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Chile ¿Qué está en riesgo?

Víctor Barrueto
Por : Víctor Barrueto Exdiputado y expresidente del PPD
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Se podría pensar que el nuevo gobierno de Piñera apuntará a una restauración mercantilista y conservadora. Así como sería lógico que toda la Nueva Mayoría coincidiera con el Frente Amplio en una agenda pos-neoliberalismo.


Todos coinciden en que hay un cambio de ciclo político. Aparentemente una de sus características estaría marcada por la irrupción de más y nuevos “sectores medios” surgidos de ese 40% de la población que salió de la pobreza y las distintas interpretaciones respecto a sus deseos y demandas. Chile es hoy más rico que nunca en su historia y es natural que tod@s quieran y aspiren a ser parte del salto al desarrollo y de la mayor riqueza que el país tiene. Ahí está la inquietud y el malestar. Así de simple.

Efectivamente quienes recién salieron de la pobreza, temen volver a caer en ella o sienten que ya pueden “vivir” pero no pueden surgir. Si la situación económica desmejora, se acentúa el temor y, si mejora, se acentúa la frustración. Por eso no es extraño, cosa que sorprende a muchos, que los mismos individuos sean estatistas para unas cosas, y pro mercado y consumo para otras. Quieren derechos sociales garantizados por el estado, pero también el acceso disponible para ir más lejos a todos aquellos que se lo propongan con más crecimiento y emprendimiento. Quieren protección, pero también más oportunidades. Que los chilenos quieran reformas para una mayor igualdad y tener derechos sociales no significa que no quieran modernización. No son optativas. En realidad, es más y mejor modernización que supone tanto consumo como derechos.

La respuesta hay que buscarla poniendo el bienestar colectivo, así como el bienestar individual y familiar por delante, donde se articule bien el esfuerzo por más igualdad y derechos con más crecimiento económico, en que ambos valen y se justifican por producir mayor bienestar, que es lo que a la gente realmente le importa.
El prestigioso economista y político Alejandro Foxley planteó la necesidad de una “segunda transición”, esta vez al desarrollo. Me parece una brillante idea país, pero llama la atención que tanto en la derecha como en parte de la antigua Concertación muchos no se den cuenta que esa transición ya empezó con el segundo gobierno de Michelle Bachelet. Diría que este gobierno se trató de eso. Nublado el juicio, quizás por el menor crecimiento momentáneo, explicado en gran parte por las condiciones internacionales y el menor precio del cobre, no valoran el logro en derechos básicos propios de países más avanzados, así como una carga tributaria acorde con ellos, además de mejoras notables en las condiciones energéticas para una mayor productividad, todas necesidades indispensables y ausentes hasta ahora, para comenzar a ser un país desarrollado, ya que con solo crecer no basta para lograr ese objetivo.
Probablemente si se preguntara al mundo de centro izquierda hacia dónde queremos ir, todos miramos hacia Suecia y los países escandinavos, pero aún estamos muy lejos. Recién empezamos a dar pequeños pasos en esa dirección, aunque acá nos digan que esas reformas son extremas. La verdad es que tanto el programa de la Nueva Mayoría en este gobierno, como el presentado por el Frente Amplio son programas socialdemócratas, con matices en la mayor o menor radicalidad o en el realismo para avanzar. Lo que sucede es que nuestro punto de partida es aún muy bajo. Estamos hablando en general de medidas más bien de una sociedad civilizada, una sociedad decente, sin abusos ni maltratos, donde no se humilla y se respeta, con menos discriminación. El punto de partida es tan bajo que comparto con Mario Waissbluth su tesis de que en Chile hay una “inevitabilidad socialdemócrata”. Si o si las cosas caminarán hacia allá.

Se podría pensar que el nuevo gobierno de Piñera apuntará a una restauración mercantilista y conservadora. Así como sería lógico que toda la Nueva Mayoría coincidiera con el Frente Amplio en una agenda pos-neoliberalismo.

Pero las cosas no son tan simples. La necesidad “socialdemócrata” del país es evidente, tanto que Piñera para ganar fue obligado a recoger algunas de esas banderas. Podrá paralizar, congelar, obstruir, pero difícilmente retroceder, a riesgo que el país se le vaya encima. Aunque también podría ser tentado por el objetivo de fundar una derecha definitivamente moderna con un proyecto más social- liberal, que compatibilice con lo obrado por Michelle Bachelet, poniendo a la oposición frente a graves disyuntivas y ante un panorama incierto en el que no está acostumbrada a jugar.

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