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«Altamirano se prestó a la operación de blanqueo de El Mercurio»

El académico coordinó un conjunto de ensayos en que se abordan temas como el fútbol, la moda, la música, la cultura y la prensa del último año de la Unidad Popular. En conversación con este diario, Rolle trazó líneas de este 11 hacia el pasado y el futuro, acusando -de pasada- a la derecha de carecer de "amor por la historia".


"La historia la hacemos todos. Seamos o no conscientes de ello". Con esa frase, Claudio Rolle sintetiza el espíritu que hay tras el conjunto de ensayos que esta semana apareció en las librerías y que marca también la ruta de un grupo de historiadores, la mayoría por debajo de los 40 años, que deja atrás definitivamente el paradigma positivista para abordar su oficio.



"La idea de la no historia es muy importante de ser rescatada», dice, «porque a la larga todo es histórico, tanto aquellos acontecimientos extraordinarios como también la trama ordinaria, que es la que le da sustento al acontecer humano. Es por eso que este libro no está centrado en Allende o en el golpe".



En 1973, la vida cotidiana de un año crucial, temas como el fútbol, la moda, la cultura y la prensa son rescatados para reconstruir los aspectos triviales y mundanos de aquella época y con ello ofrecer una mirada distinta de la que, hasta ahora, se ha mostrado en la mayoría de los libros que se han publicado sobre la Unidad Popular.



"Nos pareció interesante pensar en esta dimensión que tiene que ver con los seres anónimos y con el ordenamiento de la memoria. Uno de los problemas más serios en el Chile de los 90 y en lo que va de esta nueva década, es esa irresponsable renuncia de hacerse cargo del pasado, esa comodidad y hastío con que algunas personas dicen: echémosles para adelante, no miremos las cosas que nos dividen".



Sin embargo, es indudable que, como nunca antes, se puso en la agenda pública lo que fue la UP, el golpe y la dictadura, lo que algunos explican por el debilitamiento de Pinochet, habiendo dejado éste de ser un actor gravitante.
– Era bastante previsible que esta vez no iba a suceder lo de hace 10 años atrás cuando se ignoró el tema. Esta vez había más condiciones para que se hiciera mucho más memoria, porque el tema estaba pendiente y porque el episodio de Londres y la detención de Pinochet había hecho caer muchos tabúes. Con ese episodio, hubo una notable caída de autocensura en el uso de imágenes, pues hasta entonces se representaba el Golpe con un repertorio muy restringido.



A 30 años de su muerte, la figura de Allende ha adquirido dimensiones insospechadas tiempo atrás, lo que ha traído consigo que algunos personajes de derecha, como Gonzalo Vial Correa y Hermógenes Pérez de Arce aleguen que se está tergiversando la verdad histórica. ¿Existe acaso una verdad histórica?
– No existe una verdad histórica. Cuando Gonzalo Vial dice que se está tergiversando la historia, es porque se está dando una interpretación distinta a la que él le gusta. Decir que existe una verdad histórica es una pretensión de alguien que se cree Dios. Si en torno a Allende se están construyendo imágenes que están dominadas, en ciertos casos, por pasión, lo que es legítimo, es porque el tema estuvo clausurado por muchos años. Y así como la derecha dice que se está blanqueando la imagen de Allende, por otro lado la operación que ha montado El Mercurio apunta en el mismo sentido, lo que me parece muy sospechoso. Desconfío de las intenciones de El Mercurio porque es muy intencionada y en realidad no quiere hacerse cargo de la historia, sino hacerle un dribling.



¿En esa misma lógica entendería la entrevista que concedió Carlos Altamirano a El Mercurio?
– Él se hizo un autogol, en el sentido que termina sosteniendo, contradiciendo lo que por 30 años mantuvo, que sí fue responsable del Golpe. Sin quererlo, se prestó a la operación de blanqueamiento de El Mercurio, porque nadie se hace autogoles intencionalmente.



¿El afán de encontrar verdades únicas es parte de la herencia cultural de Pinochet?
– Ciertamente. Estamos llenos de tics del período de la dictadura, como el que todavía dudemos si llamar a esa época ‘dictadura’ o ‘régimen militar’, e incluso esa costumbre vinculada a los años 70 y 80 de despedirse con un cuídate que tiene que ver con una conciencia en que se intuye la precariedad. La dictadura nos dejó legados no agradables de los que no podremos desprendernos si no los enfrentemos. Por eso me parece muy positivo todo lo que ha pasado con estos 30 años. Hay gente que dice que es excesivo. No lo creo. La frase de Serrat ‘nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio’, es muy atinada.



El 11 después del 11




Tras tanto debate, programas, especiales periodísticos y publicaciones, ¿qué vendrá ahora después del 11? Muchos temen que el tema del Golpe quedará prácticamente en el olvido.
– Desde la ambigüedad de la Concertación y particularmente del Gobierno, existe el peligro de que se pretenda el cierre del debate. Nos sacamos los pillos, hablamos de Allende, conmemoramos el Golpe, nos echamos una lágrimas y cerramos el capítulo. Es ahí dónde yo reivindico al gremio, los memoriosos, los responsables de cultivar la memoria. No podemos quedarnos en la efeméride.



Al revisarse 1973, la vida cotidiana de un año crucial, queda la sensación de que existía una cierta conciencia de que se estaba haciendo historia y que en los actos más mínimos, como las preferencias musicales o de la ropa que se usaba, se pretendía una coherencia con la ideología que se seguía. Hoy, en cambio, pareciera que no se vive la historia y que las utopías, la ilusión de construir sociedad, es una quimera inalcanzable.
– El gran desafío de la sociedad chilena en los próximos años es reaccionar frente a la irresponsable conducción que se ha hecho del período de restablecimiento de la democracia, que se ha mostrado como un mero procedimiento técnico para generar autoridades. A partir de la reflexión del 73 y de un mundo que se nos fue, tenemos que ver cómo construimos un país en el cual seamos más participativos, donde tengamos más clara conciencia de nuestros derechos y deberes, donde seamos más concientes de que estos no son actos de Dios ni tragedias que ocurren por sí mismas. El legado de Pinochet nos sigue penando y es una obligación de los que tenemos otros valores luchar por aminorarlo. Siento como un desafío generacional comenzar una nueva reflexión y que se logre entender que el uso público de la historia no es para los eruditos, ni por el gusto de saber, sino porque tiene una función social que puede permitir que la vida sea mejor para todos.



¿Cree que en ese esfuerzo que ha hecho un sector de la sociedad por recordar lo que se vivió durante la UP y la dictadura, está presente también el deseo, la añoranza que con el acto de hacer memoria se haga presente el espíritu de aquellos años?
– Hay una dimensión voluntarista que está detrás, pues muchos esperan casi como un acto mágico que recordando vamos a recuperar algo de eso. En la medida que recordamos algunos episodios de nuestro pasado común que pueden tener valores para proponer al presente, se vuelven a la vida, y aunque haya personas que quieran seguir viviendo en el Chile post Pinochet, tienen que aceptar que existan personas que no quieren ese Chile neoliberal y de democracia guzmaniana.



¿Será este el último aniversario en que va a haber tanto entusiasmo y tantas pasiones para rememorar el "11"?
– Sí, efectivamente no va a haber otro 11 como este. Además, detrás de todo esto hay también una operación comercial que ya no va a estar tan montada para los próximos años. Hay un clima de expectación que ha sido creados por muchos sectores, de un lado y de otro. El Mercurio, con lo que hizo, seguramente piensa que ya "limpió" su imagen y no lo volverá a hacer, y el Canal 13 tampoco. Tengo el convencimiento de que no se va a repetir una expectativa como la de este año. Para que esto entonces no se transforme en un punto final respecto a la memoria histórica reciente y sí un punto de partida a una reflexión más fundamentada, los historiadores y la intelectualidad chilena tiene que asumir su responsabilidad social.



Si la derecha, a diferencia de otros sectores, no hizo el mea culpa que muchos esperaban, ¿es posible suponer que ya nunca lo hará?
– Esta era la ocasión, aunque no tenemos antecedentes como para esperar gestos de la derecha. Es inútil seguir esperando, porque cuando se dieron las condiciones para que se hicieran, no pasó nada. Creo, sinceramente, que está fuera de la lógica del mundo de la derecha el reflexionar sobre las propias responsabilidades, lo que se explica por una imagen de la historia de Chile que han construido sectores de derecha donde se asignan un rol fundamental, como si por y sólo por ellos exista la república. Eso tiene que ver con una cuestión casi de corte clasista, con la idea de que la historia la hace la gente distinguida, con apellido. Jamás se les ha pasado por la mente reflexionar sobre esas responsabilidades y es inútil seguir esperando, porque estaríamos pidiendo una lógica que la mayoría de la gente de derecha no tiene. Uno de los problemas de la derecha de este país, es que no tienen amor por la historia.



¿Cómo se analizará en el futuro, cuando se revise este momento y se vea que la derecha fue prácticamente el único sector que no profundizó en la reflexión por las responsabilidades que tuvieron en el quiebre institucional de 1973?
– A la derecha no le inquieta el tema histórico. Para ellos todo son discursos, palabras, y lo que a la larga cuenta son las leyes y la economía. La actitud de la derecha ante este aniversario ha pasado por denunciar un limpiamiento de la imagen de Allende, que es lo que tenían que hacer por lo demás, y tratar de presentar una visión muy ambigua, como lo hace El Mercurio, el 13 o Mega. Quizás lo que puede ayudar a entender esa actitud es que el drama de la derecha chilena es la falta de amor por la historia y la creencia de que este país se refunda a cada rato.

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