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El malestar social en la segunda vuelta

Francisco Flores R.
Por : Francisco Flores R. Magister en psicología, mención Psicoanálisis y Diplomado en Filosofía y Psicoanálisis (Buenos Aires ). Director ONG Mente Sana.
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El malestar social es la vivencia de desasosiego o profundo inconformismo, refractario incluso a la propia experiencia personal y social de progreso. Y que en Chile tiene una diversa y profusa sintomatología, como por ejemplo los altos indicadores negativos en salud mental. La paradoja del bienestar la denominan.

El innegable éxito del liderazgo de Beatriz Sánchez y el Frente Amplio, medido por su irrupción y crecimiento, supo capturar, esta por verse si elaborar, la latencia de tal malestar. En léxico psicoanalítico, poner en palabras (programa) e imagen (liderazgo). Reforzado además y esto es clave a mi juicio, por la percepción de constituir una comunidad política, con altos grados de consistencia, más allá de lo meramente programático. Algo muy distinto a la de los partidos de la centro izquierda de la NM, percibidos como meras asociaciones, unidos solo por pactos instrumentales precarios y muchas veces bastante opacos.

Dada la participación electoral entre 2013 (49,35%) y 2017 (46,82%), permite suponer que un numero significativo de votos del FA, viene de votación NM. Tránsito producto de un juicio que identifica un agotamiento de aquellas fuerzas políticas que la conforman, para profundizar y extender la acción de las reformas. Los sucesivos hechos de corrupción y muchos de ellos, enfrentados solo como un asunto de índole jurídica, han sido el corolario de tal desencanto.

Digo con esto también, que este perfil de electorado no necesariamente tiene el juicio radical y globalmente critico, respecto al conjunto de la transición y de sus gobiernos de centro izquierda. Es importante hacer notar que existe una densa franja de decantamiento. Por una parte, aquellos que ven al FA como la extensión y/o renovación de un impulso transformador agotado, subyugado e incluso distorsionado por prácticas y estilos viciados. Y por otra también coexiste, en otro lado del borde; quienes aun confían en recuperar la fidelidad al acervo histórico de lo constituido históricamente como proyecto. Esta por verse si esto seguirá siendo posible.

A mi modo de ver esto da luces del próximo futuro, y puede ser muy ilustrativo de como el conjuntos de las fuerzas de izquierda y progresistas deben enfrentar la segunda vuelta.

La adversidad presente nos abre una puerta al pasado. La historia del ascenso del movimiento popular chileno (fuerzas sociales y políticas) muestra que este ha sido un camino progresivo de acumulación. Pero no solo de fuerza social, lo que es bastante obvio, sino de una creciente y progresiva radicalidad (no necesariamente radicalización).

[cita tipo=»destaque»]La disputa por un sentido común alternativo necesita, a modo de capas de cebolla, desprenderse de naturalizaciones culturales. Ir corriendo el cerco. Por eso las fuerzas conservadoras han entendido rápidamente, casi de modo instintivo, lo que está en juego. Por eso es un grave error histórico no tomar posición activa, respecto a lo que se dirime estructural y culturalmente, más allá incluso de los actores que lideran.[/cita]

El triunfo de Salvador Allende ocurre luego de una experiencia profundamente reformista de la sociedad chilena, como lo fue la “Revolución en Libertad”. El mismo tránsito de la Concertación a la Nueva Mayoría, ha sido una camino progresivo hacia una mayor radicalidad para enfrentar las bases del modelo en régimen. ¿No es el mismo Frente Amplio que experimenta su fuerte emergencia, en el mas reformista de los gobiernos post transición?

La lucha política también es disputa contrahegemónica. La conciencia social e incluso la psiquis individual no solo es producto de actividad material o cerebral. También del soporte cultural, ético y político donde se estructura, el espacio societal donde se interrelaciona. Por eso un creciente y progresivo ejercicio de derechos sociales básicos, de expansión de la libertad cultural, de poder historizar el sentido común imperante, va propiciando de mejor forma la profundización de los mismos derechos sociales y cultivando una cultura de deliberación y protagonismo social.

La disputa por un sentido común alternativo necesita, a modo de capas de cebolla, desprenderse de naturalizaciones culturales. Ir corriendo el cerco. Por eso las fuerzas conservadoras han entendido rápidamente, casi de modo instintivo, lo que esta en juego. Por eso es un grave error histórico no tomar posición activa, respecto a lo que se dirime estructural y culturalmente, mas allá incluso de los actores que lideran.

La “agudización de las contradicciones” en alguna de sus variantes, pasiva o activa, puede llevar por el contrario, a una etapa y ciclo de regresión de impredecible longitud, de restauración de sentidos comunes profundamente conservadores, de dilemas dentro de su propio campo hegemónico, sobretodo en una sociedad como la chilena con un control cultural tan desbalanceado. El terreno más fértil para seguir el camino de profundización democrática de los derechos políticos y sociales, es no interrumpir este flujo.

Las fuerzas de izquierda tienen esta vez, en cualquiera de su variantes, el principal desafío y responsabilidad de encontrar los cauces, que no frustre el claro mensaje por seguir el camino de reformas y transformaciones. Desde las municipales de 1971, que no se lograba un resultado electoral de esta envergadura. Mucho agua ha pasado bajo el puente y no solo agua desgraciadamente, para no limitar la dispersión tan características de sus peores derrotas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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