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La centroizquierda a la deriva: ¿Cómo estructurar un proyecto sin los más mínimos consensos sobre la historia reciente? Opinión

La centroizquierda a la deriva: ¿Cómo estructurar un proyecto sin los más mínimos consensos sobre la historia reciente?

Axel Callis
Por : Axel Callis Sociólogo. Analista político
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La geografía de la centroizquierda se constituye con varios partidos que están en aprietos electorales, y los tiempos de diagnóstico nos son infinitos, requieren apertura y por sobre todo no engañarse en explicaciones y evaluaciones autocomplacientes. Ahora bien, si un partido ya hizo un consenso tácito sobre la lógica de la pyme (tener un puñado de alcaldes y parlamentarios y quedarse ahí administrando los recursos que vengan del Estado), puede acompañar el proceso desde lejos, hacer como que evalúa y puede hacer como que escucha a la gente, pero no interferir con aquellas instituciones que si se desgarraran por retomar o dar con el proyecto político del siglo 21, que más allá de la coyuntura o quien encarne ese proyecto, se pueda sostener ante la ciudadanía con sinceridad y urgencia.


La travesía por el desierto comenzó hace ya un rato, la centroizquierda chilena se prepara a vivir unos de los momentos más aciagos e inciertos de los últimos 30 años, con un gobierno que terminó zozobrando en desaciertos y, por otra parte, una derecha fuerte pensando en ocho años, llena de energía, candidatos e ideas. Solo en Francia la centroizquierda ha quedado tan mal parada después de una elección los últimos años.

¿Y ahora qué?, ¿por dónde empezar a reconstruir una oferta? ¿Cómo estructurar un proyecto sin los más mínimos consensos sobre la historia reciente? Por ejemplo, para unos finaliza el mejor gobierno de la historia de Chile, el que corrió el cerco y detuvo el neoliberalismo y, en cambio, para otros de la propia centroizquierda, finaliza un gobierno mediocre, plagado de errores, con solo algunos logros, que ni siquiera da para legado. Ésa es la amplitud de interpretaciones con la cual se debe comenzar a dibujar el futuro.

Pero como la mayoría de las cosas relacionadas con la política, es una cuestión de método. Y siempre el método nos indicará que para determinar el problema principal, es necesario tener un diagnóstico que permita navegar los primeros meses. De esta forma, este objetivo pasa a ser la primera tarea de la centroizquierda, dejar de lado el corazón, relegar a los “groupies” o “calcetineros” y objetivar un diagnóstico que al menos contenga tres o cuatro componentes: evaluación en frío del gobierno saliente, luego examinar sin engañarse las probables causas de los resultados de las últimas elecciones de 2016 y 2017 (incluidas las no primarias), al mismo tiempo evaluar el estado de los partidos y sus estructuras, para concluir con un examen profundo sobre la transición y cómo se fueron perdiendo las ligazones con lo social. Tareas que requieren tiempo y método.

Evidentemente hay otras fórmulas más cortas de lograr volver al poder, pero no son muy recomendables, como por ejemplo empezar a hacer encuestas hasta encontrar un personaje que “marque” y luego ver si se sostiene en el tiempo. Esta fórmula posterga la discusión del proyecto político y la representación sentida de transformaciones, pero podría ganar una elección y ver luego cómo se sigue.

La geografía de la centroizquierda se constituye con varios partidos que están en aprietos electorales, y los tiempos de diagnóstico nos son infinitos, requieren apertura y por sobre todo no engañarse en explicaciones y evaluaciones autocomplacientes. Ahora bien, si un partido ya hizo un consenso tácito sobre la lógica de la pyme (tener un puñado de alcaldes y parlamentarios y quedarse ahí administrando los recursos que vengan del Estado), puede acompañar el proceso desde lejos, hacer como que evalúa y puede hacer como que escucha a la gente, pero no interferir con aquellas instituciones que si se desgarraran por retomar o dar con el proyecto político del siglo 21, que más allá de la coyuntura o quien encarne ese proyecto, se pueda sostener ante la ciudadanía con sinceridad y urgencia.

El segundo momento de la centroizquierda es a la vez comprender (conocer) e intentar representar a sectores claves de la ciudadanía. Aunque lo correcto es que se diga que se quiere representar a todos, eso ya no es posible. Chile se ha segmentado, culturalmente diversificado y complejizado sociológicamente. Las categorías de clase como las entendíamos, no reaccionan políticamente como antaño. Es poco probable que los pobres despierten un día valorando las reformas que se hicieron pensando en ellos. La política siempre tiene que ver con el futuro.

Entender a Chile es la principal carencia de la centroizquierda, pues hace tiempo sus partidos abandonaron “lo social” y se dedicaron a gobernar y copar el Estado. Conceptos como transparencia, participación y apertura no están a la orden del día.

En consecuencia, el proyecto político caerá por sí solo cuando se reconecten con las realidades abandonadas, haciendo recién posible esa unidad política que tanto urge a algunos sectores ansiosos e irreflexivos. Una vez recorridos los pasos anteriores, recién se podrá ir más allá de los acuerdos administrativos o electorales.

Finalmente, son todas tareas complejas con partidos con más operadores que intelectuales y con más resistencias al cambio y a la innovación que sus predecesores. En un entorno donde la tentación de irse con las marcas de moda estará a la vuelta de la esquina, marcas que hasta el minuto solo muestran atrevimiento, disposición y ganas de cambiar Chile, pero que aún tampoco tienen un proyecto político que presentarle a la ciudadanía.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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