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¿Qué es ser como un niño? Hacia una conciencia respetuosa de la infancia

Por: Felipe Lecannerlier


Señor Director:

Thomas Nagel es un filósofo norteamericano muy renombrado que en el año 1967 publica un artículo titulado ¿Qué es ser como un Murciélago? Su propuesta general es que cuando podamos conocer cómo es ser la cualidad subjetiva de qué es ser como uno, podremos explicar adecuadamente la mente, no bajo principios reduccionistas matemáticos, físicos, biológicos, cognitivos y sociales, sino desde la inherente y natural subjetividad de toda acción y pensar humano.

Bajo esta perspectiva Nageliana, les pregunto: ¿Qué es ser como un niño del SENAME? ¿Qué es ser como un niño que ha sufrido traumas desde antes de su nacimiento?, o mejor aún, ¿qué es ser cómo los posibles hijos-sobrinos-nietos-alumnos-pacientes del lector de esta carta? ¿qué es ser como usted?

Así como la propuesta de Nagel atestó un golpe muy fuerte a las concepciones de la época (y las actuales) sobre cómo comprender la mente humana, pienso que sólo cuando podamos desarrollar una conciencia genuina y respetuosa sobre qué es ser como un niño, podremos avanzar hacia un cambio real en las políticas públicas en la infancia. Aunque pueda parecer una propuesta muy “etérea y psicologista”, la verdad es que ha sido una tarea que a los adultos nos ha tomado más de 10.000 años empezar a desarrollar (y todavía estamos a medio camino!). Desafortunadamente, la historia del cuidado de la infancia, los planteamientos filosóficos, psicológicos, educativos, y las políticas públicas sobre cómo es ser cómo un niño, más bien nos han mostrado la subjetividad, motivaciones, aspiraciones, e ideologías sobre “qué es ser como un adulto”.

Entonces, mi segunda pregunta es: ¿Cómo se puede desarrollar esta conciencia respetuosa? Aunque pueda ser que la adquisición de conocimientos, o la discusión abstracta o práctica sobre el tema, o incluso la propuesta de evidencias sobre el desarrollo infantil, sea una vía adecuada, no me parecen suficientes. Así mismo, no creo que sea una tarea de cuatro años, ni que se defina bajo criterios político-ideológicos, y menos bajo propuestas económicas. Lo que si sabemos es que un buen punto de partida es desarrollar la capacidad de observar y preguntar a los niños, y así preguntarse qué pueden estar sintiendo, qué piensan, qué necesitan, qué les interesa. Pero lo más difícil de todo, es hacer ese ejercicio de manera cotidiana, dejando de lado nuestra cosmovisión adultizada, y así de ese modo, podría surgir un relacionar respetuoso hacia la infancia, ya que esa es una de las principales motivaciones, deseos y anhelos de ellos.

Puede ser que esta propuesta genere una sensación de que “en el fondo no estoy diciendo nada”, pero analicen la historia y evidencia de cómo se producen los verdaderos cambios en la vida humana (y en sus propias vidas), y comprenderán que tengo razón. Y al final, el problema es que “todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.

Felipe Lecannelier A., psicólogo experto en infancia, doctor en psicología

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