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¿Por qué hablan mal inglés los chilenos?

Por: Angela Tironi Contreras


Señor Director:

Creo que la pregunta es la siguiente: ¿por qué no hablan inglés los chilenos? Si a uno le piden que pronuncie las letras de canciones de un grupo musical ruso, que no habla, obviamente que pasará más de alguna vergüenza. Por lo tanto, lo que le pasó al Senador Navarro es algo esperable de una persona que simplemente no habla inglés.

Ahora tampoco hay que generalizar, hay generaciones que no hablan inglés (las mayores) y otras que sí. Su competencia en el idioma dependerá del tipo de institución escolar al que asistió (aunque la relación no es muy clara ni directa) o del capital socio/cultural de la familia, o del interés personal de alguien por aprender idiomas.

Con respecto a las generaciones que no hablan inglés, esto fue producto de una serie de factores, pero principalmente debido al paradigma que regía la enseñanza de idiomas extranjeros hasta fines de los años ochenta en Chile. Se comprendía el aprendizaje de idiomas como un aprendizaje de combinaciones sintácticas, el idioma era visto como una macro estructura compuesta de elementos que la conformaban. Por lo tanto, los que fuimos a la escuela antes de los noventas, sólo aprendimos gramática, algunas palabras sueltas inconexas y no a comunicarnos. La expresión de la opinión por ejemplo era impensable en clases de inglés, ni siquiera la más esencial forma de “I like”.

A pesar de que la Reforma Educacional (1990) suponía para todas las asignaturas un aprendizaje colaborativo que debería producir conocimiento práctico, los Planes y Programas de inglés aun cuando cambiaban desde un paradigma sintáctico a uno más comunicativo, relegó el aprendizaje solo al desarrollo de comprensión lectora, en el fondo, la ideología lingüística detrás de la reforma para el subsector de inglés era el de entrenar empleados de mano de obra barata que pudieran comprender textos escritos en inglés -manuales de maquinaria pesada-, por ejemplo. La globalización irremediablemente tuvo ese impacto en las políticas públicas en la enseñanza de idiomas, que de pasada perjudicó a otros idiomas extranjeros, e invisibilizó aún más los idiomas minoritarios como mapudungún, aymará y lengua de señas.

Sin embargo, aun habiendo este cambio paradigmático, cuestionable ideológicamente, los profesores de inglés en las escuelas públicas y subvencionadas siguieron enseñando con el método de siempre, es decir, enseñar gramática y traducir. Mientras que en las privadas poco a poco el paradigma comunicativo regía las clases de los más pequeños que ahora viajan a Nueva York en vacaciones y logran desenvolverse con alguna soltura en las calles de Manhattan.

Los resultados SIMCE 2012 dan cuenta de eso, un 82% de los estudiantes son incapaces de entender inglés y esto es sólo en el nivel general porque en los sectores más pobres un 99% de los estudiantes no logra comunicarse.

¿Qué ha pasado desde el 2012? aún no lo sabemos, la prueba que se usa para medir conocimientos debería reflejar lo que pasa en las salas de clase, pero son tantos los factores que perjudican la enseñanza de inglés que podríamos estar horas hablando de cada uno de ellos, sin mencionar el tipo de instrumento que se usa para medir conocimiento, esa historia es más larga. Por ejemplo, la falta de recursos tecnológicos en gran parte de los establecimientos públicos, que implica la nula posibilidad de ocupar textos multimodales (videos, películas, etc), jornadas laborales extenuantes con horarios que hacen perder la cordura a cualquiera, la poca o nula preparación de los profesores para abordar la enseñanza en ciclos básicos, poca comprensión del lenguaje en sí mismo y no hablo sólo del nivel de inglés de los profesores sino que de la poca valoración que ellos dan al conocimiento lingüístico (pragmática, semántica, análisis del discurso, fonología, etc) entendiendo a cabalidad tanto cómo funciona nuestra lengua materna como la L2 (segundo idioma) mejoramos y enriquecemos nuestro criterio para la selección de material y de estrategias de cómo enseñar y más importante qué, cuándo y cómo evaluar. La metodología y la didáctica sin el ingrediente principal no sirve de mucho, y viceversa, solo hablar inglés bien o saber de lingüística tampoco te hace un buen profesor. Debe ser una buena amalgama de todo, pero sentir pasión por el lenguaje en sí mismo es a mi modo de ver la principal.

Digo todo esto, porque ¿cómo esperamos que nuestros alumnos se motiven a hablar inglés si los profesores de inglés no somos capaces de transmitir esa pasión?

Sumado a esto, tenemos una población de estudiantes que no siente ningún interés en aprender inglés, por diversos motivos, la mayoría resultado de un ánimo negativo hacia el futuro. Qué espacio tendrá una joven o un joven en un mercado laboral que se ve muy negativo solo mirando a sus hermanos mayores o tíos, la pregunta obvia que se deben hacer es ¿y para qué? Y ahora, si les diéramos la oportunidad de elegir un segundo idioma, ¿sería lo mismo? En un estudio realizado el año pasado en la UMCE solo un 43% de los estudiantes de primer año elegiría inglés como idioma a cursar, el 23% se inclina por LSCH y el resto se divide entre mapudungun, francés y alemán, en ese mismo orden. Pero el 99% concuerda en que sí quieren aprender un segundo idioma. Me pregunto ¿qué pasaría si hiciéramos la misma encuesta en un primero medio?

Por eso, nos toca entrar a una sala en una escuela pública o subvencionada con la mayoría de alumnos absolutamente desmotivados, y sin motivación no hay aprendizaje.

Al salir de la escuela, se viene todo cuesta arriba. Primero, luchamos contra el paso del tiempo que día tras día limita nuestras posibilidades de aprendizaje de segundo idioma, no es lo mismo aprender a los ocho, a los trece o a los 30 años. Además, los cursos son impagables y algunos de dudosa calidad metodológica. El SENCE ha significado durante las últimas dos décadas una forma interesante de solventar los costos de un aprendizaje lento y que se diferencia de otras “capacitaciones” en lo afectivo puesto que al sentir tan poco progreso el o la estudiante siente frustración, agobio y deteriora la poca autoestima que podría haber generado al comienzo del curso.

Volviendo al tema de no generalizar, me pregunto si entre los más jóvenes hoy en la escuela, ¿no habrá mayor porcentaje de estudiantes que ya pueden comunicarse en inglés pero que no han necesariamente aprendido en la sala de clase? me refiero a los gamers o los amantes de las series de televisión. Su reportorio léxico de improperios o expresiones divertidas y muchas veces útiles en actos comunicativos cotidiano es impresionante.

Pero todo esto no llega a los sectores más desposeídos, su lucha es otra, y en ese contexto ¿qué rol cumple el inglés en el día a día? No estoy desmereciendo el aprendizaje de inglés en contextos vulnerables, lo que debemos hacer es entregarles la posibilidad de desarrollar identidad mirándonos a nosotros mismos desde los ojos del segundo idioma y para eso la enseñanza debe ser desde pequeñitos y de calidad.

Angela Tironi Contreras
Coordinadora Docente Programa de Lingüística y Literatura Inglesas U. de Chile
Coordinadora Plan Piloto Segundo Idioma, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación

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