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Películas de culto y los grandes éxitos del 2003 en el Normandie

Directores como David Lynch, los hermanos Coen, Pedro Almodóvar, Roman Polanski, Quentin Tarantino o David Cronemberg, se dan cita en este evento cinematográfico del verano, que incluye los mejores estrenos del año, una selección de cintas de culto, dos preestrenos y una muestra de cintas dedicada a realizadores españoles y argentinos.


Más de cuarenta películas se darán cita desde el 1 de enero en la undécima versión del festival de cine de verano en el Cine Arte Normandie. La nutrida parrilla programática incluye los mejores estrenos de 2003, dos preestrenos (Dogville, Un gran ladrón), el reestreno de Tiempos Modernos de Charles Chaplin y filmes de culto de realizadores como David Lynch, Alejandro Jodorowski, Francis For Coppola, Wim Wenders, Roman Polanski, David Cronenberg y los hermanos Coen.



Además, todos los jueves, hasta el 11 de marzo, estarán dedicados a la cinematografía de directores españoles y argentinos. Entre las películas destacan Hable con ella de Pedro Almodóvar, 800 balas y La comunidad de Alex de la Iglesia, Un oso rojo de Adrián Caetano, El juego de Arcibel de Alberto Lecchi, Plata Quemada de Marcelo Piñeyro y Lugares comunes de Adolfo Aristararin, que da inicio a este festival.



Entre los estrenos de la temporada 2003 estarán: La secretaria de Steven Shainberg; Piso compartido, de Cédric Klapish; Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles y Katia Lundt; Amén, de Costa-Gavras; Bowling for Columbine, de Michael Moore; El pianista, de Román Polanski; La maldición del escorpión de Jade, de Woody Allen; Irreversible, de Gaspar Noé; Kill Bill, de Quentin Tarantino; Embriagado de amor, de Paul Thomas Anderson; La hora 25, de Spike Lee; y Un hombre sin pasado, de Aki Kaurismaki.



Adicionalmente, el Festival de Verano del Cine Arte Normandie exhibirá los días martes y miércoles películas de culto como Las alas del deseo, de Wim Wenders; Vampiros en la Habana, de Juan Padrón; Perversa luna de hiel, de Roman Polanski; Cabeza borradora y Twin Peaks, de David Lynch; La Ley de la calle, de Francis Ford Coppola; El Topo, de Alejandro Jodorowski; Videodrome, de David Cronenberg; Simplemente sangre, de Joel y Ethan Coen; y Delicatessen, de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro.



Filmes recomendados



Hable con ella, de Pedro Almodóvar, 8 de enero. No es la primera vez en la obra de Almodóvar que los personajes femeninos pasan a un segundo y más pasivo plano para ceder el protagonismo a los seres masculinos. Basta recordar la magnífica obra La ley del deseo y, en menor medida, Carne trémula o Átame. Resulta curioso también comprobar la afirmación del director acerca de que las mujeres le inspiran (mayormente) comedias, y los hombres, en cambio, dramas. Los personajes centrales se muestran como hombres solitarios, sensibles, humanos y convalecientes por heridas del pasado. Intentan descargar o consolar sus conflictos internos con una intensa relación de amistad entre ambos, mientras cuidan o acompañan a sus "bellas durmientes" en estado de coma.



Hable con ella aparece como un conmovedor filme sobre el amor, la obsesión, la soledad y la incomunicación de las parejas, en uno de los más depurados trabajos de Almodóvar, lleno de hermosa plasticidad visual en una obra que trascenderá no tan sólo por su calidad sino también por su simple y sencilla perfección.



Bowling for columbine, de Michael Moore, 18 y 19 de enero. Con una escalofriante tensión y exactitud, este filme logra analizar el espíritu de destrucción en Estados Unidos, pero no desde el punto de vista de sus asesinos, sino de las formas y mecanismos en que el gobierno -mediante los medios- inculca terror entre su gente, transformando ese sentimiento en un negocio millonario. Las empresas venden y venden con la aprobación de los políticos, quienes otorgan el derecho a portar armas sin control para después sentarse a ver en la noticias cómo la gente se asesina entre sí.



Con datos irrefutables, el filme de Moore pone en jaque a la nación más poderosa del planeta, desnudando el constante terror de sus habitantes -provocado por sus mismos gobernantes-, la despiadada discriminación existente, el alocado e incomprensible descontrol en la venta y tenencia de armas y, por supuesto, la paranoia asesina consciente o inconsciente que habita en cada uno de los miembros de esa sociedad. Con un intachable nivel de producción, un riguroso seguimiento del tema, una agilidad narrativa impecable y un incalculable valor social, Bowling for columbine viene a convertirse en una alarmante advertencia sobre la despiadada y sangrienta violencia que tiñe de rojo a la máxima potencia del globo.



El pianista, de Roman Polanski, 25 y 26 de enero. Pocas veces se ha narrado de una manera tan fiel y cercana el drama de los judíos durante de Segunda Guerra Mundial. Y Polanski, de una manera limpia, algo subjetiva y potente, muestra el infierno y posterior exterminio que vivieron miles de personas durante el holocausto en Varsovia. Escenas de alemanes matando judíos a placer, por gusto, y con tiros en la cabeza, chocan y retuercen los sentimientos de furia contra tiempos de locura, desenfreno expansionista, afanes de poder y nulo respeto por la humanidad.



Con una recreación prácticamente impecable, El Pianista reconstruye y trae nuevamente a la vida los años de la Segunda Guerra, pero a través de los ojos de un músico que, como las ratas, se transformó en un poblador de las ruinas de la ciudad, haciendo lo posible por conseguir cualquier cosa para alimentarse. El filme nace como una especie de homenaje reflexivo de Polanski a su pueblo, dando una mirada humanitaria pero llena de nostalgia, en un intento por plasmar algo de sus propias experiencias, algo de la Segunda Guerra y algo de aquellos millones de judíos exterminados como la peor de las plagas.



Cabeza borradora, de David Lynch, 27 y 28 de enero. Tal vez una de las películas más oscuras, arriesgadas y escalofriantes del cineasta norteamericano. En este surreal filme, Lynch filma la historia alucinada del joven padre (Henry) de un niño-monstruo en un escenario industrial post-apocalíptico. La película fluye como el anormal sueño de su protagonista, quién vive sólo en una pequeña y desaseada habitación, hasta que Mary (la madre) y el extraño bebé se instalan en casa de Henry.



Cabeza borradora ha sido definida por su realizador como «un sueño sobre cosas oscuras y turbadoras que reproduce un estado de semi-inconsciencia en el que flotan todas las posibilidades de una pesadilla». Repleta de tormentos sicológicos, gemidos incompresibles y una lúgubre y magnífica puesta en escena, la opera prima de Lynch recrea conflictos internos con una atmósfera personal y original. La sensación de náusea vital se transmite al espectador de manera eficaz.



La comunidad, de Alex de la Iglesia, 19 de febrero. Este trabajo concentra lo mejor de todos los largometrajes anteriores del realizador español para conformar un filme potente en todo orden de cosas. Aquí se muestra a un Alex de la Iglesia más maduro y serio, pero no menos sarcástico e incisivo en sus temáticas y formas. Casi siempre inspirado en las historietas y en cintas mediocres serie B, el realizador -amado e incomprendido de igual forma- se ha planteado como función fundamental matar a sus espectadores dos veces: del susto y de la risa.



Iglesia ocupa su cine para hacer pequeños homenajes -a Hitchcock, por ejemplo, en su presentación, manejo del suspenso, en sus planos secuencias y algunas cámaras omnipresentes- y una que otra escena en tono parodia al cine hollywoodense (el gordo "freaks" con su traje de Darth Vader o cuando una de las integrantes de la comunidad da uno de esos saltos tipo Matrix o Daredevil, persiguiendo a la protagonista en las alturas de un edificio en pleno Madrid). En este filme, el humor negro deja paso al suspenso, luego al terror y, finalmente, a la acción sin complejos, armando una torre de argumentos para salir de la sala, comprar otro boleto y entrar de nuevo.



Delicatessen, de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, 9 y 10 de marzo. Esta interesante y aguda comedia negra, al mejor estilo del cine europeo, recrea la historia de un inmenso descampado donde se alza un viejo edificio habitado por personas de costumbres más bien extrañas, que sólo tienen una preocupación: alimentarse. El propietario es un peculiar carnicero que tiene su establecimiento en los bajos del bloque. Allí llega un nuevo inquilino que trabaja en el circo y que alterará la vida de la excéntrica comunidad que lo habita.



Demencial y repleta de situaciones surrealistas, Delicatessen cobra un ritmo tan dinámico como reflexivo. Llena de situaciones cómicas, y a la vez oscuras y tenebrosas, la cinta de Jeunet y Caro aparece como una fuerte visión apocalíptica de la sociedad. Una oda al absurdo y a una filosofía cinematográfica que se basa en un mundo futurista en el que la persona más respetada del vecindario es un carnicero que alimenta a sus clientes con carne humana.



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