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El camaleón hace explosión

Tranquilos, la DC no puede desaparecer, es demasiado chilena. Si no existiera, habría que inventarla. Si desaparece, hay que reemplazarla. Y, por lo que leemos en los diarios, tanto RN como la UDI están haciendo buenos esfuerzos para eso.


El tratadista Víctor Farías escribió un libro titulado “La Muerte del Camaleón”, referido a la DC, y en estos días parece que va a resultar profético, a juzgar por la gente que renuncia al partido.

Pero la DC no existe por casualidad ni por imposición forzada, sino porque interpreta muy bien un rasgo de la idiosincrasia chilena: estar siempre “donde el sol más calienta”. Por eso lucha, aunque no siempre lo logra, por ser “de centro” y así, si el sol calienta más a la izquierda, se corren para allá, y si calienta más a la derecha, se corren para acá.

Claro, “no tan cerca que te quemes ni tan lejos que te hieles”. Decía Juan de Dios Carmona, un DC que apoyó a los militares en 1973 junto con casi toda la DC, pero después no los traicionó: “los democratacristianos se libraron de los comunistas con la ayuda de los militares y después se libraron de los militares con la ayuda de los comunistas”. “El camaleón cambia de color según la ocasión”.

Siempre tiene que haber un colectivo que, en las encrucijadas nacionales, haga lo mismo. Si no, no estaríamos en Chile.

“Casi” toda la DC” apoyó a los militares el 11 de septiembre de 1973. Y digo “casi”, porque unos pocos, “los 13”, rechazaron el pronunciamiento desde el mismo 11. Pero uno de ellos había firmado el llamado al golpe que hizo la Cámara de Diputados el 22 de agosto de 1973 y después saltó ágilmente al otro lado y lo condenó el 11 de septiembre: Bernardo Leighton; otro firmó el manifiesto, pero luego retiró su firma al día siguiente, José Piñera Carvallo; y otro no lo firmó el 11 pero después pidió que se incorporara su firma, Radomiro Tomic. Claro, en noviembre del ’73 el mismo Tomic fue a hablar con el general Leigh, miembro de la Junta, y a ofrecerle su apoyo para un “plan revolucionario” económico y social, si la Junta deseaba emprenderlo.

Un típico DC es Sebastián Piñera, que cuando en su gobierno necesitó que los comunistas dejaran de acosarlo, les dio en el gusto, multiplicó las querellas contra militares y cerró el penal más decente, “Cordillera”, hacinando a los presos políticos uniformados en Punta Peuco.

Y después, estando todavía bajo en las encuestas, fulminó a los militares y la derecha en el 40° aniversario del 11, descalificando a los propios partidos que lo habían elegido, RN y la UDI, al llamarlos “cómplices pasivos” de violaciones a los derechos humanos. Es decir, les compró el libreto a los comunistas. Entonces éstos lo hicieron subir más en las encuestas.

Ahora ganó la reciente elección con evidentes votos DC –éstos saben reconocer a uno de los suyos—, sin mayor rechazo comunista (éstos no funan a quien satisface sus odios) y con furibundo apoyo de la derecha, que se tragó a Piñera como es con tal de que no caer en una “Chilezuela”.

Tanto miedo tenía la derecha que puso un apoderado en cada mesa, cosa que no había logrado nunca y por eso le habían robado la elección de Alessandri en 1970 y la de Lavín en 1999-2000, sacándoles por lo bajo un voto en cada mesa (que fue la diferencia de Allende con Alessandri y de Lagos con Lavín). Pues la izquierda siempre ha robado mucho mejor que la derecha, no sólo los votos.

Una frágil nieta mía me contó que había sido apoderada en La Pintana y tenido el coraje de representarle al presidente de la mesa que no siguiera contabilizando para Guillier los votos de Piñera, de modo que él tuvo que dejar de hacer trampa, porque había muchos testigos. Ni su abuelo ni la derecha nunca se habían atrevido a tanto. Y tal vez a eso se deba la ventaja conseguida el 17/12.

Y Piñera tiene que agradecerle también a Maduro, porque las escenas de la vida en Venezuela, similares a las de la UP en Chile en 1970-73, a diferencia de estas últimas, que han sido hechas desaparecer, se exhibían a diario en los noticieros y fueron un factor más que dio vuelta la elección.

Otro fue la generalísima de Piñera, Michelle Bachelet, cuyas reformas rechazaba la mayoría en la misma proporción que le dio el triunfo a Piñera.

En resumen, un DC que atraía votos DC, la colaboración de Maduro para revivir la UP, el miedo de la derecha, capaz de generar un apoderado en cada mesa y la mejor generalísima de campaña a que podía aspirar Piñera, Michelle Bachelet y sus reformas impopulares, explican su triunfo por casi diez puntos.

Y, tranquilos, la DC no puede desaparecer, es demasiado chilena. Si no existiera, habría que inventarla. Si desaparece, hay que reemplazarla. Y, por lo que leemos en los diarios, tanto RN como la UDI están haciendo buenos esfuerzos para eso.

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