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La DC ante una segunda vuelta Opinión

La DC ante una segunda vuelta

Rodolfo Fortunatti
Por : Rodolfo Fortunatti Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Autor del libro "La Democracia Cristiana y el Crepúsculo del Chile Popular".
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Desde luego, resultaría fatal –y especialmente contradictorio en quienes defienden el sufragio obligatorio– que llamara a la libertad de acción o promoviera la abstención y el voto en blanco. Y constituiría un gesto insuficiente que, mientras declara «no votaremos por Piñera», hiciera lo mismo que ME-O frente a Frei en 2010.


Es difícil que la elección presidencial se dirima el 19 de noviembre. Lo más probable es que, dada la gran cantidad de candidaturas y la amplia dispersión de las preferencias ciudadanas, ninguna obtenga la mayoría absoluta, y los electores deban ser convocados para el domingo 17 de diciembre. Siendo así, quienes se mantengan en competencia iniciarán desde el primer minuto la búsqueda de nuevos apoyos, lo que abrirá una etapa de conversaciones entre partidos y aspirantes con el propósito de fijar las prioridades programáticas, conformar la eventual coalición de Gobierno y prefigurar los elencos que se harán cargo de llevar a cabo las políticas acordadas.

Lo que resuelva cada colectividad será crucial, pues una definición que se juega en los márgenes les exigirá actuar con oportunidad, asegurar la disciplina de voto y procurar la asertividad de los mensajes destinados al potencial elector. Estos desafíos son mayores en la centroizquierda, que muestra una más alta diferenciación de candidaturas y propuestas. Recordemos que la centroderecha logró resolver esta diversificación a través de las primarias y, de paso, fundir en un programa común las ofertas de Felipe Kast, Ossandón y Piñera. Sin embargo, el sostenido crecimiento que exhibe la candidatura de José Antonio Kast, cuyo proyecto ultranacionalista trasciende la actual coyuntura, es un disparo a la línea de flotación de Chile Vamos y un fenómeno que torna aún más competitiva la elección.

Por eso, tanto Kast como la Democracia Cristiana jugarán un rol estelar en el escenario que emerge el 20 de noviembre. Kast porque es el parteaguas de la derecha que viene a arriesgar el triunfo de uno de los suyos; pero, sobre todo la DC, porque es el principal partido de la Nueva Mayoría, el conglomerado del cual, finalmente, saldrá la persona que se confrontará con Piñera en la segunda vuelta.

[cita tipo=»destaque»]Por eso, tanto Kast como la Democracia Cristiana jugarán un rol estelar en el escenario que emerge el 20 de noviembre. Kast porque es el parteaguas de la derecha que viene a arriesgar el triunfo de uno de los suyos; pero, sobre todo la DC, porque es el principal partido de la Nueva Mayoría, el conglomerado del cual, finalmente, saldrá la persona que se confrontará con Piñera en la segunda vuelta.[/cita]

La decisión que adopte la DC adquiere así una enorme gravitación. No es algo baladí que su apoyo a la candidatura de centroizquierda lo entregue antes o después del 19 de noviembre. Tampoco es indiferente que tome la determinación en un consejo en lugar de hacerlo en una junta nacional. Desde luego, resultaría fatal –y especialmente contradictorio en quienes defienden el sufragio obligatorio– que llamara a la libertad de acción o promoviera la abstención y el voto en blanco. Y constituiría un gesto insuficiente que, mientras declara «no votaremos por Piñera», hiciera lo mismo que ME-O frente a Frei en 2010, cuando a cinco días del balotaje afirmó vago e impreciso: «Ante esta coyuntura histórica y ante la incertidumbre de que la derecha pueda llegar a impedir la marcha de Chile hacia el futuro, es de mi responsabilidad contribuir para que eso no ocurra, por tanto, declaro formalmente mi decisión de apoyar al candidato de este pueblo, el del 29 por ciento de chilenos que votaron el 13 de diciembre». Una declaración del partido, tardía y enrevesada como esta, carecería de valor.

Lo más razonable sería que en los días siguientes a la elección se pronunciaran los dos órganos máximos de deliberación de la tienda: el consejo y la junta. El primero, para validar en la misma jornada del lunes 20 la victoria y la continuidad de la propia candidatura DC, o, por el contrario, expresar sin vacilaciones el respaldo de la colectividad a la opción de centroizquierda que se imponga para enfrentar a la derecha. La segunda instancia, para comprometer ese fin de semana la adhesión del partido a la conducción política interna que habrá de afianzarse o que surja con el nuevo escenario.

Porque, si este nuevo contexto fuese auspicioso, la actual mesa recibiría de la asamblea el voto de confianza hacia su gestión; pero si, en cambio, fuese desastroso, el cónclave posee las facultades para operar la renovación de directiva y, de este modo, remontar la crisis que, como la que se verificó con la renuncia del senador Jorge Pizarro el año pasado, amenace con generar un vacío de poder.

En un partido con vocación institucional, como ha demostrado ser la práctica de la Democracia Cristiana, son sus estatutos, sus órganos regulares y sus estructuras, los que garantizan la cohesión interna y la unidad de propósitos. Ensayar atajos tales como apelar a comisiones de ética ad hoc, a «hombres buenos», o a figuras religiosas, según solía hacerse en el siglo pasado, lo único que consigue es agudizar las tensiones y conflictos que se quieren sortear.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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