En junio de 1993 el grupo alojó en varios recintos castrenses y pasó una temporada en un centro invernal, ubicado en la alta cordillera al interior de Osorno. El ministro en visita Alejandro Madrid inicia mañana martes una nueva ronda de interrogatorios a ex agentes de la DINE.
La Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) pagó con fondos fiscales una costosa estadía en un centro termal de Osorno a tres militares uruguayos involucrados en la muerte del químico de la DINA, Eugenio Berríos Sagredo. Además, los "visitantes" fueron alojados, gratuitamente, en recintos castrenses chilenos. Así se establece en una declaración prestada por el oficial de Inteligencia, comandante Wellington Sarli, ante un equipo de detectives chilenos, en Montevideo, y a la cual tuvo acceso El Mostrador.cl.
El contacto en Chile que tuvieron los oficiales uruguayos, y quien pagó íntegramente los gastos, fue el agente de avanzada del equipo de seguridad de Pinochet y jefe de la "Unidad Especial" que se encargó de sacar a Berríos del país, comandante (R) Arturo Silva Valdés. Este ex oficial se encuentra, además, encausado como autor material en el asesinato del químico.
Wellington Sarli, junto a sus colegas Eduardo Radaelli y Tomás Casella, viajó a Chile en junio de 1993. Fecha que coincide con el escándalo que se desató al hacerse público que la inteligencia militar uruguaya prestó su colaboración a los agentes chilenos que "cuidaban" a Eugenio Berríos en Montevideo, ciudad a la cual fue llevado para eludir la acción de los tribunales chilenos.
Según Sarli, Arturo Silva los recibió en el aeropuerto Arturo Merino Benítez y los acompañó durante toda la jornada. En Santiago, fueron instalados en "un departamento de un recinto militar", para después viajar hasta Osorno en un vuelo comercial. En la ciudad de la Décima Región, "los visitantes uruguayos" volvieron a ser alojados en un regimiento, antes de subir, por algunos días, hasta un centro termal, ubicado "cerca de la frontera con Argentina".
En su declaración, Sarli asegura que los militares uruguayos nada tuvieron que ver con el homicidio de Eugenio Berríos y que, cuando apareció el cuerpo del químico -en abril de 1995, en una playa del balneario de Pocitos-, él atribuyó la muerte del agente de la DINA a "militares chilenos".
Los hechos relatado por Sarli habrían ocurrido el mismo mes en que quedó al descubierto que los agentes chilenos recibieron ayuda de la inteligencia militar uruguaya para esconder a Berríos en varias residencias de Montevideo. Por lo que se hace dudoso que hayan ingresado a Chile con sus identidades reales, ya que por esos días sus nombres aparecían permanentemente en la prensa, tanto chilena como uruguaya. Además, tuvieron que presentarse en varias ocasiones a prestar declaraciones en las investigación que abrieron el Ejército y el Parlamento de su país.
Según cercanos al caso, la recalada en Chile tendría el carácter de un "premio" por servicios prestados por los militares uruguayos, dejando, en evidencia, además, que el organismo de espionaje del Ejército chileno utilizó dinero estatal en sus intentos por encubrir el crimen.
Eugenio Berríos Sagredo fue sacado de Chile por la Unidad Especial de la DINE, a través de Argentina, hacia Uruguay a fines de 1991, para evitar que compareciera ante el ministro instructor del caso Letelier, Adolfo Bañados, quien estaba pidiendo su comparecencia.
Un winner
Arturo Silva Valdés, en su calidad de miembro del equipo de avanzada de Pinochet, debía adelantarse al itinerario del ex Comandante en Jefe del Ejército y velar por su seguridad en todos los puntos que visitaría, tanto en Chile como en el extranjero. Sin embargo, su delicada misión no le impedía tener un tren de vida "agitado": frecuentaba los mejores hoteles y solía comer en restoranes de categoría acompañado de su amante: la vedette argentina, Sabina Dematteis.
Según publicó el pasado viernes la revista Siete + 7, con abundantes fotos de Silva junto a su atractiva acompañante, el agente utilizaba el romance con la vedette como coartada para sus frecuentes viajes al extranjero.
Si bien el reportaje -de las periodistas Mónica González y Verónica Foxley- no entrega antecedentes que pueda introducir cambios sustanciales en el proceso, sí entrega pistas sobre la personalidad del principal encausado como autor material del asesinato de Berríos: su frialdad y su intento infantil de emular a James Bond.
Todos sabían, hasta los políticos
Otro de los detalles que llama la atención en el expediente que sustancia el ministro Madrid, es la declaración prestada por Sonia Cassaretto Zalacain al detective Nelson Jofré, en Montevideo.
La mujer fue vecina de Berríos en un edificio donde vivió, en 1992, el químico bajo el "cuidado" de militares de la DINE, en calle Buxareo 1117 de la capital de Uruguay.
Cassaretto relató que le llamaba la atención que en el departamento que ocupaba Berríos existiera un equipo de radio. Según ella, una vez que estalló el escándalo en Uruguay, le contó a un amigo cercano, el oficial de inteligencia Eduardo Causi Brun, como también al entonces ministro del Interior, Juan Andrés Ramírez, lo que sabía. Después de escucharla, Ramírez le habría pedido que "guardara silencio".
Asimismo, Cassaretto declaró ante el primer juez que instruyó la causa en Uruguay, el magistrado Alejandro González. Lo que hace difícil que las autoridades militares uruguayas no estuvieran en conocimiento de la estadía de Berríos en su país. Lo mismo puede decirse de algunos políticos que conocieron en detalles la operación tras un anónimo que recibió una diputada, en junio de 1993, que reveló todo el ardid.
Interrogatorios y careos
Después de una semana ausente -por un curso en la Academia Judicial- el ministro Madrid está por iniciar una nueva ronda de interrogatorios, tal como se lo ordenó la Octava Sala de la Corte de Apelaciones en su última resolución.
Así, mañana martes, está citada al despacho del magistrado, Claudia Saffian, ejecutiva de cuentas del Banco Edwards de Arturo Silva Valdés. También lo harán Jaime Molina y Juan Jara, suboficiales que -entre 1991 y 1993- prestaron servicios en la Comandancia del Ejército y en la comitiva de seguridad del general Augusto Pinochet.
El miércoles, concurrirán: Demetrio Sepúlveda González, ex carabinero que integró la CNI y luego pasó porla DINE; Juan Pooley Etcheberry, coronel (R) y ex jefe del servicio exterior de la DINE; y Eduardo Martínez Worner, segundo en la línea de mando tras Pooley, y que tuvo que reemplazar a Silva Valdés en el equipo de avanzada cuando éste se retiró para asumir como jefe de seguridad de Agustín Edwards, el dueño de El Mercurio.
El jueves 7, debe comparecer Sergio Moreno Saravia, secretario general del Ejército en 1992, quien deberá responder sobre la dependencia, grado de conocimiento y responsabilidad que le cabe a él y al Estado Mayor en las acciones operativas que emprendía personal de la DINE.
También está citado por primera vez el coronel Hidalgo, superior jerárquico de Juan Pérez Santillán, "El Negro", quien declaró que Hidalgo fue el oficial que le trasmitió la orden impartida por el jefe de la DINE, en 1991, Hernán Ramírez Rurange, de ir a Montevideo "a ver a Berríos para tranquilizarlo".
Otro que deberá prestar testimonio es el coronel García, entonces jefe de finanzas de la DINE, quien deberá aclarar cómo se le remitía dinero a Berríos durante su permanecía en el extranjero. También, deberá explicar el asunto del pago de la estadía de los militares uruguayos en el sur de Chile.
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