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El nepotismo, un problema complejo: educación, equidad y redes Opinión

El nepotismo, un problema complejo: educación, equidad y redes

Gonzalo Torres Rosales
Por : Gonzalo Torres Rosales Psicólogo, investigador social. Director de Investigación y Desarrollo, Fundación INFOCAP.
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Si bien el hecho de preferir a un familiar, a una amiga o a un compañero de negocios para la ocupación de un cargo público puede observarse como una acción particular, atribuible a la moral y conciencia (o falta de ella) de un sujeto o grupo específico, lo que señala en lo profundo es la manifestación de numerosas interacciones y operaciones que permiten no solo el actuar sino también la subsistencia de grupos sociales de una mayor magnitud en cuanto a la cantidad de sujetos involucrados y la complejidad de su desarrollo histórico. Desde aquí, el contexto chileno nos provee de un punto de análisis ineludible en relación con la formación de categorías y grupos sociales, a saber, la desigualdad económica y sus implicancias, tanto en las distintas fases evolutivas del desarrollo físico y psicológico de un sujeto como en las variadas instancias en que este lleva a cabo sus relaciones sociales. Con todo, y suponiendo una ley que erradique el nepotismo aprobada, la pregunta desde lo práctico aún sería: ¿puede una chilena o un chileno cualquiera -con la adecuada acreditación y experiencia- llegar a un cargo de alta influencia dentro del sector público?


Durante la mañana de este martes, tuve la posibilidad de escuchar el contacto telefónico que hizo Felipe Kast con el programa de El Mostrador en Radio La Clave, donde se discutió brevemente en torno al proyecto de ley que el senador ha manifestado apoyar y que tiene como fin eliminar la participación de familiares de ministros y parlamentarios en cargos públicos. Tanto en este diálogo como en el viralizado video donde Constanza Santa María le consulta a Kast por la participación de familiares de Sebastián Piñera en la presente administración, se visualizan –de manera superficial pero clara– las dificultades y posibles contradicciones que tiene el tratamiento del tema del nepotismo de parte de nuestras autoridades políticas, de una manera más o menos indiferente a su color político.

Si bien el hecho de preferir a un familiar, a una amiga o a un compañero de negocios para la ocupación de un cargo público puede observarse como una acción particular, atribuible a la moral y conciencia (o falta de ella) de un sujeto o grupo específico, lo que señala en lo profundo es la manifestación de numerosas interacciones y operaciones que permiten no solo el actuar sino que la subsistencia de grupos sociales de una mayor magnitud en cuanto a la cantidad de sujetos involucrados y la complejidad de su desarrollo histórico.

Desde aquí, el contexto chileno nos provee de un punto de análisis ineludible en relación con la formación de categorías y grupos sociales, a saber, la desigualdad económica y sus implicancias, tanto en las distintas fases evolutivas del desarrollo físico y psicológico de un sujeto como en las variadas instancias en que este lleva a cabo sus relaciones sociales. Con todo, y suponiendo una ley que erradique el nepotismo aprobada, la pregunta desde lo práctico aún sería: ¿puede una chilena o un chileno cualquiera –con la adecuada acreditación y experiencia– llegar a un cargo de alta influencia dentro del sector público?

Tal vez, un punto de partida para el abordaje de esta pregunta puede encontrarse rastreando el punto común –y al mismo tiempo diferenciador– de socialización que compartimos: el paso por la educación formal.

Un punto de partida: Equidad/Inequidad en la educación chilena

Gran parte del debate educativo en Chile y América Latina tiene que ver con los conceptos de equidad e inequidad. La marcada diferencia de la distribución del ingreso según estrato social en nuestro país, suele direccionar el debate a una dimensión economicista –en tanto condición estructural desde la que se lleva a cabo el proceso educativo–.

De esta manera, al consultar sobre los conceptos de equidad e inequidad en revistas científicas especializadas en educación y en políticas públicas, o bien en documentos e informes desarrollados desde el Ministerio de Educación, daremos rápidamente con un tratamiento enfocado principalmente en macrocifras vinculadas a ingreso por familia, acceso, cobertura, o comparativas de puntajes en pruebas estandarizadas, entre otros aspectos.

Por cierto, la relevancia de esta información no está en duda, en tanto permite mapear de forma general y descriptiva los avances vinculados al problema. Difícilmente podamos tomar buenas decisiones a nivel de política pública si no podemos contar con dichos indicadores (ejemplo: con cuánto dinero se educan las personas de estos estratos, cómo ha evolucionado el gasto público en educación en el tiempo, y así sucesivamente). Ahora bien, el abordaje puramente numérico del problema de la equidad/inequidad deja también varios puntos ciegos, que precisamente pueden describir de una manera un poco más refinada las interacciones que emergen y que, simultáneamente, sostienen y modifican estos patrones equitativos/inequitativos de convivencia.

Dicho de otra manera, no es el dinero en sí mismo el que nos permite dar cuenta cabal del problema de la equidad, sino que son las interacciones humanas que surgen a partir de este diferencial económico. O en otro aspecto, no es suficiente para el análisis la comparativa de años de escolaridad de las familias de donde provienen dos niños distintos sino que lo son las interacciones que emergen en los grupos, dadas esa condición y otras variadas condiciones.

Conocimiento, know-how y redes

En su libro El triunfo de la información (Why information grows), el reconocido científico chileno César Hidalgo aborda el tema de la desigualdad económica desde conceptos relativos a la información (y su tratamiento desde la física) y la teoría de redes. A grandes rasgos, Hidalgo refiere que las economías desarrolladas son aquellas que logran combinar de manera más eficiente el conocimiento (entendido como información teórica relativa a un determinado tema y/o producto) con el know-how (la experiencia vivencial en torno a la ejecución de procedimientos prácticos ligados al desarrollo y producción de una tecnología o producto). La eficiencia de esta combinación estaría dada principalmente por la capacidad de un grupo social (en el caso económico, de las empresas y los grupos productivos en general) de diversificar y articular sus redes productivas de tal manera que no sea necesario acumular en un solo lugar todo el conocimiento y know-how necesario para generar un producto.

De esta manera, se pueden generar sistemática y colaborativamente productos cada vez más complejos y, con ello, economías más desarrolladas. ¿Por qué es importante el aporte de Hidalgo en el ámbito educacional y, por extensión, del fenómeno del nepotismo? Porque pone de relieve que las diferencias económicas (y si seguimos esta argumentación, diferencias sociales) tienen que ver con la capacidad de los grupos sociales para aprender colectivamente y traspasar de manera eficiente ese conocimiento y ese know-how a otras personas.

Educación y movilidad social

Volvamos, entonces, a la educación. Si atendemos, por ejemplo, la noción de que los procesos educativos formales son un móvil de cambio social (si queremos, de asegurar en sus procesos y finalidades una noción de equidad o, moralmente dicho, de justicia social), debiéramos entonces presumir (es algo bastante discutido en el ámbito académico) que existe una relación entre las oportunidades educativas con las que cuenta un sujeto y las posibilidades laborales con que contará a futuro (a nivel de desarrollo personal y económico, por cierto). Desde un punto de vista económico, esto pudiera lograrse mediante la igualación del dinero que se invierte en la educación de cada niña y niño chilenos, independientemente de su pertenencia a uno u otro estrato socioeconómico. O, para ser estrictos con el concepto de equidad, asegurar que el gasto en aquellos niños que provienen de sectores con menores recursos económicos sea siempre mayor que el que se hace en aquellos niños que ya provienen de sectores más acomodados, de manera que puedan compensarse las diferencias de origen. Pero algo queda a un lado.

Y aquí de nuevo las ideas de Hidalgo: ¿es el dinero gastado/invertido/ahorrado el que explica de mayor y mejor manera la desigualdad (y su reproducción)?

Bajo la comprensión de la unión de conocimiento y know-how –y su desenvolvimiento en redes colaborativas– hay bastante que decir en el tema educativo, pero iremos al grano. El problema de la equidad (y la reproducción de la desigualdad social) no es, en ningún caso, un tema reductible al mero aspecto económico. Tiene que ver con grupos sociales relativamente definidos que aprenden, en la interacción mediante sus propios códigos y costumbres, a desenvolverse en el mundo de manera conjunta.

Como distintos organismos y expertos han señalado, se trata de las relaciones que se generan y progresan desde la pertenencia grupal en el proceso educativo. En concreto, en un ejemplo matemático: Tiene que ver con: I) aprender teóricamente de números; II) aprender a trabajar en terreno con números; y III) a saber dónde ir y con quién debiera conectarme más adelante si es que me gustan los números.

Conocimiento, know-how y redes: una élite cohesionada

Es numerosa la literatura disponible relacionada con los conceptos de cohesión y élite en el contexto chileno. Esto desde columnas de opinión, investigación empírica y ensayos académicos, donde las conclusiones no parecen variar demasiado: independientemente de su preferencia política, los grupos dirigentes del país presentan intrincadas redes de relaciones que se manifiestan en preferencias en torno a la educación de sus familias, sus lugares de residencia y negocios.

Los desarrollos de este planteamiento desde los conceptos anteriormente expuestos se hacen evidentes: bajo las condiciones de aprendizaje colectivo descritas, la clase dirigente chilena es capaz de formar, acumular, aumentar y traspasar el conocimiento, know-how y redes de interacción necesarias para sostener y mejorar sus condiciones de vida (llámense de trabajo, económicas, de estatus). Y en el caso contrario, quienes no pertenecen a dicho grupo, y que por ende no tienen acceso directo a la complejidad de este aprendizaje, quedan en una posición cierta de desventaja en relación con su inserción a cargos de influencia y poder.

Fin al nepotismo en lo formal, ¿y en lo práctico?

«En los vínculos confiamos», se titula el capítulo 8 del libro de Hidalgo. La idea central tiene que ver con la base que funda una red profesional eficiente: la confianza. En sociedades donde la confianza es alta, tiende a haber redes de trabajo más extensas. En sociedades con menor confianza (sociedades familiares), las redes de trabajo tienden a ser más pequeñas, principalmente formadas por personas que cuentan con conexión personal directa. Ciertamente, dentro de un compartir social que pretenda de alguna manera ser justo, es del todo deseable generar leyes y mandatos que busquen la eliminación del nepotismo (pituto, amiguismo).

Sin embargo, como se presentó durante la columna, las redes de aprendizaje asociadas a los grupos de pertenencia se establecen desde las primeras etapas del desarrollo, y funcionan generando un conjunto de directrices sobre cómo y con quienes actuar en el mundo. En este sentido, puede que la erradicación de estas cuestionables prácticas laborales tenga que ver tanto con leyes como con nuevas pautas de interacción e integración de distintos grupos sociales (y toda la dificultad y desafío que significa apostar por la generación de nuevas confianzas entre grupos distintos).

Hablar de equidad (en lo educativo, en lo laboral) es, necesariamente, hablar de aprendizaje colectivo y su desarrollo de la manera más transversal posible, socialmente hablando. Porque, incluso en la era de la apertura de la información, hay ciertos aprendizajes que siguen siendo propiedad solo de algunos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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