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La derecha silente y el ocaso del cambio


Detrás del día de gloria de Sebastián Piñera, no hay un futuro auspicioso para la derecha. Si para la izquierda Guillier representaba nada más que un mal menor y un testimonio espurio de unidad, en el caso de Piñera no es muy diferente, más que por su figura, por su eje político y sus equipos. Su comparsa es la misma de hace ya algunos años y aunque el mundo avance a un ritmo vertiginoso, Chile Vamos sigue estando liderado por los sectores más conservadores del populismo patronal chileno (como mencionaba un analista hace algunos días) o al menos eso es lo que hablan los hechos, frente al relato mediático y comunicacional.

Luego de la votación del expresidente, gran parte de la agenda la acaparó la performance de José Antonio Kast, sentado junto a la mesa 1 del Estadio Nacional intentando ser apoderado de mesa frente al repudio de sus opositores. Más allá del disturbio y de los cuestionables comportamientos democráticos de la izquierda en la instancia del proceso eleccionario, llama la atención que en prácticamente todos los medios cobró una atención importante este hecho (junto con las rutinas repetidas de Bombo Fica).

El emblema del libertarismo de ultra derecha fue en definitiva un actor fundamental de la jornada. Al ver a su pariente Felipe Kast, “el progresista”, repitiendo la misma cuña que ha mencionado durante los últimos 10 meses sobre los niños y la crisis del SENAME, nos queda claro que el proyecto de país del mundo progresista queda en un lugar difuso. Tanto el Kast liberal, como el conservador basan sus discursividades en emblemas reaccionarios que se oponen a la izquierda, solamente como un negativo del imaginario instalado desde la vuelta a la democracia por la concertación, la diferencia es que el ultramontano José Antonio encarna su ideal de estado autoritario y religioso, mientras que el mozalbete progresista nos habla nuevamente de los niños y que hay que ponerlos primeros en la fila, sin dar contenido ni contorno a su visión de país, un discurso profundamente amarrado por sus alianzas políticas.

[cita tipo=»destaque»]El proyecto del nuevo conglomerado los conmina a salir del cómodo silencio de los medios de comunicación, de los papers académicos y los think tank, y los posiciona, ya no como jueces silentes, sino que como agentes de cambio en un mundo donde el conservadurismo es una espada que se empuña con ambas manos.[/cita]

Durante la jornada electoral, al momento del primer cómputo oficial del SERVEL, quien habla en nombre de Chile Vamos en varios medios de comunicación es Jaqueline Van Ryshelberghe, presidenta del partido más conservador de Chile y quien en varias ocasiones ha emitido opiniones cavernarias sobre minorías sexuales y derechos sociales. Nuevamente el rostro de la derecha sigue siendo monolítico y con un profundo olor a naftalina. ¿El mundo progresista de la derecha, se encuentra a gusto al lado de José Antonio Kast o la dirigente gremialista del Bio-Bio? ¿Realmente se logra sentir cómoda con los dichos de Piñera sobre los niños trans o sus negativas al matrimonio homosexual?

Al ver el panorama internacional donde las alternativas liberales están instalando a figuras como Macron o Trudeau, la escena nacional nos deslumbra con el desfile de lo que pareciera ser un cambio de fachada del antiguo partido nacional (como el que hizo Sebastián Kurz en Austria). Es decir, se reviste de una cara progresista y moderna a un proyecto bastante limitado y conservador que no plantea alinearse con nuevos referentes en materia de sustentabilidad ambiental o derechos laborales, sino que replica tácticas añejas orientadas a reencantar a todos aquellos que no ven en la izquierda su visión de país. Los progresistas del bloque de derecha que se consideran liberales son rostros de modernidad y avance pero parecen no incidir en las políticas al interior del conglomerado. ¿En qué están esos liberales, más allá de los paneles de opinión y en los directorios de las empresas? ¿De qué manera inciden en la construcción de los referentes de la derecha y cómo pretenden seguir creciendo con modelos de desarrollo social anclados en el siglo pasado?

Durante estas elecciones, aquellos liberales de derecha, progresistas y cosmopolitas ridiculizaron al Frente Amplio, lo satanizaron y lapidaron, pero el FA no es más que la proyección de sus miedos. Sus miedos a enfrentar la política con arrojo y decisión pensando en la posibilidad de construir nuevos paradigmas de política, ingresando al debate público con los costos que eso implica. El proyecto del nuevo conglomerado los conmina a salir del cómodo silencio de los medios de comunicación, de los papers académicos y los think tank, y los posiciona, ya no como jueces silentes, sino que como agentes de cambio en un mundo donde el conservadurismo es una espada que se empuña con ambas manos.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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