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Un tuit revictimizador

Por: Tomás Serón Díaz


Señor Director:

Leí desconcertado un tuit de José Antonio Kast donde hace una alegoría al Golpe de Estado. Desde una mirada humana fundamental, la transgresión de la democracia es ineludiblemente condenable. No está sujeto a dudas ni interpretaciones. Se convirtió en una especie de fantasía megalomaníaca, con ideas de grandeza y salvación, que se llevó a cabo a través del genocidio.

Más allá de lo histórico y político, probablemente lo que me parece más grave es que se utilice determinada posición y visibilidad pública para retraumatizar a las víctimas y a sus familias. El daño psicológico y social de una dictadura, sea cual sea el color político o la ideología de la misma, es irreparable y además se transmite transgeneracionalmente, generando desastres en la salud mental de un país. La huella mnésica queda por varias generaciones, no sólo en la memoria, sino en los afectos, en el cuerpo, en las vivencias, en las visiones de mundo, en la construcción de identidad. Esto está descrito ampliamente en la literatura psiquiátrica y psicológica. Es difícil dimensionar el sufrimiento de aquellos que vieron vulnerados sus derechos fundamentales, quienes fueron desconfirmados en su existencia humana, quienes fueron violentados; el dolor de aquellos familiares de personas asesinadas por defender su ideales o sus posturas políticas; la amargura de los familiares de detenidos desaparecidos que no pudieron elaborar sus duelos, porque nunca supieron dónde están sus seres queridos.

Ensalzar públicamente una dictadura debiera ser un delito grave; los discursos de odio no pueden quedar impunes pues, como dije, no son inocuos. El “país que tenemos hoy” no logrará avanzar en unidad y empatía mientras exista una ultraderecha que disfraza de buenas intenciones su fundamentalismo ideológico. Comentarios de este tipo sólo demuestran falta de humanidad.

Dr. Tomás Serón Díaz

Residente de Psiquiatría Adultos

Universidad de Chile

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