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Crónicas Cínicas XXXV

El Gordo, Laura y Murillo están sentados en Caleta Abarca tomando el suave sol de invierno. Son las doce del día y la playa está desierta. El Gordo se come unas empanadas de pollo, compradas en el mercado de Valparaíso. Los chicos están contentos de estar en ese lugar mirando tranquilamente el mar. A pesar del ruido de las micros y el tráfico que se escucha detrás de ellos, es agradable mirar las olas y el horizonte.


Vienen de asistir a un fallido seminario sobre la poética de Raúl Ruiz, en la Universidad Católica de Valparaíso. Se suspendió porque no asistió ningún alumno.

La verdad es que los tres se habían tomado el chasco con Andina. Estaban contentos por haber salido de Santiago, por estar en la costa mirando el mar. Además, el pobre caballero que hacía la ponencia, estuvo hablando con ellos un buen rato, aclarándole al Guatón, varios mal entendidos sobre la obra de Ruiz. Después de un largo silencio Murillo le dice a Laura:



– ¡Putas que estaba quemada tu amiga, comadre!



Laura, bonachona, le contesta sin dejar de mirar el horizonte:



– ¿Te imaginai, Negro? Si te sacai la cresta para organizar algo así, ¿con qué cara le das explicaciones a ese pobre caballero que llegó de Santiago, con su discurso bien armadito, pa encontrarse con que no hay nadie con quién hablar? ¿Yo? Me muero si me pasa algo así



– Noo, mi amor, si no es pa tantoÂ… si el gallo era re buena onda, ¡no puteó casi nada!, dice el Gordo con la boca llena de empanadas. Murillo le pregunta:



– ¿Ese caballero, no es el mismo que hace el Buen Cine en la radio?



El Gordo contesta todavía con la boca llena:



– Sí, parece que conoce caleta a Ruiz. En todo caso me contó que el libro, Ruiz lo escribió después de trabajar en Duke y de hacer unos seminarios de narrativa en gringolandia, de ahí las referencias a las fórmulas narrativas de Hollywood. No es como creen algunos giles que Raúl Ruiz es un político anti-imperialista, un guerrillero de la narrativa alternativa a la de conflicto central, que la narrativa de Ruiz es una propuesta paralela, no una respuesta de trinchera y que al Ruiz le encantaba Welles y LynchÂ…



Laura, irónica, aún sin quitar la vista del mar, le dice al Gordo:



-¿Cómo a un cineasta que ha desarrollado una poética potente como la de Ruiz, no le va a gustar Lynch y Welles? ¿Por qué son gringos? No seas reduccionista Gordo, si andan en la mismaÂ… pero estoy chata con el tema Ruiz. ¿Saben lo que vi en una salita nueva súper piola que hay en Merced con el cerro Santa Lucía?



-¿ Dancer in the Dark, de Lars Von Triers? Le contesta el Negro Murillo con tono de estar siempre informado.



-No, no, no vi ésa, en el diario estaba mal anunciada, vi Trainspotting, de Danny Boyle ¿qué tal? Esa peli si qué es la raja ¿la vieron?



Murillo, la mira condescendiente y le dice:



-La vimos cuando salió, querida y es una de mis top tenÂ…



Laura choreada le contesta:



-Ya empezaron con la prepo, si yo también la vi el 97, era una pendeja de 15 cuando la dieron Â…



El Gordo terminando de tragar la interrumpe para insistir:



– Oye no quiero quedar de boludo ¿ya? Yo no dije que a Ruiz los autores yanquis no le gustabanÂ…



Laura irónica le interrumpe la explicación, con una sana carcajada:



-Y dele con Ruiz, nooo, mi Gordito, si lo estaba molestando, usted no es reduccionista por ningún motivo.



Murillo les corta el coqueteo para decir:



Trainspotting en los 90 es tan importante como Drugstore Cowboy de Gus van Sant, pelis entre paréntesis, tan anti-droga que parecen financiadas por la DEA Â…pero ese no es el punto. Esta es una obra superior en su forma y en su contenido. Nos pone contra la pared con su desparpajo al tirarnos a la cara nuestros prejuicios sobre el buen camino que debe seguir la juventud, lo maldito de las drogas duras y lo que es capaz de ofrece la sociedad post-industrial a los jóvenes pobres de los suburbios. Lo genial es que esto es dicho con magnífico humor negro a través de una galería de personajes perdedores irredentos, un lote de drogos, ladrones, mentirosos y psicópatas.



Laura reflexiva le contesta:



-Lo que tú dices es verdad, pero lo que es fuerte para mí, es cómo el mundo adulto acepta la forma de vida deshumanizada, fome, rutinaria y esforzada de los pobres, en cambio los pendejos no, ellos no se compran ese mundo sin salida, pesimista y deprimente ¿y qué tienen como alternativa? El ocio, el sexo, la música, el copete, el fútbol y las drogas y pa mas recacha, eso tampoco funciona, porque aunque se hagan los tontos, igual les pasan la cuenta y el dolor los llama a la puertaÂ… y lo que me gusta de la peli, es su monstruosa honestidad, no ve a los personajes como víctimas inocentes, al contrario los muestra como lúcidos kamikases "que eligieron no elegir la vida" como claramente lo dice al final Reston, su protagonistaÂ…



El Gordo orgulloso de la lucidez y sensibilidad de su mina, le dice:



– Estamos perfectamente de acuerdo mi amorÂ…



Murillo bruscamente se levanta del asiento donde están sentados, se les pone al frente y les dice medio en broma medio en serio:



– Ustedes no tienen vueltaÂ… Tú eres fantástico pa acá, tu eres fantástica pa allá. Mi amorcito pa acá, mi amorcito pa alláÂ… besito pa acá besito pa alláÂ… No se puede con ustedes, así es que mejor me voy a caminar solo por la arena, antes de que me den ganas de vomitar con tanto arrumacoÂ…



Diciendo esto, el Negro se da media vuelta y se va caminando hacia las escaleras que conducen a la playa. Dejó su mochila en el asiento, así es que es seguro que va a volver. Laura y el Gordo lo miran irse, divertidos por la reacción de Murillo. Laura le dice a su amigo:



– ¿Está celoso?



El Gordo se levanta de hombros y le dice:



– Seguro que está celoso, por lo demás parece que hace tiempo que la Teresa no lo pesca. Así es que anda medio sensible mi compadre.



Laura moviendo la cabeza se sonríe y musita:



– Putas que son infantiles los hombresÂ… si la Teresa lo ama, sólo que está entretenida en otra cosa, porque acaba de entrar a la universidadÂ…



Los dos guardan silencio un buen rato, siguen mirado el mar, de vez en cuando también siguen con la mirada la figura pequeñita de Murillo, que hace figuras con su zapato en la arena mojada. El Gordo mira a los ojos color miel de Laura, se pone delante de ella y le dice con una voz de falsete y una mueca divertida en la cara:



– Tú me gustas mucho LauritaÂ… y yo te amo.



Luego se pone colorado y vuelve a mirar al frente para pasar la vergüenza de su confesión. Laura no dice nada, solo le toma la mano cariñosa y agradecida por la inusual expresión de afecto. El Gordo se calma. Después de un rato como si nada hubiera pasado dice:



– ¿Viste El Discípulo?



– No, ¿es buena?



– No te perdiste nada mi amor, es la típica película predecible, con un argumento cargado de supuestos psicoanalíticos sobre la relación padre e hijo. Está bien realizada, como siempre pasa con los directores de Hollywood, Roger Donalson, en este caso, que además de mucha tontera hizo, Sin Salida y 13 Días, películas más que respetables. Pero es al final solo una peli de intrigas y conspiraciones, con la CIA como telón de fondo. Uno no deja de admirarse que estos temas, súper carreteados, aún permiten contar historias plausibles y uno aún se entretiene. Pero finalmente son pelis de entretención que sólo no son burradas, gracias a la habilidad narrativa y técnica del directorÂ…



Laura ha dejado de poner atención en las palabras del Gordo para fijar su atención en los extraños movimientos que hace el Negro en la playa. Mueve los brazos y da entusiastas saltos y gritos, como si llamara a alguien para que bajara de los cielos. Lo dos lo miran extrañados, luego Murillo inicia una carrera desbocada por la playa vacía, en dirección a ellos. El Gordo y Laura lo siguen con la mirada, lo ven subir las escaleras de dos en dos, lo ven acercarse y llegar junto a ellos agitado, sin respiración. Laura y el Gordo le preguntan al unísono:



– ¿Qué te pasó Negro?



Murillo desencajado, les contesta a penas sacando la voz:



– ¿No vieron el platillo volador?

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