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Obra «Cuerpo pretérito»: Museología teatral en los tiempos del avaro Crítica

Obra «Cuerpo pretérito»: Museología teatral en los tiempos del avaro


Corrían los años de las juventudes solidarias, la actriz chilena Gloria Laso era una estudiante de teatro de la Universidad Católica y formaba parte de un proyecto para llevar a Tocopilla talleres de actuación a jóvenes ajenos a la experiencia de un anfiteatro. Las dos obras maravillaron a todos y los frutos inesperados de esa travesía afloraron en los años de la dictadura, cuando ella, retornando del exilio, recibió un enorme abrazo de alguien que le dijo: “Tú no tienes idea…pero yo era uno de esos chiquillos del taller de Tocopilla”. El eterno agradecido era el fundamental actor y director Andrés Perez.

La obra Cuerpo Pretérito que se está exhibiendo en el Centro GAM busca revisitar la trascendental obra La Negra Ester, adaptación emblemática de Pérez sobre el preclaro texto de Roberto Parra,  a treinta años de su estreno en Puente Alto, mediante una combinatoria de teatro y museología.

Trabajando con vestigios, sedimentos y desafiando a esta actual sociedad de derechos de autor, de policía neoliberal alerta, los actores y actrices Armin Felmer, Valentina Mandic, Verónica Medel, Bosco Cayo, sumados al trabajo en dirección de Samantha Manzur, nos van proponiendo un ejercicio de deconstrucción para revisar cada movimiento técnico creado por el elenco del año 87 y así motivar en el espectador una experiencia meta teatral.

La mujer llamada Ester que enamoró a Roberto Parra en la década de los cincuenta en San Antonio, pertenece a un país perdido para siempre. Hay otra Negra Ester en los años noventa. ¿Quién será la famosa negra Ester en estos días del travestismo político y del tráfico de influencias?, ¿Qué ambiciones o dramas derivarán de su oficio sexual, ahora que los pobres no desean saber que son pobres y viven la danza ebria del endeudamiento?

Los actores nos llevan del museo a una secuela escrita por Bosco Cayo, hacia una pieza original hecha en décima para  tantear un presente viable en estos personajes. Mediante gestos y temas recurrentes nos hablan sobre la marginalidad  del siglo XXI, aún anclada en ese triángulo de amor, prostitución y enfermedades venéreas.

A los diecisiete años de la bestia, le siguieron tres décadas del avaro, devenir que no se ve por dónde culmine. El radier fundacional del criminal, cimentó una sociedad donde la avaricia y la mezquindad conformaron un país lumpen, negación absoluta del soñado o ambicionado por Andrés Pérez, quien de todas formas y en las últimas instancias de su vida sufrió el famoso “pago de Chile”.

Revisar su obra cumbre como el perfil íntegro de su alma es un ejercicio terapéutico para agradecer a estas nuevas generaciones del teatro, las cuales no olvidan ni se han despolitizado, en el buen sentido de la palabra, pues saben cómo toda la basura está aún debajo de la alfombra del famoso espíritu Boeninger.

¿Cuándo se harta un avaro? Treinta años después vemos al Inti  dividido entre el “Inti Illi-money” y el “Histórico” por registro de marcas. Si silbas una canción, se te aparece la SCD como el FBI. Quilapayún también sufrió una fractura, cuando un integrante quiso registrar derechos en Francia. El líder de Los Prisioneros en New York se fue de parranda por meses con la hija y los millones del general Fach, responsable del fraude de los aviones Mirage belgas. Un hijo de Miguel Enríquez fue financiado por el yerno del dictador. Los futbolistas son empresas oscuras que corren por un gramado de ambiciones desmedidas.

La clase política opuesta a Pinochet, terminó felizmente embarrada en el tráfico de influencias de tres décadas, en un co gobierno gerencial y político con la derecha cavernaria chilena. Hasta se logró imponer un empate moral entre víctimas del genocidio y los victimarios, por los medios de comunicación concentrados. Recuerdo que la hija más talentosa de Violeta Parra, grabó un disco con el Negro Piñera, paradigma pinochetista de la mediocridad artística, pero de poderosa fortuna. ¿Reconciliación?, ¡Las pinzas!, diría el tío Roberto.

Las bodegas de la Dirección de Aprovisionamiento del Estado de Chile (DAE) de calle Matucana que Andrés Perez rescató y limpió para proponerle a Chile un ejercicio de arte fraterno, a inicios de los años noventa, le fueron arrebatadas cuando la Concertación consolidó esa “cultura en la medida de lo posible”, donde no caben todos en la mesa.

Vivimos, treinta años después, en esta sociedad del avaro rodeado del lumpen descrito por el poeta Armando Uribe hace 25 años atrás, también inmersos en El Carro de Heno  pintado por El Bosco  a inicios del siglo XVI. “Todos se desviaron”, decía un mural puesto por los jóvenes de hoy en calle Portugal.

Vi la Negra Ester dos veces, una en sus tiempos de gloria y la última vez, como función de beneficencia para ayudar a Andrés Pérez, porque luego de dos décadas el país no era capaz de entregar seguridad social a un trabajador, ni del arte ni de cualquier área.  Han pasado tres décadas y los artistas chilenos forasteros de los círculos prodigiosos siguen sobreviviendo a duras penas, pues el negocio político económico e ideológico del año 89 imposibilita edificar una sociedad fraterna, próspera y honesta.

Los jóvenes actores de hoy, gestores de la obra Cuerpo Pretérito,  fueron a mil sitios en busca de los objetos abandonados o perdidos del montaje original del año 87. Los han relevado, dignificado, situado en categorías de renombre que el país debería haber consolidado por medios formales.

La obra, es una hermosa palada de tierra al rostro que, con justa razón, estas nuevas generaciones lanzan a la “zoociedad”  nacida en 1990,  ese baile de caretas vigente, totalmente ajena a la utopía artística trabajada a puro cariño  por el  enorme actor, maestro y director  Andrés Pérez.

Obra «Cuerpo pretérito»

En Centro GAM, Sala N1, Alameda 227. Metro Universidad  Católica.

Hasta el 26 de mayo. Miércoles a sábado, 21:00 horas. 

Precios: $5.000 entrada general. $3.000 estudiantes y tercera edad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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