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Reversible: ¿El legado de la Nueva Mayoría o el triunfo cultural del neoliberalismo?

Por: Miguel Astudillo Lara


Señor Director:

El 11 de marzo celebraremos nuestro espíritu republicano de la misma forma como lo hemos hecho en los últimos 28 años: Con la clase política reunida en el salón de honor del Congreso Nacional, con las mismas caras que se han encontrado en dicho lugar durante 5 cambios de mando consecutivos, la presidenta saliente entregándole la banda presidencial al mandatario entrante y entonando el himno nacional. Quizás un acto de esta naturaleza, en donde los hijos del sistema binominal se ven reunidos, es el fiel reflejo de lo que representa políticamente: La perpetuación del modelo, no solo económico, sino que cultural que representa el neoliberalismo y la falta de elementos o construcciones políticas por parte del gobierno de Michelle Bachelet que conlleven a antagonismos con la derecha chilena. En otras palabras, el andar político de la sociedad, que no es otro que la lógica de los consensos y los grandes acuerdos entre la élite política (siempre tomando en consideración a su par en el ámbito económico) nunca se vio tensionado de una manera tal que pudiera poner en peligro al neoliberalismo.

Probablemente el principal argumento para refutar dicha afirmación será poner a la palestra las variadas reformas llevadas a cabo durante el gobierno de la Nueva Mayoría, que muchas veces pusieron a su administración en disputa contra la cara más conservadora de la derecha. No es menos cierto que el actual periodo fue el más reformista de la Concertación (o al menos, el de mayores intentos), pero tales reformas, aun con la grandilocuencia que generaban sus principales propuestas, no fueron capaces de salir de la práctica humanizadora del sistema económico llevada a cabo por los sectores más progresistas del conglomerado de centro-izquierda, toda vez que no se renuncia en ningún aspecto de la vida en sociedad a las formas individualistas (o “lógicas de consumo”) de entender la relación del sujeto particular con su entorno social.

Haciendo énfasis en el área educacional, la Ley de Inclusión, la gratuidad y las reformas a la educación superior solo llevaron a generar matices de beneficencia social en las lógicas de mercado que hoy gobiernan la educación en Chile. De esta manera, “la retroexcavadora” no fue capaz de derribar los pilares fundamentales del sistema educativo: La proliferación de la matrícula privada, las diferencias por razones de género y estrato socioeconómico que repercuten a posterior en el campo laboral, el financiamiento mediante créditos y becas por parte de gran parte del estudiantado y entender la educación como un espacio profundamente excelentista, que propaga por las salas de clases la competencia y la búsqueda de la realización puramente individual.

Por otra parte, el gobierno se plantea presentar los proyectos de ley respecto al CAE y reforma de la Constitución antes del 11 de marzo, cumpliendo así con lo propuesto durante la campaña presidencial de Michelle Bachelet. Dicho acto solo viene a ser una suerte de saludo a la bandera, teniendo en cuenta que el campo de actores políticos cambiará profundamente, con un conglomerado frenteamplista que apuesta por dotar de contenido a las demandas sociales, poniéndolas en armonía con lo planteado por los movimientos que levantaron cada una de esas banderas, una derecha que juega con la idea de los “grandes acuerdos”, que no es más que la imposición de su propia visión política, al menos en lo que concierne a la estructura principal de los temas contingentes a discutir y dar solución, dejándoles pequeños y poco importantes vacíos (lo suficientemente pequeños para no ser capaces de transformar los pisos estructurales planteados por el gobierno de Sebastián Piñera).

La Nueva Mayoría se verá en la disyuntiva de, bien aceptar el marco discursivo que plantee la derecha, bien buscar la radicalización de los temas a tratar de modo tal de dotarlos de un sentido marcadamente de izquierda. La intención del gobierno saliente fue, sin dudas, generar que el debate político tanto momentáneo como a largo plazo gire en torno al progresismo, lo que a fin de cuentas se vio truncado con la elección de Sebastián Piñera como presidente. La lectura final de la derecha acabado el proceso eleccionario es una sola: Cualquier intento de desestabilización del modelo debe ser impedido en cualquier forma, toda vez que, aun cuando no salen de lo puramente socialdemócrata, representan un puente de conexión para darle cabida en el debate a planteamientos más socialistas que los planteados por la Nueva Mayoría.

Así las cosas, las reformas-en sí mismas-no eran el peligro real vislumbrado por la derecha, lo verdaderamente peligroso, a su juicio, eran los posibles caminos en los que avanzarían las discusiones en dichas materias. Teniendo en consideración su programa, Alejandro Guillier, en realidad, no representaba para nada una apuesta de radicalización de “lo ya construido”, no obstante, la derecha, mediante los diferentes canales en su dominio, fue capaz de generar esa falsa imagen. Prueba de aquello resulta ser el salto (i)lógico planteado por el ala conservadora de que “la aprobación del aborto en 3 causales abre el camino para el aborto voluntario”. Aun así, y aunque muchas y muchos consideramos que se debe avanzar mucho más, dentro de las aprobaciones legislativas llevadas a cabo durante este periodo, la despenalización del aborto en 3 causales es sin duda alguna la que representa una transformación más sustancial, rompiendo con los márgenes eclesiásticos que delimitaban esta materia, otorgando y posibilitando la ampliación de un derecho importante a las mujeres: decidir sobre su propio cuerpo.

Finalmente, cabe preguntarse: ¿debemos defender “el legado” de este gobierno? A mi parecer, es un planteamiento demasiado simplista y totalizador de lo que fue el trabajo legislativo de la Nueva Mayoría. Lo que debemos hacer es impedir que la derecha derrumbe, impedir que el conservadurismo vuelva a impedir la realización espiritual y material de las mujeres, impedir que la lógica de mercado se propague por el sistema educacional, y por sobre todo, dejar de practicar la construcción “en lo neoliberal” para dar paso a una alternativa que sea capaz de romper no con elementos flotantes del sistema, sino que con lo más profundo de su estructura.

Miguel Astudillo Lara

Estudiante de Derecho de la Universidad de Chile

Frenteamplista

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