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La reelección de parlamentarios: ¿fortalece o debilita la democracia?

Rodrigo Rettig
Por : Rodrigo Rettig Abogado, Magíster Política y Gobierno, UDP.
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A propósito del Proyecto de Reforma Constitucional para limitar la reelección de las autoridades (parlamentarios), boletín 4115-07 actualmente en segundo trámite constitucional en el Senado, se ha debatido en torno a dos posiciones, distantes una de la otra, pero ambas igualmente válidas: la primera, que la no reelección sería algo necesario para darle aires nuevos a la política, caras nuevas, como respuesta a la presunta crisis de representación y legitimidad del sistema político,  versus la segunda mirada que dice relación a comprender que la política es una actividad que necesita formación y habilidad determinada y, por tanto, se requieren profesionales para la misma, además de representar una forma de fiscalización del elector a través del voto. Estimo que dados los razonamientos a esgrimir, la reelección de parlamentarios ayuda a fortalecer la democracia y su calidad, representando una garantía de que va a haber una autoridad con mejores estándares de cumplimiento y calidad que si no existiera reelección.

La reelección da mayor poder a la ciudadanía con el cual recompensar a los políticos que respondieron a sus promesas e hicieron eco de las demandas de sus electores. Asimismo, permite castigar a los políticos deficientes que si bien van a la reelección, el elector es altamente probable que no vote por él. Permite conseguir una rendición de cuentas que, sin existir reelección, el político en el cargo no tendría ningún incentivo en cumplir con su programa, sus promesas y terminaría minando una institución que a primera vista pareciera ser solicitada por la sociedad: la no reelección de autoridades. Esto, para permitir el ingreso de nuevas caras y darle nuevos aires a la política, lo cual si bien es una premisa que pareciera ser cierta en primera instancia, en una segunda mirada podría hipotecar el incentivo por tener una buena gestión, acompañada del apego estricto al cumplimiento con sus electores y a normas de transparencia y buen actuar. Además, la posibilidad de que existan nuevas caras es palmaria en virtud de resultados de última elección del 19 de noviembre, en dónde la renovación fue importante.

Desde el hemiciclo, además, hay que tener en consideración las especiales y particulares características de la labor parlamentaria. El desempeñar un cargo en el Congreso, pareciera ser que es una tarea más bien fácil, pero la verdad dista mucho de ello, siendo el ejercicio parlamentario un rol laboral bastante complejo, en donde se requiere para efectuar un buen cometido un proceso de impregnación del cargo, sus especiales formas de actuar y proceder, lo que requiere un lapso de tiempo que va a depender de las características personales del político.  No permitir la reelección produce que se malgaste tiempo precioso en que los nuevos congresales comprendan, entiendan, procesen e internalicen el cómo, cuándo y en qué momento respecto a la producción y análisis de leyes, lo que finalmente redunda en que al no haber reelección, se hipotecará parte del tiempo de duración del cargo del político interiorizándose de las características de su nuevo trabajo. La reelección otorga experiencia legislativa y competencias determinantes en sus funciones.

[cita tipo=»destaque»]En este sentido, puede ser que el descontento social imperante en el país, sobre todo en el último tiempo que han explotado los casos de financiamiento irregular de la política, haga que se soliciten cambios que pueden tener externalidades negativas más importantes que aquel problema que se quiere resolver.[/cita]

En este orden de ideas, para reflexionar aún más la pregunta planteada en esta columna, es importante definir el concepto de “voto retrospectivo”. Ferejohn (1986), define este tipo de voto como aquél en virtud del cual el ciudadano común y corriente emite preguntándose a sí mismo “¿qué has hecho por mí durante tu mandato?”. Si la respuesta a su pregunta es positiva, premia al político con el voto, sino, lo castiga votando por otra alternativa.

Es un hecho que el electorado no gasta mayor tiempo en obtener información que permita conocer a cabalidad al candidato, por lo que cuando vota se fija principalmente en cómo lo ha hecho ese político en particular, efectuándose un “accountability” a través del voto, lo que no se produciría en una campaña en dónde no existan los candidatos a reelección. Al no haber ésta, se agotan las pocas instancias de rendición de cuentas que se tiene actualmente en nuestro sistema político.

Luiz Carlos Bresser Pereira (2011) señala que sin duda un objetivo fundamental en cualquier régimen democrático es aumentar la “responsabilización” o “accountability” de los políticos y gobernantes. Éstos deben estar permanentemente dando cuenta de sus acciones a los ciudadanos. Cuanto más clara la responsabilidad del político ante los ciudadanos y la capacidad de éstos de exigir cuentas al gobernante, se obtendría una mayor calidad de la democracia imperante en el país. Incluso Stokes (1995) propuso el concepto de “responsiveness” como una condición adicional y esencial de la democracia. Con esto quiero graficar lo importante que resulta para tener una democracia sana y robusta el tener sistemas que entreguen posibilidad a los ciudadanos de controlar a sus políticos, y lógicamente una de las formas de hacerlo es a través de la reelección.

Asimismo, en democracias en que no hay reelección, los políticos en el poder no tienen mayor incentivo para, por ejemplo, tener responsabilidad económica fiscal. La persona que malgaste o utilice de mala forma los recursos, no tendrá que responder por ello ya que será el siguiente gobernante quién haga frente a la irresponsabilidad fiscal de su antecesor. Por el contrario, la reelección permitiría no renovar a los políticos ineptos o corruptos. La posibilidad de ser castigados por los ciudadanos daría incentivos a los políticos para efectuar una mejor labor ya que requerirían de aprobación ciudadana para seguir ostentando el cargo. Así, la reelección otorga mayor poder a los ciudadanos en las urnas, les entrega una herramienta fiscalizadora que, al no haber reelección, no tendrían.

Ferejohn menciona que los aspectos negativos de no tener reelección son que los políticos no responden a los ciudadanos, como también aumenta el costo de votar, ya que habrá que informarse respecto a quiénes son los nuevos candidatos, lo que es poco probable atendiendo la clasificación de votantes que efectúa este autor, entregando al votante con menor acceso educacional una participación menor, lo que se acentúa con el sistema de voto voluntario imperante hoy en el país.  De esta forma es interesante preguntarse, ¿por qué si sabemos que poner límites a la reelección es una mala idea, después de todo lo latamente expuesto, la comunidad tiende a señalar que es una buena idea?

En este sentido, puede ser que el descontento social imperante en el país, sobre todo en el último tiempo que han explotado los casos de financiamiento irregular de la política, haga que se soliciten cambios que pueden tener externalidades negativas más importantes que aquel problema que se quiere resolver.

Por esto, los políticos y tomadores de decisiones deben saber observar y concluir que es lo que realmente está pidiendo la ciudadanía, que aspecto de la política y de la vida pública es lo que se pretende modificar y mejorar. Qué instituciones. En este sentido, los políticos tienen la obligación y son los llamados a representar a la ciudadanía si efectivamente lo solicitado es lo conveniente a los intereses generales, por qué todo parece indicar que si queremos robustecer y seguir dotando de calidad a la democracia y al sistema político nacional, se debe optar por reformar ciertos aspectos y mantener otros, dentro de los cuales está inserto en lo último el mantener la posibilidad de reelección. Esto, por cuanto entrega finalmente mayor responsabilidad en el ejercicio del gasto público y disminución en los niveles de corrupción, aspectos fundamentales que debiera tener toda democracia sana y de calidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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