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La república de los sueños de José Santos Guerra

Quizá como una forma de vivir en un mundo perfecto, el artista plasma imágenes rescatadas de su infancia, de paisajes que no conoce y de cuentos que le leían su abuela y su madre. »Cuando estoy deprimido los colores se oscurecen, cuando estoy tranquilo, se aclaran». Hoy sus colores son oscuros.


Con 65 años de vida y veinte como pintor autodidacta, José Santos Guerra deambula en un mundo de ensueño. Divagando entre sus actuales agonías de amor y su riguroso y plácido día, asegura vivir en su propia "república de los sueños" y su mundo perfecto: la infancia.



Nacido y criado en la V región comenzó en la pintura a los 44 años, como terapia de shock. Exitoso y bohemio por igual, actualmente busca una editorial que publique sus cuentos y memorias y piensa llevar al papel la historia del amor de su vida.



Vive en una habitación en el sector de Tobalaba con Larraín en la comuna de La Reina. Su espacio, con un envidiable aire campestre, le sirve como guarida y como taller de creación. Sin televisión ni teléfono, con una decoración que incluye miniaturas de madera y un solo cuadro pintado por su gran amor, el artista deja gran parte de la tarde para echar a volar su imaginación. "Cuando estoy deprimido los colores se oscurecen, cuando estoy tranquilo, se aclaran".



Hoy sus colores son oscuros. Separado de su novia, estos meses han sido los más difíciles de su vida. "Hace cinco meses que tengo una gran pena. Estoy sufriendo mucho. Ha sido una época muy triste, es una etapa de duelo".



Romántico y soñador, Santos Guerra comenzó en la pintura a los 6 años, cuando realizó su primer cuadro sobre una camisa blanca deshilachada. Treinta y ocho años más tarde, su vinculación íntima con al arte se hacía real.



Deprimido, producto de su compleja situación matrimonial y su cesantía, el artista entró a la pintura como una especie de terapia, comenzando a trabajar sobre pequeñas tablas de 20 por 25 cm, expresando con sus líneas y trazos de colores mundos repletos de paisajes, casitas, cielos, lunas, soles, niños jugando.



"El 7 de enero de 1987, fue el primer día que tomé mis pinceles, mis pinturas. Pero no dejé que nadie las viera. Después de unos días me atreví a mostrárselos a mi amigo Francisco Matta. Le gustaron mucho. Me preguntó cuánto costaban y me las compró todas. Las empezó a acomodar en su oficina y a medida que sus clientes empezaron a preguntar por ellas, me fui haciendo famoso. El dio mi teléfono y me comenzaron a llamar".



Cuando sólo tenía tres años de trayectoria, y sin estudios que avalaran su éxito, su obra ya comenzaba a ser ampliamente conocida. "Algunas de mis obras se fueron al extranjero. Esto para mi fue una sorpresa, porque no tenía idea que era pintor. Se gatilló por un estado de ánimo, todo estaba escondido".



El proceso de sanación



Hoy, en su casa en plena ciudad, pero donde aún se escucha el cantar de los pájaros, José Santos Guerra asegura que su alejamiento del mundo moderno tiene una sola razón. "La televisión me perturbaría. Aquí me gusta sentir el silencio, los pajaritos. Hace tres años que no veo TV. Y tampoco leo la prensa porque tengo un problema a la vista. Me gusta escuchar música new age y clásica".



"Me levanto a las siete y media de la mañana. Generalmente hago trámites en el banco. Mi jornada de trabajo comienza después de almuerzo, a eso de las tres. Durante el trascurso de la tarde me inspiro en la habitación y pinto. A veces soy interrumpido por amigos o gente que me viene a comprar cuadros. En la noche, como me gusta la vida nocturna, salgo a recorrer el Liguria y algunos locales cercanos".



Probablemente lo más determinante en su pintura fue la separación de su primera mujer, lo que él llama "mi proceso de sanación".



"Mi época de casado fue difícil, mi situación fue muy apremiante, pasé muchos sinsabores. Eramos muy diferentes, estiramos ese matrimonio 34 años. Debimos haberlo terminado mucho antes. A mi ex mujer nunca le gustó mi pintura y, hasta el día de hoy, no reconoce mis éxitos". A un año de su "divorcio", conoció al amor de su vida.



Gracias a ella, también dedicada a la pintura, su angustia comenzó a desaparecer y dedicó casi todos sus cuadros a este amor secreto. "Es una ángel caído del cielo. Este ha sido un amor a escondidas porque ella no lo ha querido hacer público. Actualmente mi relación está interrumpida, hace ya cuatro meses, por motivos muy existenciales de ella".



Sus pinturas intentan reconstruir un mudo ideal, fundando según él, lo que sería la "republica de los sueños". Quizá como una forma de vivir en un mundo perfecto, plasma imágenes rescatadas de su infancia, de cuentos que le leían su abuela y su madre, paisajes que no conoce, castillos, reinas, reyes, ángeles, caballos, torres y carruseles.



Ahora, José Santos Guerra presenta su obra en la galería Bucarest (General Holley con Bucarest), donde su trabajo, definido por él mismo como "primitivo e ingenuo", tiene gran aceptación.



"Vivo de mis pinturas. Mantengo la casa de mis hijos, la de mi ex mujer, cubro gastos, me mantengo. Un coleccionista me compra y éste le pasa el dato a otro. Sin la necesidad de que los llame. Soy exitoso con mi obra, pero diría que en la vida en general".



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