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La macabra historia del conscripto Villegas

Desapareció de la Base Naval de Talcahuano en 1975, presuntamente tras ayudar a algunos presos. La Armada entregó dos cadáveres a la familia. El primero no correspondía y el segundo estaba en una caja de municiones, sin cráneo y sin una pierna. La causa fue sobreseída recientemente.


Enclavada en los roqueríos de la península de Tumbes, la Base Naval de Talcahuano es una verdadera ciudadela vedada para el mundo civil, salvo a quienes visitan el Huáscar, anclado en las cercanías del acceso principal.



El interior de la base, sus calles cuidadas, casas coloniales, bancos e incluso multitiendas, contrasta fuertemente con la pobreza y marginalidad de quienes viven a pocos metros, en los cerros del puerto, sólo separados por una serie casamatas de guardias y murallas, las mismas que por décadas sirvieron para ocultar lo que ocurrió en su interior después del Golpe de Estado. En esos días, la Base Naval sirvió de "centro de acopio" de presos políticos, donde los que no fueron interrogados y torturados por el SIRE (Servicio de Inteligencia Regional, ligado al Servicio de Inteligencia Naval) fueron "distribuidos" en los campos de concentración más cercanos: Colonia Dignidad y la Isla Quiriquina.



Uno de los secretos mejor guardados tras los muros de la Base Naval es lo ocurrido al soldado Luis Alberto Villegas Meza. Ingresó al recinto el 1 de octubre de 1975 para cumplir su servicio militar obligatorio. Sólo 8 días más tarde misteriosamente desapareció. Tenía sólo 19 años.



Dos veces la Armada identificó y enterró el cuerpo del joven que oficialmente se habría suicidado colgándose de un árbol con su cinturón, tal como se sostuvo en la primera versión entregada por la marina en la década del 70.



Paradójalmente, el "cuerpo" del joven conscripto volvió a aparecer en una exhumación realizada el año pasado en el cementerio de Coronel. El ministro especial que lleva la investigación, Daniel Calvo, decidió la semana pasada sobreseer el caso al verse imposibilitado de determinar las causas de su deceso: al cadáver le faltaban el cráneo y una pierna.



Un marino de alma



En una declaración jurada -efectuada el 9 de junio de 1978 ante el notario de Concepción, Jorge Condezza- la madre del joven soldado, Consuelo Meza Paredes, afirmó que su hijo, de 19 años y domiciliado en la población Yobilo de Coronel, se presentó el 1 de octubre de 1975 a cumplir con su servicio militar.



Según su progenitora, el muchacho, destinado al destacamento de Infantería Número 3 "Aldea", era retraído, poco dado a la diversión y soñaba con ingresar a la Armada. La veía como el camino para salir de la pobreza. Sueño que se truncó a los pocos día de su ingreso a la Base Naval.



El 9 de octubre, una camioneta de la Segunda Zona Naval llegó a la casa de los Villegas. Un suboficial, que se identificó como instructor de Luis, interrogó a la dueña de casa por el paradero del conscripto.



– "El cabro desertó ayer. Creemos que podría estar aquí", inquirió el militar. Tras constatar que ahí no se encontraba, el uniformado le dijo a la madre que, de aparecer por la casa, lo mandara de inmediato de regreso a la Base Naval.



– "Ustedes deberían saber dónde está. Yo lo dejé allá", fue la única respuesta de la mujer.



Al día siguiente, inquieta, Consuelo Meza viajó hasta la Base Naval de Talcahuano para preguntar por su hijo. Allí fue "tranquilizada" con el argumento de que Luis, probablemente, había huido y que pronto aparecería.



De regreso en su casa, recibió una carta manuscrita de Luis Alberto, fechada el 6 de octubre (2 días antes de su desaparición), que la desconcertó. Entre otras cosas, el supuesto desertor, le decía: "Lo estoy pasando muy bien aquí (…) Mamá, yo estoy orgulloso de estar en la Infantería (de) Marina. Yo aquí seré un buen soldado".



El sobre también contenía una misiva dirigida a Sonia, su polola. "Luis Alberto me conversó en muchas oportunidades con gran entusiasmo de su deseo de ingresar a las Fuerzas Armadas, y que incluso trataría de que lo contrataran como personal de planta", declaró la joven ante la Fiscalía Naval en 1976.



Pocos días después, Consuelo Meza regresó una vez más a la Base Naval. En esa oportunidad le dijeron que el casillero de su hijo había sido revisado. Le leyeron la lista de lo que se encontró en él: su ropa de civil, un gorro militar con su nombre y un par de cinturones.



Cerca de un año después, la mujer, desesperada, decidió escribir una carta a Lucía Hiriart de Pinochet. Al poco tiempo recibio una respuesta: «el caso fue sido enviado a los servicios de inteligencia", decía. Un mes más tarde, personal de la Armada se presentó nuevamente en el hogar de la familia Villegas.



"Me exhibieron los cinturones de mi hijo. Nos tomaron declaraciones y me dijeron que se había encontrado un cadáver que tenía ropas de militar naval. Los cinturones estaban colgados de un árbol a unos ocho metros de altura", dice Consuelo Meza en su declaración jurada.



El lugar donde se supone que fue encontrado el cuerpo de Villegas Meza está cerca del Fuerte Borgoño, al interior de la Base Naval, donde tiene su asiento la Infantería de Marina. El sitio está rodeada de bosques y es constantemente patrullado, lo que hace difícil imaginar que pasara un año sin que nadie se percatara de la presencia de un ahorcado colgando de uno de los árboles.



A la familia le llamó la atención los cinturones con que se supone que Luis Alberto se suicidó. Eran los mismos que constaban en el listado de pertenencias encontradas, supuestamente, un año antes en su casillero. «Eran de cuero tallados a fuego, de los llamados ‘temucanos’, muy difíciles de falsificar. ¿Cómo los pudo usar para suicidarse si constaban dentro de la lista de especies encontradas en su casillero días después de la ‘fuga’?», pregunta la madre.



Nélida, hermana de Luis, recuerda que el gorro militar tenía escrito el apellido "Villegas" sobre la visera con un plumón, de manera muy burda. Como fuera, dice Nélida, los navales insistieron en que el cuerpo, putrefacto ya, era el de Luis. Sin embargo, el dentista que realizó las pericias odontológicas estableció que no había relación alguna entre el cadáver y el joven desaparecido.



Los Villegas nunca supieron qué pasó con ese cadáver ni a quién pertenecía. Probablemente fue enterrado en alguna de las fosas comunes del cementerio Número Dos de Talcahuano. El personal de la Armada solía sepultar a los muertos en "enfrentamientos" en ese lugar, como ocurrió con la mujer del periodista José Carrasco, la mirista brasileña Jane Vanini, asesinada en un operativo efectuado por el SIRE en la población Lorenzo Arenas de Concepción, en 1974, y cuyo cuerpo recién se encontró en dicho cementerio en 1998.



Paralelamente a las indagaciones de los "servicios de inteligencia", la Fiscalía Naval de Talcahuano instruyó un sumario por «deserción», que culminó el 15 de junio de 1976 cuando el capitán de corbeta JT Armando Cartes condenó «en rebeldía» a Luis Alberto Villegas a 2 años y medio de cárcel por deserción calificada, determinando en el fallo que el conscripto se había fugado del cuartel.



Recuerdos de mineros



Desde entonces, no hubo más novedades y el caso fue olvidado por mucho tiempo, salvo por los ocasionales comentarios de ex presos políticos, especialmente de algunos mineros de Schwager que estuvieron detenidos en el Fuerte Borgoño, y que recordaban al conscripto Villegas como uno de los pocos que tuvo un trato humanitario con los prisioneros.



Esta actitud fue confirmada años más tarde a Nélida por el militante socialista Eduardo Araya, quien le comentó, sin dar más detalles, que "si no hubiera sido por tu hermano yo no estaría vivo".



A mediados de 1982 nuevamente "los servicios de inteligencia" llegaron hasta la casa de los Villegas para notificarles que, ahora sí, se había encontrado el cadáver de Luis. Repitieron la misma historia inicial: el conscripto se había colgado de un árbol en el interior de la base.



Una semana después, los agentes volvieron a visitar la casa, para informarles que su hijo ya «descansaba en paz», pues había sido sepultado en un nicho del cementerio de Coronel. Cuando la familia fue a visitarlo, descubrió que éste estaba sellado.



Se les entregó un certificado de defunción muy particular, emitido por el Registro Civil el 1 de septiembre de 1982. En el documento se señala que se desconoce el nombre del fallecido, pero se precisa el día de su muerte. La razón es muy simple: la Marina entregó a los Villegas un cuerpo asegurándoles que se trataba de Luis Alberto, pero al Registro Civil se le informó que se trataba de un NN fallecido el 14 de octubre de 1975 al interior del Fuerte Borgoño, por una "causa que no se pudo precisar", según reza el documento.



El cabo Guerra



Por muchos años la familia arrastró las dudas en torno a la muerte de Luis Alberto. A principios de los noventa las sospechas de que hubiera sido asesinado revivieron a raiz de una serie de anónimos que llegaron a la casa de los Villegas en sobres blancos dejados debajo de la puerta, con leyendas formadas de recortes de diarios. Sospecharon de que se trataba de anónimos enviados por algún ex compañero de armas del joven desaparecido.



En una de ellas, estaba pegado un extracto de la única nota de prensa publicada en los días en que desapareció el conscripto: "Luis Alberto Villegas se encuentra desaparecido desde el 8 de octubre de 1975. Tenía 20 años entonces". Otras palabras y frases pegadas decían: "recuerdo", "viví la experiencia aterradora", "contingente", "víctima", "torturas", "juntos" y "comunistas". Las palabras recortadas de diarios también formaba las frases "autor cabo soldado guerra", "información estaba Fuerte Borgoño 1986" y "cabo guerra alias choro guerra".



Alentada por estas pistas, Consuelo Meza presentó los antecedentes a la Comisión Rettig. En 1993, la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación le contestó que no habían antecedentes suficientes como para considerar a su hijo «víctima de una violación a los Derechos Humanos o de la violencia política».



A fines del 2001 Nélida tomó la decisión de denunciar los hechos a la Policía de Investigaciones. El caso fue derivado al ministro Juan Guzmán, quien ordenó una serie de diligencias. Sin embargo, no fue posible establecer si existió un "cabo Guerra" ni tampoco encontrar testigos que contaran lo sucedido.



Fue imposible localizar a un joven soldado, también de Yobilo, que habría dicho varias veces que vió por última vez a Luis Alberto, ese 8 de octubre, amarrándose tranquilamente los bototos.



Guzmán ordenó exhumar los restos del cementerio de Coronel, más que nada por la convicción de que si encontraba un cadáver, probablemente no pertenecía a la víctima.



En octubre del año pasado, la causa pasó a manos del ministro Daniel Calvo Flores. La exhumación se ejecutó el 5 de diciembre. La primera sorpresa vino al destapar el nicho. En vez de un ataúd, los detectives del Departamento Quinto y los peritos del Servicio Médico Legal se encontraron con una caja de municiones.



Al abrirla, encontraron varias osamentas, envueltas en jirones de ropaje militar. Faltaba el cráneo y una pierna completa. Acto seguido, los investigadores tomaron muestras orgánicas a los familiares del conscripto desaparecido y una vez más lo único que les quedó fue esperar.



El desenlace



Cinco meses atrás, en marzo, el ministro Calvo viajó a Coronel a entrevistarse con los Villegas: los resultados de los exámenes de ADN concluían que los restos pertenecían a Luis Alberto. En esa oportunidad el magistrado les prometió que seguiría investigando para determinar cómo había muerto.



El lunes ante pasado un nuevo balde de agua fría cayó sobre la familia. Nélida recibió una comunicación del Ministerio del Interior, donde se le avisaba que el cuerpo les sería devuelto a la brevedad para su entierro definitivo. Los peritajes habían concluído.



Más tarde, en el juzgado, el secretario del ministro Calvo le comunicó lo que ella ya sospechaba: el proceso había sido sobreseído por falta de antecedentes.



"Yo sé que trataron de encontrar a otros reclutas del Fuerte Borgoño de ese tiempo y que no los pudieron encontrar. No hay nadie que pueda declarar que a mi hermano lo mataron y por eso se cierra la investigación. Pienso que todo esto lo hicieron para conformarnos un poco, pero sigo creyendo que mi hermano no se suicidó. Si lo hubiera hecho, primero burló a los del fuerte para escaparse y volvió un año más tarde a buscar los cinturones para suicidarse", dice Nélida Villegas sin perder las esperanzas de que alguien que haya estado junto a su hermano en la Base Naval hable de un vez por todas.

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