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Quintero, ¿el nuevo Aysén de Piñera? Opinión

Quintero, ¿el nuevo Aysén de Piñera?

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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La fallida visita del Presidente Piñera es un déjà vu, pero todavía peor. Peor para la derecha, que siente el frío de Aysén en todo el cuerpo y recuerda las movilizaciones que desencadenó en el primer Gobierno de Piñera. Y peor para los profetas de la modernización capitalista, que se jactan de lo que pueden o no hacer con su dinero. El metilcloroformo de Quintero que está matando a sus vecinos, a sus niños y a sus ancianos, simplemente no puede existir más.


El Presidente Sebastián Piñera perdió el control de la agenda de manos –aunque no se crea– de él mismo.

Parece un déjà vu, pero es todavía peor.

Su fallida visita a Quintero es una pésima señal para la derecha política y económica que quiere quedarse en los salones de La Moneda por unos cuantos periodos más. La segunda temporada parece que será peor que la primera. El Mandatario no aprende de sus propios errores. Necesita de un ministro del Interior fuerte y de un segundo piso sólido, pues, si no, se desbanda y hace volver la peor versión del “piñericosismo”.

Piñera es Piñera a fin de cuentas, lo que equivale a decir que de él siempre podemos esperar que renazca de sus propias cenizas, que vuelva a nacer ese viejo oportunismo de jugar al límite: eso hoy ya le trae más pérdidas que ganancias. No lo comprende.

[cita tipo=»destaque»]Perder la agenda significa tener que salir a recobrarla, por cierto. Ahí el Presidente no puede solo. Sin Chadwick o sin Larroulet, qué haría hoy la derecha chilena, esa misma que pretende mostrarse más social y preocupada de la desigualdad, esa que posa con bufandas azules su preocupación por el más pobre y vulnerable, la que le promete modernización total al “fachopobrismo” de clase media. ¿Qué haría? Pues no es difícil imaginarlo: tendría nuevamente la mejor versión de un Piñera que estropea un proyecto político que se pretendió de hondo calado. Notable: el sueño de los sueños, transformado en pesadilla.[/cita]

Perder la agenda significa tener que salir a recobrarla, por cierto. Ahí el Presidente no puede solo. Sin Chadwick o sin Larroulet, qué haría hoy la derecha chilena, esa misma que pretende mostrarse más social y preocupada de la desigualdad, esa que posa con bufandas azules su preocupación por el más pobre y vulnerable, la que le promete modernización total al “fachopobrismo” de clase media. ¿Qué haría? Pues no es difícil imaginarlo: tendría nuevamente la mejor versión de un Piñera que estropea un proyecto político que se pretendió de hondo calado. Notable: el sueño de los sueños, transformado en pesadilla.

Quintero nos trae a primerísimo primer plano la voracidad del neoliberalismo chileno. El enjambre tóxico de Quintero es el mismo enjambre tóxico, complejo y multidimensional de la pobreza en salud, educación, sueldo mínimo, endeudamiento o situación habitacional urbana. El metilcloroformo de Quintero lo podemos sentir en todo Chile y por todas partes. Es un veneno con el que uno tiene que vivir o aprender a vivir. Es y puede ser interpretado rápidamente como una metáfora de las consecuencias del neoliberalismo que indigna, que agravia moralmente, y que te revienta la burbuja de la cotidianidad.

Por eso la fallida visita del Presidente Piñera es un déjà vu, pero todavía peor. Peor para la derecha, que siente el frío de Aysén en todo el cuerpo y recuerda las movilizaciones que desencadenó en el primer Gobierno de Piñera. Y peor para los profetas de la modernización capitalista, que se jactan de lo que pueden o no hacer con su dinero.

El metilcloroformo de Quintero que está matando a sus vecinos, a sus niños y a sus ancianos, simplemente no puede existir más. Es un imperativo ético.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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