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La forma que hace el fondo del debate socialista Opinión

La forma que hace el fondo del debate socialista

Roberto Amaro C.
Por : Roberto Amaro C. Periodista. Militante del PS.
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Muchos dirán que hay que privilegiar las definiciones en los temas de fondo, como la definición de la política de alianzas, pero lo cierto es que no es necesaria lo inmediato. Lo que sí debe existir es una definición sobre cómo operar como oposición, especialmente desde el Congreso Nacional, pero el cómo se va a actuar como oposición es distinta a la definición del proyecto político que debemos proponerle al país en las próximas justas electorales y con quién o quiénes privilegiaremos hacer ese camino conjunto de construcción de un proyecto político mayor. El beneficio de la derrota es que hay tiempo.


Hace poco más de un mes publiqué la columna “Ideas para la (re) construcción de un nuevo Partido Socialista”. Quizás porque vivimos en un momento muy activo en conversaciones, debate y discusiones internas, recibí decenas de comentarios de compañeros y compañeras socialistas de todo el país y si bien en un gran porcentaje hubo una valoración positiva a las propuestas de cambios a nuestra casa común, muchos otros criticaron -con total justeza- lo extremadamente concreto y pragmático del aporte.

“Casi como una lista de supermercado”, me dijeron, en la idea que buscaba pasar por alto las definiciones más de fondo, gruesas y políticas que se juegan para el PS en la actualidad: en lo central, la definición de un proyecto político para los próximos 20 años, que implica, de paso, una revisión o ratificación de nuestro proyecto histórico y una clara definición de política de alianzas.

No ha sido mi intención evadir estos dos puntos cruciales del ardiente debate socialista de este tiempo, no obstante, el pragmatismo de la lista de supermercado, a mi juicio, es un tiro de alerta sobre algo que siempre pasamos por alto: nuestros debates en general olvidan las formas y se encarnizan solo en el fondo. La modernización del Partido Socialista, como un instrumento privilegiado de acción política, es tan monumental y urgente, que se hace una condición necesaria, aunque no suficiente, para emprender las otras definiciones.

¿De qué serviría definir la política de alianzas si nuestro instrumento no se actualiza, si no profundiza en sus formas democráticas, si no se compromete en forma seria por la transparencia y la rendición de cuentas? No serviría de mucho, solo aplazaría por algún tiempo el camino que hemos tomado hacia la irrelevancia política o hacia una crisis terminal.

Lo central es cómo, cuándo y quiénes tomaran estas definiciones formales y de fondo que nos hacen tanta falta.

En el último Comité Central del pasado 6 de enero se confirmó una respuesta a estas preguntas: se ratificó el llamado a un Conferencia de Programa y Orgánica para mediados de año y, un Congreso para enero de 2019.

Comparto que se trata de un itinerario correcto y que podría ser clave en la construcción del PS que queremos. No obstante, otra vez las malditas formas, ¿de qué sirve una Conferencia o Congreso si no somos capaces de superar, aunque sea por este tiempo congresal, las lógicas de control de la votación que hemos visto los últimos años? Se puede estar desarrollando un rico debate, pero llegada la votación, las tarjetas en su mayoría se levantan ante la indicación del líder de una corriente de opinión.

[cita tipo= «destaque»]Qué pasaría si en todo Chile se replica esta imagen: cinco compañeros y compañeras se juntan por dos o tres horas -guiados por una metodología clara y precisa- para debatir, acordar o disentir sobre temas como nuestra institucionalidad, deberes y derechos, proyecto político nacional y, por cierto, política de alianzas. Que luego ese documento se levanta en una plataforma central, que suba a las asambleas comunales con la misma metodología y luego a las distritales y las regionales. ¿Cuántos seríamos los que por una vez tendríamos derecho a ser escuchados, porque lo que hicimos estará registrado y sistematizado en un conjunto mayor imposible de soslayar?[/cita]

Nuestros Congresos han sido espacios que han permitido tomar decisiones muy progresistas, en el contexto de una estructura más bien conservadora, pero muchos de nuestros acuerdos de Congreso son letra muerta.

Qué hacer, entonces, para que un Congreso resulte ser “el” espacio de cambios y definiciones. Debemos cambiar la flecha de flujo en la toma de decisiones, debemos hacer que la voz de los y las socialistas sea efectivamente escuchada. Y si bien la actual estructura de elección de representantes en congresos comunales es valiosa, es insuficiente para el desafío que tenemos.

Llegó la hora de perderle el miedo al debate en serio, sistematizado. ¿De qué sirven los grandes discursos en las asambleas o congresos locales si eso no llega como un cuerpo sistematizado a quienes toman las decisiones?

La propuesta es sencilla, la conocemos bien y está al alcance de nuestras manos. Debemos recoger la experiencia exitosa de los encuentros locales autogestionados, en el marco del proceso participativo para una nueva Constitución, que se desarrolló en el actual gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.

Y ¿cuál es el principal valor para los socialistas de esta experiencia y proceso? La sistematización de las ideas, la valoración de los acuerdos y el reconocer nuestros disensos sobre un número importante de temas. No es el momento de los tediosos votos políticos de más de 40 páginas que solo el autor conoce, lo que necesitamos es acordar una propuesta metodológica que aborde todos los temas y muestre la opinión, no de 500 o 600 compañeros y compañeras, sino que de 7 mil, 10 mil o 15 mil militantes.

Debemos perfeccionar y hacer más participativa la forma en que tomamos nuestras decisiones fundamentales.

Qué pasaría si en todo Chile se replica esta imagen: cinco compañeros y compañeras se juntan por dos o tres horas -guiados por una metodología clara y precisa- para debatir, acordar o disentir sobre temas como nuestra institucionalidad, deberes y derechos, proyecto político nacional y, por cierto, política de alianzas. Que luego ese documento se levanta en una plataforma central, que suba a las asambleas comunales con la misma metodología y luego a las distritales y las regionales. ¿Cuántos seríamos los que por una vez tendríamos derecho a ser escuchados, porque lo que hicimos estará registrado y sistematizado en un conjunto mayor imposible de soslayar?

El itinerario está claro. En los hechos los militantes socialistas ya se encuentran en periodo de pre congreso y es posible desplegar todas las capacidades para hacer efectivo el esfuerzo.

Muchos dirán que antes de la fecha de la Conferencia, junio o julio, necesitaremos definiciones en los temas de fondo, como el de política de alianzas, que -por lejos- ha concentrado la discusión en las redes socialistas. Lo cierto es que no es necesaria esa definición en lo inmediato; lo que debe existir hasta el Congreso es una definición sobre cómo operar como oposición, especialmente desde el Congreso Nacional.

Y eso tiene una respuesta desde el sentido común y desde la correlación de fuerzas: con todas las fuerzas progresistas que estén disponibles sin imponer, nosotros y los otros, ninguna exclusión, acuerdos de gobernabilidad en la Cámara y el Senado, por ejemplo, deben tener esa libertad y sentido.

Pero esta forma de actuar como oposición es distinta a la definición del proyecto político que debemos proponerle al país en las próximas justas electorales y con quién o quiénes privilegiaremos hacer ese camino conjunto de construcción de un proyecto político mayor. Para esas definiciones estratégicas, algún beneficio que tenga la derrota, hay tiempo suficiente, un tiempo que requiere estar activo y especialmente abierto a la crítica y la autocrítica.

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