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¿Se compran menos productos etiquetados “alto en…”? Opinión

¿Se compran menos productos etiquetados “alto en…”?

Carlos Noton y Daniel Schwartz
Por : Carlos Noton y Daniel Schwartz Académico Ingeniería Industrial – U. de Chile Investigador, Instituto Milenio MIPP/Académico Ingeniería Industrial – U. de Chile Investigador, Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería
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Mejorar los hábitos alimenticios de la población ha sido un objetivo crucial de las políticas de salud pública en los últimos años en muchos países de la OCDE. La Organización Mundial de la Salud ha establecido que la elección de comida saludable y la actividad física son importantes facilitadores para combatir la obesidad.  En este espíritu, la promulgación de ley Super 8 (Ley N° 20.606) introdujo en alimentos las etiquetas nutricionales de la forma “altos en”, para altos contenidos en sodio, grasas saturadas, azúcares y calorías.

A casi dos años de su entrada en vigencia (27 de junio de 2016), es vital evaluar qué cambios de comportamientos (si es que hubo) tuvo este nuevo etiquetado en la población.

Si bien existen diversas encuestas y focus groups argumentando que los consumidores son conscientes del nuevo etiquetado, y que declaran ciertos cambios de hábitos, es difícil evitar sesgos propios de estas metodologías, pues lo que dicen las personas no siempre coincide con lo que hacen. En cambio, utilizando datos de compras se puede examinar el comportamiento real (versus el declarado) de las personas. Aun contando con datos de consumo, ¿se puede evaluar el efecto real del etiquetado? La forma más simple sería comparar los patrones de consumo antes y después del 27 de junio. Sin embargo, esta comparación es errónea.

La comparación entre junio y julio de 2016 puede incluir sesgos porque los meses no son estrictamente comparables por un sinfín de razones, por ejemplo, por el número de feriados, vacaciones escolares y, eventualmente, hasta el clima. Para eliminar algunos de estos elementos estacionales, se podría incorporar la comparación entre julio de 2016 con el periodo de julio de 2015. Esta evaluación también puede sufrir grandes distorsiones, a menos que lo único que haya cambiado entre ambos periodos sea la presencia de la etiqueta, y eso es imposible asegurarlo.  Cada momento en el tiempo tiene sus peculiaridades (macroeconómicas, como el desempleo, o microeconómicas, como los precios), lo cual contamina la obtención del efecto del etiquetado nutricional. Ninguno de éstos métodos, muy comunes en muchas organizaciones, permiten identificar cuál es la diferencia de comportamiento de las personas exclusivamente ocasionado por las etiquetas “disco pare”.

[cita tipo=»destaque»]Para remediar este problema -llamado técnicamente “problema de identificación”, pues se trata de identificar un efecto causal- junto con Sebastián Araya (U. de Chile) y Andrés Elberg (PUC) explotamos la implementación gradual en el tiempo del etiquetado: si bien la ley empezaba a regir el 27 de junio de 2016, muchos supermercados y proveedores comenzaron a etiquetar antes, proceso que tomó varias semanas previas a que la ley entrara en vigencia. Para muchos productos, la implementación del etiquetado variaba ostensiblemente entre locales del mismo supermercado. Utilizando datos de esta implementación gradual, más datos de precios y las compras efectuadas por los consumidores, pudimos comparar los patrones de consumo en un mismo instante en el tiempo para productos idénticos, cuya única diferencia es el etiquetado “alto en”. Esto es muy similar a realizar un experimento aleatorio en dónde algunos locales tienen un producto etiquetado y otros no (esto para cientos de productos y durante varias semanas).[/cita]

Para remediar este problema -llamado técnicamente “problema de identificación”, pues se trata de identificar un efecto causal- junto con Sebastián Araya (U. de Chile) y Andrés Elberg (PUC) explotamos la implementación gradual en el tiempo del etiquetado: si bien la ley empezaba a regir el 27 de junio de 2016, muchos supermercados y proveedores comenzaron a etiquetar antes, proceso que tomó varias semanas previas a que la ley entrara en vigencia. Para muchos productos, la implementación del etiquetado variaba ostensiblemente entre locales del mismo supermercado. Utilizando datos de esta implementación gradual, más datos de precios y las compras efectuadas por los consumidores, pudimos comparar los patrones de consumo en un mismo instante en el tiempo para productos idénticos, cuya única diferencia es el etiquetado “alto en”. Esto es muy similar a realizar un experimento aleatorio en dónde algunos locales tienen un producto etiquetado y otros no (esto para cientos de productos y durante varias semanas).

A modo de ejemplo, con este método pudimos comparar la probabilidad de compra de cierta marca de huevos de chocolate en Semana Santa, entre los locales que lucían el nuevo etiquetado versus otros establecimientos sin los discos “altos en”. En la metodología que compara antes y después, esta gran venta de chocolates, en un periodo previo a la implementación, sobreestimaría erróneamente el efecto del etiquetado en los chocolates.

Nuestros resultados, aún preliminares, apuntan a que en varias categorías el impacto es modesto, mientras que en otras hay un efecto relevante. En cereales, que es una categoría emblemática en esta ley de etiquetado, observamos que las personas efectivamente compran menos cereales si éstos tienen etiquetas “alto en” y esto se da especialmente para familias que gastan más en el supermercado. Por otro lado, no observamos efecto de las etiquetas en categorías como galletas y chocolates, en las cuales existen pocas alternativas sin etiquetado y en donde el etiquetado es tal vez menos informativo, dado el conocimiento previo de los consumidores.

Se debe considerar que este es un efecto de corto plazo y que todavía faltan algunos test de robustez para terminar el estudio. En este sentido, queremos destacar que se debe dedicar mucho esfuerzo para atribuir o identificar correctamente el efecto del etiquetado, o de cualquier política pública, para que pueda tener validez predictiva para las futuras etapas de la ley que harán más exigentes los niveles de elementos no saludables.

Basarse en focus groups, encuestas y comparaciones del tipo antes-después tiene grandes limitaciones metodológicas. Una política pública basada en el comportamiento de las personas debiera priorizar un protocolo de experimentación aleatoria que brinde causalidad y sólo si esto no es posible, contar con instrumentos ajenos a la política (es decir, variaciones naturales) que permitan discutir en base a efectos causales. Realizar diseño de políticas que contengan evaluaciones que logren identificar efectos causales es crucial para poder focalizar esfuerzos y mejorar programas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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