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El flamante discípulo de la escuela McOndo

Periodista, guionista y amante del cine. Algo más joven que Fuguet y compañía, su ópera prima cuenta la historia de un grupo de amigos -quizás compañeros de andanzas de un rezagado Matías Vicuña, protagonista de Mala Onda- que son acechados por los fantasmas de una adolescencia demasiado presente y que irrumpe con más fuerza de la mano de una inesperada invitación.


Luca Mujica tiene 28 años. Luis Emilio Guzmán también. Luca es fotógrafo, Luis Emilio guionista y ahora escritor. Luca es un hombre desorientado, o, más bien, no tiene razones para orientar su vida. Luis Emilio tiene una vida llena de logros y proyectos, también. Pisa tierra firme y pareciera que ya nadie lo saca de ahí.



Con Corazón Disléxico, su primer libro publicado -los otros tres que escribió los tiene guardados y no piensa sacarlos de su casa-, Guzmán se matricula como el alumno privilegiado de la escuela de los macondianos, generación que agrupa a narradores de la talla de Alberto Fuguet, Sergio Gómez y, en menor medida, Jaime Bayly y Rodrigo Fresán. Autores que buscan posicionarse como el recambio posmo de las letras latinoamericanas.



Es probable que Matías Vicuña, de Mala Onda, y Luca Mujica, de Corazón Disléxico, se hayan topado en algún carrete santiaguino. Y no importa que el personaje de Fuguet haya sido adolescente en 1980, porque si alguien hubiera trazado en perspectiva la vida del nihilista Vicuña, perfectamente podría haber llegado a Mujica. "Más decadente", tal vez, como el propio Luis Emilio Guzmán reconoce, pero uno tomando la posta del otro, al fin y al cabo.



De seguro que frecuentan lo mismos toples o recurren a las mismas putas. Hermanos de leche, entonces. Uno ya cercano a los 40, el otro por llegar a la crisis de los 30. Vicuña, seguramente, engañando a esta altura a su segunda esposa y Mujica a la mujer que conoció en una pastelería y que le convulcionó su desordenado esquema.



No se trata de hacer comparaciones forzadas. Menos, odiosas. Simplemente, se buscan trazar los puentes naturales de dos protagonistas, de dos autores que están unidos más allá de la coincidencias. A ambos les gusta el cine. Incluso tanto o más que la literatura. Guzmán de hecho fue el guionista de Paraíso B y se encuentra trabajando en Justicia para todos, serial que recreará casos enmarcados en la reforma procesal penal, mientras que a Fuguet se le conoce su pasión por el celuloide y las adaptaciones que él mismo ha hecho de Tinta Roja y Mala Onda, entre muchos otros trabajos de ese tipo.




"Los dos somos muy cinematográficos, eso es verdad, y sintonizamos en varios puntos. Cuando escribí Paraíso B, Alberto me invitó a su taller de guión. La primera charla se supone que duraba una hora, pero terminamos hablando 5 porque cachamos que teníamos varias cosas en común", dice Guzmán.



Que Corazón Disléxico podría ser una continuación de Mala Onda no significa que carezca de valor o no tenga vida por sí misma. Los contextos en que se sitúan y fueron escritas son diferentes. No diametralmente, pero sí diferentes.



El Santiago de Luca Mujica "resulta entretenido, amigable, querible. Eso me diferencia a otros escritores que no quieren su ciudad o les parece violenta. Admito eso, pero siento que es mi fauna y es aquí donde me muevo y por eso la trato ante todo con cariño. Es un Santiago diferente, mucho más cínico, no es soñador, porque los protagonistas son cabros que perdieron la inocencia y son menos engrupidos que en Mala Onda", dice.



Y claro, Luca y sus fieles y a la vez díscolos amigos salieron hace 10 años del colegio. Más grandes, más… ¿maduros? No tanto. La celebración con motivo de la década que ha pasado desde que las campanas, los jumpers y las cotonas quedaron sólo en el recuerdo, trae consigo los fantasmas de un siempre, ¿por qué?, todo tiempo pasado es mejor.



"Esta novela tiene una voz cínica que relata lo que pasa pero no exige explicaciones ni se pone a llorar por el Chile que no fue. Lo aceptan, se desenvuelven, se reconocen a sí mismos como tipos que incluso se vendieron, pero que se involucran en los sentimientos. Luca, conoce el amor, Esteban tiene problemas serios con su esposa y Jorge se encuentra con una ex compañera de colegio de la que estuvo enamorado y que se casó con otro ex compañero que, ahora, es un alcohólico".



Atrapados por la imagen que de sí han construido y por amistades que se sustentan más en el tiempo que en el cariño, cualquier intento de cambio es boicoteado por alguno de los compañeros de curso y de vida, que proyectan sus miedos en el otro. Salirse del rígido camino que juntos han construido puede costar a veces la amistad.



El miedo a crecer, el terror a la adultez. Corazón Disléxico pretende ser una novela generacional que representa a la camada de profesionales jóvenes que a porrazos transita por un mundo sin referentes, fragmentado, donde el ‘yo’ supera al ‘nosotros’ pero que, curiosamente, inhibe cualquier intento de sensibilidad. Posmoderna, si se quiere. Apolítica, sin dudas.



La suerte de este primer libro de Luis Emilio Guzmán está garantizada por el grado de identificación que puede llegar a provocar en los lectores. Las pretensiones, sin embargo, no se quedan ahí. Los flash back y los diálogos le imprimen un ritmo por momentos avasallador, y en otros la pausa necesaria a las divagaciones de un Luca confundido por una mujer y su hija que se interponen a sus amigos, o sus padres decepcionados de sus constantes fracasos e irresponsabilidades.



Luis Emilio Guzmán dice que está tranquilo. Que no le teme a las críticas, que ya está algo curtido luego de su experiencia en Paraíso B. Sueña, o espera, solamente que Corazón Disléxico "venda la mitad de Mala Onda».





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