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Que el papa pida perdón

Nathalie Oyarce
Por : Nathalie Oyarce Presidenta Fundación Infancia
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Nuestro país se encuentra dividido frente a la visita del Papa Bergoglio, y como no, la visita se enmarca en una de las etapas más difíciles para la iglesia Católica, un período donde se han destapado los escándalos de abusos sexuales y violaciones por parte de sus sacerdotes, período que también ha dejado de manifiesto la fuga masiva de católicos en las filas de sus casas pastorales.

La Corporación Miles informó que 12.267 niños, niñas y adolescentes han padecido violación y abusos sexuales entre el 2012 y el 2016, mediante datos obtenidos a través de la Ley de Transparencia. A esto sumemos la cantidad de denuncias que nunca se consumarán por miedo, dolor o vergüenza.

Un 75% de los abusadores son hombres, mientras que un 25% son mujeres. En nuestro país 7 de cada 10 personas abusadas son menores de 14 años, según datos de la fiscalía.

Pero vayamos a los datos que tenemos de la iglesia: Estos días la ONG Bishop Accontability dio a conocer información recogida sobre abuso sexual por parte de sacerdotes, hermanos y monjas, arrojando un total de 78 casos en Chile (ver http://www.bishop-accountability.org/Chile/).

[cita tipo=»destaque»]Resulta básico esperar que el hermano trasandino pida explicaciones a los responsables y que a las victimas les pida el perdón tan esperado, a ver si esta acción en parte ayuda a reparar el daño que marca a un ser humano y sus generaciones.[/cita]

Suenan nombres como Jose Andres Aguirre (el cura Tato), Christian Precht, Julio Dutilh, Karadima y Juan Barros, entre otros. Pero, ¿Dónde está Ezzati, uno de los líderes más poderosos de la iglesia, que sucede que no ha pedido perdón a las víctimas? y más aún, hemos visto lo bien que tratan a los abusadores, siendo muy duros con las víctimas.

Como ha dicho James Hamilton: “Comprendí por qué establecen una protección cerrada entre ellos y por qué consideran el abuso de menores como una “debilidad” y no un crimen de extrema gravedad, que deja secuelas de por vida y consecuencias epigenéticas generacionales”. Como no conmoverme, mi compañero de lucha Edison Gallardo, Autor del libro “Mi infierno en el SENAME”, plasma lo que vivenció por parte de monjas hacia niñas  y un sacerdote que hasta el día de hoy ha sido protegido.

Visto lo anterior, resulta básico esperar que el hermano trasandino pida explicaciones a los responsables y que a las victimas les pida el perdón tan esperado, a ver si esta acción en parte ayuda a reparar el daño que marca a un ser humano y sus generaciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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