres sean excluidas de los espacios de decisiones. Situación que provocó verdaderas moledoras de carne para las nuevas desafiantes, quienes fueron tratadas primero de “acompañantes”, para luego ser puestas en las nóminas como monedas de cambio, para llegar a acuerdos con las contrapartes, poniéndolas en espacios de excesiva competencia, con prácticamente nulas posibilidades de resultar electas. Por otro lado, las mujeres fueron desplazadas a los distritos donde hiciera falta “rellenar” con mujeres para “pagar la cuota de género”.

Además, las candidatas más competitivas sufrieron los apremios de la negociación política, siendo efectivamente violentadas y maltratadas, terminando muchas de ellas desplazadas de sus cupos, a manos de “independientes” que pusieron fuertes requisitos para ingresar a las listas de los partidos.

Por su parte, en Chile Vamos (cuyos miembros manejaron más herméticamente su proceso de negociación, y del cual sabemos muy poco) debió el mismo Sebastián Piñera dirimir las controversias y “bajar” candidatos, por el bien de la coalición. Demostrando que la reforma electoral no cambió en nada las formas oscuras de selección de candidaturas.

Asimismo, llama la atención la enorme cantidad de candidatos y sobre todo candidatas desconocidas que “acompañan” a los y las “incumbentes”, quienes al parecer, en un delirio de persecución, decidieron blindarse a través del uso de candidaturas débiles, conocidas en el ámbito político como “candidaturas galleta”, para poder mantener sus escaños.

En algunos distritos, la situación llega a ser contradictoria, pues la conformación de la lista de algunos partidos con un(a) incumbente es de tan baja competitividad, que incluso se está arriesgando su capacidad de reelección, ya que las “galletas” son las que menos daño le hacen en términos de votación al interior de la competencia intrapartidaria de la lista, pero no benefician en absoluto la votación general de tal lista, que deberá medirse con otros listados altamente competitivos.

Esta lógica de “aseguramiento” del triunfo es lo que Siavelis y Carey (2003) llamaron “el seguro del subcampeón” en el marco de la negociación del sistema binominal, en que un candidato fuerte, en vez de apostar a maximizar su rendimiento electoral con otro de igual relevancia, para así doblar en votación y apropiarse de dos escaños, decidía que su compañero(a) de lista fuera débil, para alcanzar más fácilmente el escaño, una especie de “seguro” para ganar, pero que además significaba, ante la obtención del Ejecutivo, que se le pagaría a ese  “subcampeón” o “candidatura galleta” con un cargo en el nuevo Gobierno. Por muchos años, la Concertación operó de esta manera, sin embargo, la cultura de andar ofreciendo “seguros” para evitar maximizar el rendimiento electoral del contendor se mantuvo a pesar de no tener claro el próximo escenario electoral presidencial, por lo que resulta incomprensible la conformación de listas de baja competitividad en distritos claves.

De todos los arreglos institucionales realizados en el Gobierno actual, es de esperar que surtan los efectos esperados, particularmente la modificación del mapa electoral, permitiendo la incorporación de nuevas fuerzas políticas al interior del sistema (situación que ya es posible apreciar en algunos distritos con la mera observancia de los elencos de las listas parlamentarias). Por otro lado, también se espera un incremento en el número de mujeres parlamentarias (este punto es más delicado, debido a que con el diseño de la lista abierta, la competencia se volverá descarnada).

Las únicas ausentes y perjudicadas en toda esta controversia, lamentablemente, fueron las ideas políticas y las propuestas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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