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2017 de fachos pobres y de zurdos burgueses Opinión

2017 de fachos pobres y de zurdos burgueses

Nuestro país termina un 2017 instalando un nuevo paradigma en la forma de interpretar la política y la contingencia. Equidad y justicia se abren paso ante obsoletas definiciones de izquierdas y derechas que solo talibanes del romanticismo político son capaces de seguir intentando mantener vigentes. Hoy la mañosa y caricaturesca definición de fachos pobres e izquierdas burguesas son una realidad que terminó por hacer insostenible un discurso que define y divide absurdamente a nuestro país en dos. Chile hoy vive una definición mucho más profunda y el tránsito entre justicia y equidad asoma con una transversalidad  que necesariamente obligará a los partidos a una redefinición de su relato.


Termina un año político convulsionado, donde los centros políticos sufrieron modificaciones permanentemente, donde las encuestas pasaron de ser un termómetro de la contingencia a ser cortinas de humo que buscaban construir una realidad. Un año de arremetidas políticas con relativo éxito e intentonas que solo se quedaron en un discurso y buena intención.

En la fauna política que nos regala nuestro país, construimos distintas personalidades y ofertas políticas que desde hace décadas definimos entre la izquierda y derecha, nomenclaturas que en un comienzo gozaban de asertividad y justicia, pero que lentamente terminaron por generar el legítimo desgaste entre definiciones de fachos pobres  y zurdos burgueses, ambos, conceptos contradictorios que nacen de la conjunción de preceptos que hace años eran simplemente antagonistas por antonomasia.

Hace años nuestra fauna política comenzó a dar señales de que esa caricatura era una realidad mucho más profunda de lo que los propios discursos electorales entendían y comenzó a ser parte de nuestra cotidianidad ver, a quienes hablan de la izquierda y su representatividad, desde la comodidad de su casa en el barrio alto o encabezar marchas levantando el puño desde el descapotable de moda. Por contraparte, comenzó también a ser común ver electores de sectores populares enarbolar banderas de quienes durante años encasillamos como representantes del empresariado y la burguesía opresora, generando fachos pobres e izquierdas burguesas, una contradicción discursiva que nadie al parecer fue capaz de leer con la necesaria asertividad.

[cita tipo=»destaque»]Hace años nuestra fauna política comenzó a dar señales de que esa caricatura era una realidad mucho más profunda de lo que los propios discursos electorales entendían y comenzó a ser parte de nuestra cotidianidad ver, a quienes hablan de la izquierda y su representatividad, desde la comodidad de su casa en el barrio alto o encabezar marchas levantando el puño desde el descapotable de moda. Por contraparte, comenzó también a ser común ver electores de sectores populares enarbolar banderas de quienes durante años encasillamos como representantes del empresariado y la burguesía opresora, generando fachos pobres e izquierdas burguesas, una contradicción discursiva que nadie al parecer fue capaz de leer con la necesaria asertividad.[/cita]

Con la elección presidencial del 2017, sin destacar ganadores y derrotados, todo parece indicar que el ganador indiscutido fue la instalación de un nuevo paradigma, el cual la clase política debe comenzar a observar con mayor detenimiento. Sumar al electorado pensando que este se puede parcelar desde el centro hacia uno de los dos extremos, es un error que puede y pudo costar una elección.

Hoy, al parecer, las definiciones del electorado transitan en una categorización que se define entre la justicia social y la equidad social, entendiendo que muchas veces lo que es justo para unos no necesariamente es equitativo y que la equidad para otros no guarda necesaria relación con la justicia. Un ejemplo práctico puede ser lo ocurrido con el pesista cubano nacionalizado chileno, que recibiera el premio al “Mejor de los Mejores”: mientras unos criticaron este reconocimiento asegurando que no era “justo” y que iba en desmedro de los deportistas chilenos, otros felicitaron la equidad de reconocer con imparcialidad más allá de definiciones o sentidos de pertenencia.

Nuestro país termina un 2017 instalando un nuevo paradigma en la forma de interpretar la política y la contingencia. Equidad y justicia se abren paso ante obsoletas definiciones de izquierdas y derechas que solo talibanes del romanticismo político son capaces de seguir intentando mantener vigentes. Hoy la mañosa y caricaturesca definición de fachos pobres e izquierdas burguesas son una realidad que terminó por hacer insostenible un discurso que define y divide absurdamente a Chile en dos.

Chile hoy vive una definición mucho más profunda y el tránsito entre justicia y equidad asoma con una  transversalidad que necesariamente obligará a los partidos políticos a una redefinición de su relato. En términos simples, al electorado este 2017 dejó de importarle cuál es el Chile de izquierda o derecha que los actores políticos  le ofrecen y comenzó a preguntarse por quién, sin importar color, le ofrece un Chile con más justicia social o equidad social y, en esa definición, sorprenderán las convergencia y las distancias entre quienes hasta ayer se declaraban parte de un conglomerado o antagonistas de otro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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