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Democracia representativa y el fantasma de la abstención Opinión

Democracia representativa y el fantasma de la abstención

Hoy que parte el proceso de elecciones parlamentarias y presidenciales persiste la interrogante que nos invita a reflexionar como organizaciones de la sociedad civil y ciudadanía en general ¿Cuánta representatividad política tendrá el proceso electoral ad portas? Un escenario de alta abstención hace inevitable pensar en la necesidad de cambios profundos y estructurales para que la participación política de la ciudadanía sea reconocida constitucionalmente como un derecho humano. La visión de la sociedad civil es que esto se puede lograr removiendo el principal determinante y cerrojo del orden actual, es decir, la Constitución del 80.


Hoy, nuevamente, el fantasma de la abstención acecha a la democracia representativa, factor determinante de la próxima elección presidencial, según varios expertos. Las elecciones municipales del año pasado, donde un 65% de chilenos y chilenas no asistieron a votar, mostraron claramente la crisis de representatividad política que vive Chile. Existen muchos análisis que fundamentan esta crisis: desconfianza en las instituciones, desencanto de la política tradicional y partidista, falta de credibilidad de la ciudadanía hacia los parlamentarios y autoridades, corrupción, incredulidad en la posibilidad de cambios reales para las vidas de los ciudadanos, y en general desafección con la democracia representativa.

Son varios los factores que se suman en esta ecuación política. Según un estudio de la PNUD titulado “Participación electoral: Chile en perspectiva comparada 1990-2012” la disminución electoral en número de votantes ha venido avanzando desde el inicio de la transición a gobiernos civiles, situación que no logra ser revertida con la instauración de la inscripción automática y el voto voluntario. Más bien, esta reforma visibilizó de manera aguda este fenómeno. Por ejemplo, en la elección municipal del 2012, la primera donde se aplica esta nueva modalidad de voto, el número de personas que asiste a votar disminuye en casi un 17%. En esta misma línea al analizar los motivos por las cuales las personas no fueron a votar muestra que el 40% de quienes declaran no haber ido a votar en la última elección presidencial del 2013 manifiestan que la principal razón es porque “la política no le interesaba”. Debido a eso, pareciera que uno de los factores que más incide en la abstención electoral es el distanciamiento de los ciudadanos con la política.

Ahora la duda es ¿cómo se puede recuperar esa “confianza” en la política, más allá del voto per se? Una de las alternativas que se discute en los espacios de incidencia política de las organizaciones de la sociedad civil, es refundar el concepto de democracia representativa por uno de democracia participativa, la que requiere de una nueva constitución, donde los mecanismos de participación sean explícitos, tales como, la iniciativa popular de ley, el plebiscito, el referéndum revocatorio, etc.

La sociedad chilena necesita y demanda mayores y distintas formas de participación de carácter resolutivo, incidente y vinculante según sea la materia, puesto que la participación existente niega la actoría social y política de la sociedad civil, y no garantiza los derechos civiles y políticos de la ciudadanía. Si bien la ley 20.500 sobre Asociaciones y Participación Ciudadana en la Gestión Pública, reconoce derechos y mecanismos de participación, como los Consejos de la Sociedad Civil, cuentas públicas participativas y unidades de participación ciudadana en los servicios públicos, están lejanas de ser incidentes y vinculantes.

La demanda más significativa de las últimas décadas por parte de organizaciones de la sociedad civil para construir una democracia participativa, es la realización de una Asamblea constituyente que elabore una nueva Constitución que represente a la diversidad de sectores sociales, políticos y culturales, que componen a la sociedad chilena del siglo XXI.

Es necesario destacar que a pesar de que esta situación de crisis de representatividad del sistema político es ampliamente conocida, no se han propuesto ni realizado acciones conducentes a revertir la baja participación electoral. Independiente de los cálculos políticos no deja de sorprender que se haya optado por no reconocer las causas de la alta abstención, manteniendo el status quo, y aceptando el hecho de que lo importante es ser elegidos y elegidas, sin considerar cuanta representatividad logren, pues en definitiva ha imperado el interés por acceder al poder que otorga ocupar un cargo de elección popular. Desde el 2012 el futuro político del país está siendo decidido por menos de la mitad del universo de votantes. Adicionalmente, diversos estudios de opinión pública plantean que la abstención será mayor en los sectores populares, un 65,44%, mientras que en el sector ABC1 un 73% asegura que sí irá a votar en las próximas elecciones, lo que le agrega un componente de desigualdad a la participación política.

Chile, según el estudio del PNUD es el único país en América Latina que ha disminuido la participación en las elecciones durante el periodo democrático, los otros países la han mantenido o aumentado. ¿Qué podemos hacer para revertir esta situación? No hay una respuesta simple.

Pero si hay una medida inmediata, para iniciar el proceso de cambio hacia una democracia participativa, VOTAR en estas elecciones

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