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El intríngulis radical


La derrota de la candidatura presidencial del Senador Alejandro Guillier ha provocado profundas reflexiones a los que fuimos sus partidarios tratando de explicarnos lo acontecido. Al margen de las múltiples hipótesis al respecto, al interior del Partido Radical surgen diferentes planteamientos tendientes a superar esta etapa que por cierto no es muy optimista ante la evidente falencia de un relato, un programa y una imagen que identifique a los radicales del siglo XXI más allá de la caricatura y las buenas intenciones, como también la falta de liderazgos nacionales tan abundantes en el pasado del radicalismo.

Lo cierto es que hoy no existe ni lo uno ni lo otro, a lo que debemos sumar la disminución de su presencia parlamentaria al no obtener ningún senador y bajar su representación en la Cámara de Diputados ya que, por cierto, no es lo mismo tener 6 diputados de 120 que 6 más 2 independientes de 155, por mucho que queramos interpretar las cifras a nuestro beneficio. Para elaborar un proyecto político real tenemos que  hacer un análisis a partir de la realidad y no solo de nuestros buenos deseos porque de otra manera se llega a conclusiones falsas.

Pues bien, surge entonces la necesidad de identificar el origen de esta crisis que no trepido en calificar de ideológica ya que hoy no basta con afirmar que los radicales son socialistas en lo económico, democráticos en lo político y laicos en lo religioso ya que esa definición que bastó en el pasado para encantar electores hoy no sirve. El mundo cambió, el país cambió y eso se reflejó en resultado electoral último.

El PR tiene la necesidad de hacer la tarea pendiente, es decir estudiar la sociedad y el país real, los cambios acontecidos en su composición social, en lo económico y en lo cultural, hoy las aspiraciones de los pueblos son mucho más sofisticadas y tenemos que descifrarlas metodológicamente con el estudio permanente. Pero, también tenemos que mirarnos a nosotros mismos ¿Quiénes son los radicales del siglo XXI? Por cierto, no son los del siglo XIX, pero tampoco los del siglo XX ¿Cuál es la composición socioeconómica de los militantes radicales y cuales sus aspiraciones? ¿La estructura orgánica del Partido Radical está a la altura de las necesidades y desafíos que exige la modernidad? Estas y otras interrogantes están a la espera de una respuesta para poder proyectar un programa y un relato de identidad del Partido Radical que los electores puedan diferenciar de los otros proyectos que se disputan el apoyo ciudadano.

[cita tipo=»destaque»]En este nuevo escenario, donde la mayoría de la militancia se inclina por una vocación de izquierda, el radicalismo tiene que encontrar un común denominador que le permita diferenciarse de las otras opciones de movimientos y partidos declarados izquierdistas y encontrar su propio camino para encantar al electorado con su propia personalidad. [/cita]

Muchos de los actuales militantes, los jóvenes y otros no tanto, han llegado al radicalismo porque se han sentido identificados con alguna etapa del pasado histórico del Partido Radical, más que por su presente, ya que hoy el PR subsiste, más bien,  administrando una buena marca que un buen presente de lo cual tenemos que tomar nota.

El debilitamiento de apoyo popular del PR comienza al término del gobierno del Presidente González y su derrota en la elecciones presidenciales de 1952 ante la  imposibilidad de aglutinar, como en el periodo anterior, a partidos y sectores sociales que fueron trágicamente afectados con las decisiones del último gobierno radical y su posterior compromiso con la derecha social y  política. Sus principales dirigentes y parlamentarios se sintieron atraídos por el resplandor de los palacios de la oligarquía, se cambiaron de barrio y se alejaron paulatinamente de la base popular.

En 1961 el PR ingresó al gobierno derechista de Jorge Alessandri lo que provoca el rechazo de amplios sectores de militantes de base y provoca la renuncia al partido de dirigentes juveniles como Jorge Arrate, Ricardo Lagos, Genaro Arriagada, Julio Estuardo, la Diputado Ana Eugenia Ugalde entre otros. Como consecuencia de lo anterior en las elecciones presidenciales de 1964 el PR levanta la candidatura de Julio Duran con apoyo de la derecha representada por los partidos Liberal y Conservador, rompiendo su tradicional alianza con los partidos de izquierda consolidando su viraje político.

El pacto fracasa y la derecha termina apoyando al democratacristiano Eduardo Frei que vence con el 56 % al candidato de la izquierda Salvador Allende con el 39% dejando al candidato radical Julio Durán en el tercer lugar con un escaso 5%. El descontento en la  base radical con la orientación de la directiva culmina con motivo de las elecciones presidenciales de 1970 y la nueva orientación del radicalismo  que provoca un deslinde ideológico hacia la izquierda apoyando al candidato socialista Salvador Allende y el abandono del partido de la mayoría de los parlamentarios y los sectores de clase media acomodada que terminan  apoyando en 1973 el golpe de estado cívico-militar de Augusto Pinochet, entre otros Ángel Faivovich, Rafael Señoret, Gabriel González, Amanda Labarca, Germán Becker, Inés Henríquez, Jaime Tormo.

La traumática experiencia de la dictadura y la heroica resistencia de la que fueron parte los radicales con militantes asesinados, torturados, exonerados y el exilio de muchos, no logró impedir la continuidad de la orgánica partidaria. A la vuelta de la democracia el PR se encontraba fraccionado sin embargo se logró una pronta unidad de aquellos que se mantuvieron en la oposición al tirano y al reunificarse con otra fracción del radicalismo se constituyó como Partido Radical Social Demócrata, PRSD. Hoy está en trámite legal para recuperar la denominación histórica de Partido Radical.

En este nuevo escenario, donde la mayoría de la militancia se inclina por una vocación de izquierda, el radicalismo tiene que encontrar un común denominador que le permita diferenciarse de las otras opciones de movimientos y partidos declarados izquierdistas y encontrar su propio camino para encantar al electorado con su propia personalidad. Esto se puede lograr única y exclusivamente con la consulta a las bases mediante la experiencia de una convención, con tesis y documentos programáticos elaboradas para facilitar el estudio y  discusión de las mismas en convenciones regionales, democratizando la toma de decisiones, para culminar en una gran convención nacional. Si el radicalismo se considera un partido democrático y regionalista tiene que comenzar por practicarlo en su propia organización o si no, no es creíble ante el país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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