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Educación no sexista más allá de la miseria de lo posible Opinión

Educación no sexista más allá de la miseria de lo posible

Bárbara Brito
Por : Bárbara Brito Dirigenta nacional de Pan y Rosas, y ex vicepresidenta FECH (2017)
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Esto días fue publicada por este medio una columna titulada “educación no sexista es educación pública democrática” escrita por dos militantes de Izquierda Autónoma, Javiera Toro y Valentina Saavedra. Llama la atención pues son pocos los análisis que comparten hoy la necesidad de ampliar el programa de la movilización. El problema es, ¿hacia dónde?

La agobiante violencia sexual hizo estallar movilizaciones en todo el mundo donde las mujeres dijimos “ya no más”. El movimiento #MeToo de las actrices de Hollywood, las huelgas de mujeres trabajadoras y de trabajadores el 8M de 2017 en diversos lugares del mundo: señales de la vitalidad de un nuevo movimiento de mujeres que llegó para quedarse. En Chile, este año la rabia se asentó principalmente en las universidades y liceos emblemáticos cuestionando el sexismo en la educación.

La llamada “ola feminista” se superpone a un movimiento estudiantil que históricamente ha luchado contra el mercado educativo, por la educación gratuita y la defensa de la educación pública, demandas que aún se encuentran vigentes, pero que este año han perdido protagonismo.

El espíritu de cuestionamiento al sexismo en la educación se ha traducido en la proliferación de demandas como el enfoque transversal de género en el currículo, la educación sexual integral en los liceos, cursos preventivos contra el acoso y el abuso sexual. Estas demandas constituyen lo que se denomina masivamente “educación no sexista”, cuestión que para el Frente Amplio es lo más relevante del movimiento, al punto que, en lugares como la Usach -con una federación frenteamplista de Movimiento Autonomista-, estas demandas se han contrapuesto a otras como el “fin del subcontrato”.

¿Pero, es posible acabar con el sexismo en la educación sin acabar con el sistema educativo que lo sostiene? Las militantes de Izquierda Autónoma responden que no, y plantean la necesidad de democratizar las instituciones educativas y pelear porque la educación deje de responder a los holdings que han hecho de ella un negocio. Eso va a tono con un documento reciente de IA en el que leemos que es necesario poner fin al “lucro en la educación”, pelear por “financiamiento basal y directo” y la “democratización de las escuelas y universidades públicas”. A primera vista, pareciera ser que para Izquierda Autónoma sí es necesario el entrelazamiento de la pelea por una “educación no sexista” con la pelea contra el modelo educativo. Aun así, es inevitable que surjan algunas preguntas.

[cita tipo=»destaque»]Lucharemos hasta por la más mínima demanda, pero queremos que cada conquista de nuestra lucha sea conducida a un enfrentamiento con el Estado burgués en una perspectiva anticapitalista. Nos guía la convicción de que la acción de millones de mujeres y hombres que viven de un salario con todas y todos aquellos que viven oprimidos en el capitalismo, los mapuche, pobladores, podrán formar un gobierno de trabajadores de ruptura con el capitalismo e iniciar caminos inexplorados para acabar con opresiones tan milenarias como el machismo: un camino podría ser la socialización del trabajo doméstico en una sociedad donde no se piense la producción en función de los intereses empresariales sino de las necesidades sociales, el tiempo libre, etc. No queremos que la energía de millones de mujeres que despiertan a la política contra el machismo sea desperdiciada en el fortalecimiento de este Estado o que nuestras conquistas sean vaciadas de carácter subversivo. Así como no habrá educación no sexista sin gratuidad de la educación, tampoco podremos conquistar la total emancipación de las mujeres sin acabar con el sistema capitalista. Por eso no alcanzan las conquistas o reformas parciales, es necesario luchar contra este sistema y forjar la fuerza social necesaria para ello.[/cita]

Desde IA no dicen cómo democratizar las universidades, ¿basta con participación sin voto en el gobierno universitario? ¿Con ampliar los decorativos Senados Universitarios? ¿Basta con que unos pocos más puedan votar por las autoridades? La formulación propuesta por Valentina Saavedra y Javiera Toro para el espacio universitario, “estructuras menos autoritarias y transparentes que impidan el abuso de poder e impunidad” pareciera apuntar más bien a una “moderación del poder actual” que a una efectiva generalización del derecho a decidir los destinos de la universidad para los estamentos que la componen. Algo así como una reforma digerible en los marcos de la Ley de Educación Superior y la Ley de Universidades del Estado de Bachelet.

Nada dicen de educación gratuita, no es nuevo su silencio. Nada dicen de mantener los millonarios subsidios públicos a las instituciones privadas, como el grupo Laureate o la misma Iglesia Católica, institución que ha negado históricamente los derechos de las mujeres. Menos de las universidades que quiebran, dejando a sus estudiantes en las calles. Pero ¿cómo democratizar la universidad si miles continúan quedando afuera – en su mayoría mujeres- ya sea por la PSU o por los altísimos aranceles que se cobran? ¿Cómo hacer que la educación deje de ser un negocio o de responder a los controladores si es que los privados siguen llenándose los bolsillos a costa del trabajo de estudiantes y sus familias? ¿Cómo enfrentar a esos privados que siguen ganando millonadas o cierran universidades, sin luchar por la estatización de estas universidades y ponerla en manos de estudiantes, docentes y trabajadores? Si no se cuestiona la “propiedad privada” que se ha expandido exponencialmente en el ámbito educativo durante las últimas décadas, cualquier democratización será constreñida en las coordenadas impuestas por “directorios” y “sostenedores”. Mientras el criterio de representantes de la Iglesia o el empresariado sea un poder material en la universidad, cualquier avance en la educación no sexista será parcial o reducido.

El movimiento estudiantil, el 2006 y 2011, cuestionó el régimen político, hizo retroceder la aprobación de instituciones centrales del Estado: el gobierno, las Fuerzas Armadas, la Policía y sus eternos aliados, la Iglesia y también la de los empresarios. ¿Por qué? Porque atacó el negocio educativo, el corazón del sistema actual. Porque se trató de un movimiento de centenas de miles, que impactó a la sociedad. Un movimiento de lucha, con tomas, marchas y todo tipo de movilizaciones. Con múltiples expresiones de organización de base: asambleas, coordinadoras estudiantiles. Si los que diseñaron el modelo educativo y se enriquecen con él, son poderosos, entonces sin esa gran fuerza jamás se habría puesto en tela de juicio el negocio de la educación. Por eso fue tan restauradora la política de Bachelet con las “becas de gratuidad”, un intento de responder a las calles mediante una operación para mantener el negocio en la educación. No olvidamos que hasta Revolución Democrática, parte del Frente Amplio, fue parte de esas mismas reformas gatopardistas (cambiar algo para que nada cambie), mientras otra parte del FA pedía “incidencia” en reformas que mantenían esa estructura mercantil.

¿Cómo conquistar una educación no sexista y democrática si es que la PSU es un filtro de clase y de género? ¿Cómo conquistar una educación no sexista y democrática si es que el negocio educativo deja afuera a los más pobres -en su mayoría mujeres-, a las y los trabajadores? ¿Cómo conquistar una educación no sexista sin financiamiento integral para las universidades del Estado que permitan el paso a planta de todos los trabajadores y el fin al subcontrato? Sin unir las demandas de las mujeres con la lucha del movimiento estudiantil, y sin unir la fuerza de las actuales tomas a la fuerza de cientos de miles de estudiantes, funcionarios y profesores en contra el gobierno, la Iglesia y los empresarios, lo que podremos conseguir son algunos cambios cosméticos en los marcos de la educación-empresa. Por supuesto, situarse desde acá en el debate, nos deja en una vereda opuesta de aquellas que consideran que la salida a la problemática del acoso y el machismo en las universidades pasa por incrementar las facultades de las autoridades. Creemos que es ineludible discutir con las posiciones de los sectores que van en el sentido exactamente opuesto de una “democratización” y que buscan mayores atribuciones para las autoridades. Izquierda Autónoma sólo “aporta programa”.

No habrá educación no sexista sin educación gratuita y pública (poniendo fin al subsidio a las privadas), aunque tampoco la gratuidad bastará para acabar con el sexismo en la educación. Si nuestro horizonte no es sólo “controlar el lucro”, agrandar los fondos y democratizar, mientras capitalistas locales y extranjeros se llenan los bolsillos con nuestra educación e inciden en la vida social; si pensamos que la lucha por una educación no sexista no se puede separar de la demanda de la gratuidad universal; tampoco creemos que tengamos que posponer la pelea por un programa que apunte a la raíz de la opresión y la miseria en la sociedad: la sociedad de clases.

Para ello es necesario cuestionar los pilares estructurales que sostienen la desigualdad de género y la violencia contra las mujeres, pasar de la crítica de la educación de mercado a la crítica de la sociedad de clases. Y esta tampoco es sólo una tarea del futuro, es una tarea actual que involucra identificar a nuestros enemigos y a los responsables de la violencia machista: el Estado, las iglesias, los gobiernos y los empresarios, sean hombres o mujeres, ellos promueven y gerencian la explotación y en sus ganancias descansa el trabajo no remunerado de millones de mujeres relegadas a las tareas del hogar, al trabajo precario y al subcontrato que tienen rostro de mujer y las enormes brechas salariales.

Esta tarea actual implica que la pelea no la demos sólo las estudiantes. Para que exista movimiento estudiantil, también es necesario que se activen nuestros compañeros. Y para apuntar a la raíz de las cosas es necesario que se ponga en movimiento un nuevo actor: las y los trabajadores de las universidades, las y los funcionarios y los académicos. Las tomas “exclusivistas” y la separación del programa entre las demandas “feministas” y las “demandas estudiantiles” no ayuda a desarrollar una fuerza capaz de asumir los desafíos.

Izquierda Autónoma escribe una propuesta que incorpora aspectos programáticos que exceden al estamento estudiantil y las demandas exclusivamente de mujeres, proponiendo planes de igualdad laboral y salarial para mujeres y hombres o el mismo fin al lucro y el financiamiento basal. Pero no basta con “agregar” puntos programáticos al movimiento. Además, hace falta la unidad con el movimiento estudiantil y trabajadoras/es. Después de que se bajó la toma de la Universidad Católica la intensidad empezó a decrecer; en algunos lugares como la Usach se produjeron divisiones entre quienes quieren tomar sólo las demandas de las mujeres y quienes quieren además agregar otras como el fin al subcontrato; justo cuando la huelga de las subcontratistas de Interservice, de la Universidad Católica, plantea el desafío de que en el movimiento de mujeres demos la pelea por ligarnos a la clase trabajadora, como venimos haciendo desde la agrupación de mujeres y diversidad sexual Pan y Rosas.

Es decir, sin discutir el escenario y el carácter complejo del proceso y sin discutir cómo hacer que el movimiento estudiantil nuevamente sea un opositor activo al régimen político y a sus guardianes; sin discutir cómo hacer para que funcionarias y funcionarios sean un actor fundamental en la lucha, rodeando de solidaridad la huelga de Interservice y denunciando al gobierno, la Iglesia y los empresarios; la capacidad de imponerle demandas al gobierno y las autoridades universitarias se reducen. Sin la fuerza de miles, Piñera, los empresarios y los defensores de los consensos neoliberales defenderán sus tiempos, su programa y sus reformas.

Izquierda Autónoma nos plantea una utopía reformista que nos llevará a un punto cero: en su estrategia reposa la ausencia de un programa claro que se limita, aunque no quieran y por omisión, nuevamente a la demanda por una educación no sexista en los términos que definimos más arriba –enfoque de género en el currículum, protocolos, etcétera–, se suma la vía parlamentaria para canalizar la lucha a través de la exigencia de reapertura de la reforma educativa, que con un programa difuso y mínimo–por lo bajo– y el abandono de las demandas históricas del movimiento estudiantil, no encontrará buenos frutos en favor de nuestros intereses. Es un intento de hacer “programas mínimos” para reformas parciales, y los cambios “estructurales” dejarlos para las elecciones, es decir, una estrategia de presión ahora y una estrategia puramente electoralista para los cambios “estructurales”. ¿Cuál es la utopía? La insistencia de volver a la estrategia tan criticada de la incidencia en reformas creadas para renovar el mercado educativo y que nos llevó una y otra vez al fracaso –cuando precisamente Izquierda Autónoma estaba a la cabeza de la FECh y la CONFECh–; dicha estrategia hoy ya es una farsa.

Quienes militamos en Pan y Rosas – Teresa Flores lucharemos hasta por la más mínima demanda que pueda aportar a mejorar nuestras condiciones de vida. Pelearemos por cátedras de género, enfoques transversales de género en el currículum, educación sexual integral; pero también, por el cogobierno universitario y la elección universal de las autoridades universitarias, por el fin a la PSU y el ingreso irrestricto a la universidad, por el fin al subcontrato y el paso a planta de las y los trabajadores; por la ampliación de la educación pública y su financiamiento integral a través de la gratuidad universal con aportes fiscales directos del Estado. Nuestras conquistas las impondremos con movilización en la calle, retomando la lucha histórica del movimiento estudiantil y en unidad mujeres, trabajadores y estudiantes. Creemos que las federaciones estudiantiles y las asociaciones tanto de funcionarias y funcionarios como de académicos pueden impulsar asambleas masivas de base en las universidades, para discutir demandas unitariamente y un plan de movilizaciones. Las organizaciones como el Colegio de Profesores o la CUT, tienen que impulsar asambleas de base y un plan de lucha para rodear de solidaridad la huelga de Interservice y poner las demandas de la mujer trabajadora y discutir qué educación queremos.

Lucharemos hasta por la más mínima demanda, pero queremos que cada conquista de nuestra lucha sea conducida a un enfrentamiento con el Estado burgués en una perspectiva anticapitalista. Nos guía la convicción de que la acción de millones de mujeres y hombres que viven de un salario con todas y todos aquellos que viven oprimidos en el capitalismo, los mapuche, pobladores, podrán formar un gobierno de trabajadores de ruptura con el capitalismo e iniciar caminos inexplorados para acabar con opresiones tan milenarias como el machismo: un camino podría ser la socialización del trabajo doméstico en una sociedad donde no se piense la producción en función de los intereses empresariales sino de las necesidades sociales, el tiempo libre, etc. No queremos que la energía de millones de mujeres que despiertan a la política contra el machismo sea desperdiciada en el fortalecimiento de este Estado o que nuestras conquistas sean vaciadas de carácter subversivo. Así como no habrá educación no sexista sin gratuidad de la educación, tampoco podremos conquistar la total emancipación de las mujeres sin acabar con el sistema capitalista. Por eso no alcanzan las conquistas o reformas parciales, es necesario luchar contra este sistema y forjar la fuerza social necesaria para ello.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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