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Pobreza en Chile: no basta con dar, hay que convocar

Juan Carlos Feres
Por : Juan Carlos Feres Presidente Fundación Superación de la Pobreza
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Para superar pobreza hoy, debemos superarnos a nosotros mismos, y construir entre todos nuevos arreglos culturales, sociales y políticos, donde la acción sobre la pobreza y la agenda de desarrollo no sean más que dos facetas de una misma estrategia.


La conmemoración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza es el contexto que elegimos para entregar a los comandos presidenciales nuestra propuesta de política social «Umbrales Sociales para Chile» que plantea propuestas para abordar los problemas generados por el tipo de convivencia que tenemos y que comienzan en las relaciones que el Estado genera con las personas y familias.
Tras 22 años de experiencia interviniendo en contextos de pobreza y vulnerabilidad, a través del Programa Servicio País, y realizando periódicamente estudios cualitativos y cuantitativos a lo largo de todo el territorio nacional, nos hemos formado un conjunto de convicciones. La que nos parece pertinente levantar con más fuerza hoy día es aquella relativa al hecho que la pobreza tiene una marcada dimensión relacional. Es decir, se genera y perpetúa no sólo porque hay necesidades básicas insatisfechas, sino también porque las personas suelen verse afectadas por relaciones de exclusión, subordinación, asistencia y dependencia excesiva; lo que coarta su autonomía y el dominio sobre su propia vida, así como sus posibilidades de desarrollo.

Los alivios a la pobreza, tales como bonos, empleos de emergencia o subsidios monetarios, suelen generar en las personas efectos positivos, no lo vamos a negar, pero sólo durante períodos relativamente cortos de tiempo. Con frecuencia, los niveles de satisfacción de estos “beneficios” presentan una curva decreciente. Ya sea porque la calidad del bien o servicio no es buena, o porque sus formas de suministro resultan humillantes o vergonzantes, dado que las personas deben ser fichadas o rotuladas en diversos niveles de pobreza, «compitiendo» entre ellas. Además, manifiestan un desaliento progresivo, sensaciones de aislamiento social y falta de autonomía, lo que las lleva a conceptualizar su realidad como “pobreza encubierta”.

Durante décadas el país ha realizado grandes y sistemáticos esfuerzos por apoyar económicamente a quienes perciben menos ingresos. Y si bien la gente tiene mucho más que antes, no ha logrado la autonomía y la libertad que caracteriza un estado de no pobreza.

No se trata de desacreditar el papel que han cumplido décadas de políticas públicas enfocadas en dar alivio a la pobreza, por medio de algunos bienes y servicios. Pero no se puede negar que cuando la propia vida está sometida a relaciones y fuerzas incontrolables que disminuyen la capacidad de tomar decisiones, de auto-gestionar medios de vida, de innovar y emprender individual o colectivamente, la experiencia de la pobreza persiste y se reproduce, aunque el bienestar material haya aumentado. Un ejemplo de ello son las dinámicas culturales que se están dando por la acción del narcotráfico en nuestras poblaciones.

Por ello, se hace imperativo que los programas sociales dejen atrás las antiguas concepciones de la pobreza y del sujeto que la experimenta. De allí que proponemos un nuevo esquema de política, donde seamos capaces de no solo DAR sino CONVOCAR a las personas en pobreza, desarrollando y movilizando sus capacidades, e invitando al mismo tiempo a los distintos grupos sociales a construir una sociedad que reparta más equitativamente las oportunidades y respete los derechos de todos en pos de forjar un destino común.

Esto pasa también por modificar la visión de que la pobreza se supera sólo interviniendo en las personas y en su ámbito doméstico, cuestión que invisibiliza el hecho que estas se relacionan y adquieren poder en el marco de la interacción que establecen con su entorno, con las comunidades locales a que pertenecen y con el entramado institucional.

Por ello nos asiste la convicción que la falta de participación, el centralismo, la segregación y la atomización social, están a la base de este complejo mecanismo reproductor de la pobreza de capacidades. Por lo tanto, para superar pobreza hoy, debemos superarnos a nosotros mismos, y construir entre todos nuevos arreglos culturales, sociales y políticos, donde la acción sobre la pobreza y la agenda de desarrollo no sean más que dos facetas de una misma estrategia.

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