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¿Hay mérito para hablar de mérito en Chile? Opinión

¿Hay mérito para hablar de mérito en Chile?

Ricardo Rosas y Catalina Santa Cruz
Por : Ricardo Rosas y Catalina Santa Cruz Centro de Justicia Educacional UC
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No hay mérito para hablar de mérito en el sistema educacional chileno. Y lo vamos a ilustrar con un pequeño experimento mental: supongamos que la educación particular pagada existiera solo hasta séptimo básico y que al completar ese curso, todos los estudiantes debieran rendir una prueba estandarizada para postular a los mejores liceos disponibles. ¿Quiénes ocuparían la mayoría de los cupos de los liceos de excelencia? Obviamente serían los estudiantes de los mejores colegios particulares, quienes sabemos, a esa edad ya tienen una brecha significativa en capital cognitivo comparados con los estudiantes provenientes del sector público. Para dimensionar la brecha en una escala que todos conocemos, hablaremos de puntajes PSU. Considere que si en promedio los estudiantes de colegios públicos obtienen 500 puntos, en promedio los de colegios particulares obtendrían 620, teniendo muchas más posibilidades de copar los cupos, tal como ocurre hoy día con el acceso a universidades de excelencia (ver datos en nuestro libro Dime en qué Colegio estudiaste y te diré qué CI tienes, Ediciones UC, 2013).

La pregunta que surge de inmediato frente a este experimento mental es: ¿son mas “meritorios” los estudiantes de colegios particulares que los de colegios públicos? Evidentemente que no, ya que el resultado está mediado por las diferencias de calidad de la educación recibida, lo que da una ventaja constante a los estudiantes de los colegios particulares, haciendo que incluso los alumnos más esforzados y comprometidos de la educación pública, no consigan un cupo en los liceos de excelencia, porque en la mayoría de las veces la motivación y el tesón no son suficientes para alcanzar y superar la ventaja que da la educación privada. En otras palabras, el capital cognitivo está influido fuertemente por la calidad de la educación recibida, y si la educación es de mala calidad, por mucho esfuerzo y perseverancia que le ponga el estudiante, no podrá competir en igualdad de condiciones. Las brechas entre hijos de profesionales y obreros son de equivalentes a 20 puntos de una escala PSU al nacer en todos los países del mundo. Una educación igualitaria de calidad mantiene esa diferencia estable en los países desarrollados. En nuestro país, en séptimo básico la magnitud de las brechas en el desempeño se hacen prácticamente irremontables.

Volvamos a la realidad: el Ejecutivo quiere volver a permitir que los liceos de excelencia puedan elegir al 100% de los estudiantes por “mérito”, y volver al copago en el sistema público.  Lo primero tiene por resultado algo que ya es anticipado por nuestro experimento mental: la distribución por nivel socioeconómico en los liceos de excelencia es muy diferente a los liceos “comunes”: en los primeros, más del 61% de la matrícula proviene de los dos quintiles más ricos de la población (Allende y Valenzuela, 2016), quienes aprovechan la oportunidad de una educación gratuita de buena calidad. En los segundos, en cambio, la matricula de alumnos correspondientes a los dos quintiles más ricos es de apenas el 12,5% (según datos CASEN 2015).

El copago  tiene por resultado una determinación causal del nivel socioeconómico sobre los resultados de las pruebas estandarizadas, tipo SIMCE. Como demostráramos en una columna del año 2014 (Papeles de Investigación, CEDETi-UC), los resultados de las pruebas SIMCE están determinados causal y linealmente por el nivel del copago, sin ninguna excepción. A nivel de copago cero, el promedio de matemáticas de 2º medio para el año 2012 fue 235 puntos, mientas a nivel de copago $100.000, el promedio es 325 puntos.

Entonces, ¿Hay mérito para hablar de mérito en Chile? Obvio que no. Muchos están confundiendo mérito con resultados en pruebas estandarizadas. Y eso, en Chile, está determinado por el nivel socioeconómico, no por el mérito.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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