Publicidad

El nuevo clivaje populista en Chile

Tomás Fuentes Barros
Por : Tomás Fuentes Barros Cientista político.
Ver Más


La palabra del año 2016 fue “populismo”, de acuerdo con la medición realizada por la agencia EFE y la Fundación BBVA. El populismo, antaño reservado como adjetivo descalificativo para pintorescos caudillos del tercer mundo, hoy ha devenido en un fenómeno político de insospechado alcance. Como se argumenta a continuación, el populismo hoy se está transformando en un nuevo clivaje político. A diferencia de lo que muchos pensaban (en Chile las instituciones funcionan acuñó un ex Presidente años atrás), nuestro país no está en caso alguno inmunizado en contra de este mal.

Una primera lección que nos enseña la política alrededor del mundo hoy día es que la tradicional escala izquierda-derecha ya no es suficiente para explicar la realidad política en casi ninguna parte. En diferentes latitudes, partidos tradicionales como el socialismo, en Francia y España, se desploman y sus apoyos se van hacia nuevas fuerzas populistas. Fuerzas de extrema derecha adquieren inusitada fuerza en países como Alemania y Francia, solo por mencionar algunos. De modo más dramático tal vez, el Brexit y la elección de Trump pusieron arriba de la mesa que los partidos tradicionales han mostrado poca capacidad de reacción frente a nuevos problemas sociales y los electores se han volcado hacia nuevas respuestas.

Los clásicos partidos que décadas atrás movilizaron masas hoy luchan con nuevos movimientos y liderazgos carismáticos que parecen robarles la película (y los votos). La literatura había documentado hace años el fenómeno de declive de los partidos, caracterizado por una caída en los niveles de confianza y en la militancia en dichas organizaciones. Pero ahora, la realidad parece haber avanzado un paso más allá. Alrededor de todo el mundo, líderes, partidos y/o movimientos populistas comienzan a adquirir cada vez mayor protagonismo las portadas de los diarios, la agenda política, y en algunos casos, en los recuentos de votos.

[cita tipo=»destaque»]El tema de la economía se inscribe precisamente en el clivaje populista. Ahí es donde la centroderecha no solo debe mostrar sus credenciales de buena gestión y alta capacidad técnica. También se debe resaltar que el dilema este 2017 es entre el populismo en el que cayó la Nueva Mayoría, y que también impulsan actores como el Frente Amplio y MEO, por un lado, o un camino basado en el progreso responsable a la vez que solidario que defiende la centroderecha, por otro.[/cita]

Para entender la profundidad, y el peligro, de la amenaza populista, hay que comenzar aceptando que el populismo no se agota en solo ofrecer una alternativa política inmediatista (aquí y ahora) llena de atajos y que se salta las instituciones. No, el populismo del siglo XXI es mucho más complejo y con raíces más profundas. Como señala José María Lassalle, intelectual del PP español y autor del libro Contra los populismos (2017), los populismos buscan construir una alteridad o tensión amigo-enemigo. Ese es su motor. Para eso, definen como enemigos a las clases acomodadas, a los inmigrantes y/o al establishment político, etc. El populismo, que Lassalle aclara que puede venir desde la izquierda o la derecha, se planta sobre una construcción discursiva que divide a la sociedad en dos. A través de dicotomizar la sociedad, los populistas irrumpen en la escena política reconstruyendo identidades antes dislocadas. En otras palabras, el populismo del Siglo XXI se ofrece como una alternativa identitaria sobre todo para aquellos ciudadanos en tierra de nadie, que no ven respuestas en el sistema político.

Dicho de otro modo, el gran peligro del populismo del Siglo XXI es que cuenta con un gran espacio para movilizar en torno a temas o conflictos que causan gran división en las sociedades (inmigración, tamaño del Estado, etc) pero sobre los cuales las elites tradicionales parecen no ofrecer alternativas claras y distinguibles. Lo anteriormente señalado atañe particularmente a aquellos ciudadanos que sufren el efecto tenaza de un Estado no los considera prioridad y un mercado para el cual tampoco son sujetos de crédito o al cual acceden en condiciones injustas, afectando negativamente con ello su percepción de las instituciones, el mercado y la democracia. Es ahí, con esos ciudadanos que se sienten en “tierra de nadie” donde el fenómeno populista encuentra tierra fértil para crecer.

Este populismo del Siglo XXI es tan atractivo, que tradicionales fuerzas políticas democráticas se comienzan a inclinar hacia esas líneas, como ocurre con el laborismo en Reino Unido. La pregunta importante entonces: ¿Es Chile inmune a esta marea populista? No, de modo alguno. La profunda crisis de desafección y el declive del sistema de partidos abren la puerta para la emergencia de estos nuevos populismos, que ya lo vemos en el proyecto del Frente Amplio y el discurso que ha adoptado MEO, pero del que también se ven esbozos en la toma de decisiones del gobierno de la Nueva Mayoría. El gobierno de M. Bachelet y su círculo de hierro optaron por una visión polarizante de Chile y políticas estatistas de acervo populista, atizada por grupos de interés como la CONFECH y la CUT, que ven ganancias en crear una artificial división entre chilenos buenos y chilenos malos, entre los de aquí y los de allá. La metáfora de los patines se entiende solo a la luz de esa noción populista descrita anteriormente.

¿Cuál es el desafío de la centroderecha frente a este escenario? Hoy, las fuerzas de centroderecha enfrentan un desafío histórico en Chile que no se agota en ganar la elección presidencial. Primero, una tarea a la que se ve convocada la centroderecha hoy es a explicar por qué la democracia representativa y la economía de libre mercado, ambas fundadas en torno a los derechos y la libertad del individuo, son el mejor camino para el desarrollo y la realización personal y familiar en comparación con las ofertas populistas y estatistas. Segundo, tenemos la responsabilidad de defender el principio de que la libertad, en un sentido amplio, solo se garantiza con instituciones sólidas, respecto a los individuos y representación democrática.

En estas históricas elecciones presidenciales de 2017, la economía será un asunto fundamental en torno al cual muchos chilenos reflexionarán retrospectivamente al momento de decidir su voto. El tema de la economía se inscribe precisamente en el clivaje populista. Ahí es donde la centroderecha no solo debe mostrar sus credenciales de buena gestión y alta capacidad técnica. También se debe resaltar que el dilema este 2017 es entre el populismo en el que cayó la Nueva Mayoría, y que también impulsan actores como el Frente Amplio y MEO, por un lado, o un camino basado en el progreso responsable a la vez que solidario que defiende la centroderecha, por otro.

La centroderecha y su opción presidencial tienen el gran desafío de plantarle cara al clivaje populista y restaurar el valor de las instituciones y la vida republicana.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias