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La relatividad de la culpa y las contradicciones de una vida amenazada

Caminando entre la comedia y el drama y manteniendo de cierta manera la línea dejada por El Pianista de Roman Polanski, esta película -basada en hechos reales- cuenta la potente y a la vez emocionante historia de Josef y Marie, una pareja sin hijos que esconde un joven judío durante la Segunda Guerra Mundial.


Internándose peligrosamente en terrenos complejos cinematográficamente hablando, Lo mejor de nosotros logra salir del paso de gran manera sustentándose en un desarrollo soberbio de personajes trasformados en seudohéroes motivados por la compasión, la traición y la pasión por la supervivencia. En una especie de comedia negra, Jan Hrebejk logra refinar la sátira para apuntar y dirigir su mirada hacia la docilidades y fortalezas humanas, contextualizando una pareja que se sacrifica para salvar a su prójimo, en medio del infierno de un pueblo destrozado por la guerra.



Con aires esperanzadores, este filme mezcla de forma trivial pero acertada, algunos dejos de comicidad con la fuerte carga dramática y trágica de un grupo de seres humanos enfrentados a situaciones extremas.



Pese a basarse en un recurso sumamente usado -la historia de ocultamiento de judíos durante la Segunda Guerra Mundial-, el realizador maneja el relato de una manera tan íntima (solo igualada por El Pianista de Polanski) como sensible, creando un revelador y crudo inventario de Checoslovaquia durante la ocupación nazi, junto con un drástico documento sobre el carácter moral puesto a prueba en era de conflictos.



Con un guión ágil e inteligentemente desarrollado en pos de una constante tensión, Lo mejor de nosotros mantiene al espectador tomado de su butaca durante toda la proyección esperando que David, el muchacho judío, no sea encontrado por las fuerzas alemanas. Un sentimiento amenazador se hace sentir a cada minuto en la rutina diaria -y en el público-, pero al mismo tiempo, junto con generar momentos de humor cargados de ironía cercanos a lo tragicómico, el dinámico dominio de los giros de tuerca inesperados en la historia, mantienen y van creando esa atmósfera algo angustiante que envuelve a todo el filme.



La cinta transcurre en un pequeño pueblo ocupado por la fuerzas alemanas durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Josef (Boleslav Polevka) y Marie Cizek (Anna Siskova) son una pareja sin hijos que tratan de llevar una vida normal enfrentando la esterilidad de Josef y el caos de la guerra que los rodea.



Una noche Josef se encuentra con David Weiner (Csonger Kassai), un joven judío, hijo de los antiguos empleadores de Josef. Su familia fue deportada tiempo atrás hacia los campos de concentración. David es el único miembro sobreviviente y ha escapado recientemente de su cautiverio. Luego de una breve discusión con Marie, Josef decide darle refugio en su casa.



Para distraer la atención de las autoridades alemanas y para proteger a sus vecinos de posibles represalias, Josef acepta trabajar con Horst Porhazka (Jaroslav Dusek), un antiguo colega y actual colaborador nazi. A partir de ese momento comienza a involucrarse cada vez más con los alemanes.



Para empeorar las cosas, Horst tiene un interés romántico y sexual en Marie y las visitas inesperadas que hace al departamento de los Cizek aumentan las posibilidades de que David sea descubierto.



Cuando Marie rechaza las indecentes propuestas de Horst, éste planea una venganza en contra de Josef y Marie; les pide que acepten a su jefe nazi herido, como inquilino. Para evitarlo Marie finge estar embarazada. Aterrorizados de que descubran su mentira y desesperados en busca de una solución, Josef y Marie se encuentran en una encrucijada que pone en peligro sus vidas, la de su refugiado y las de todos sus vecinos.



Con un suspenso clásico, Lo mejor de nosotros no se concentra tanto en establecer héroes o victimas, sino en dar pleno liberalismo artístico a los protagonistas, caracterizando firmemente a cada uno con su respectiva personalidad y ahondando en su interior sin caer en las simplificaciones o estereotipos.



El realizador Jan Hrebejk logra plasmar en sus personajes la estampa de seres carnales que sienten, lloran, sufren, odian, mienten y temen, por lo que el profundo sentido humano que mueve la película se ve catapultado por aquellos que no ocultan sus debilidades ni se jactan de sus gestos de grandeza.



Sin sensiblerías baratas ni demagogia, el filme logra establecer un buen equilibrio entre drama y humor, entre sarcasmo y benevolencia, generando un relato crítico genial, potente y decidor que concentra en los sentimientos de un grupo de personas enfrentadas a situaciones límite, un puñado lagrimas no derrochadas, un sinnúmero de confesiones no realizadas, injusticias, castigos, culpas, abusos y sobre todo falta de misericordia.

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