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«Deberíamos voltearnos a la sociedad civil de Norberto Bobbio»

En vez de hacerlo esperar semanas para darle una cita, el mismo Bobbio fue a buscar al entonces estudiante de filosofía, José Fernández, que recién había llegado a Turín. La sencillez fue lo primero que aprendió del pensador italiano. Luego, como su discípulo y traductor, asimilaría el rigor lingüístico, la tolerancia e incluso la desesperanza.


José Fernández Santillán fue el único extranjero aceptado por Norberto Bobbio como discípulo y el último estudiante que se recibió con el profesor. Entró en el cerrado y competitivo círculo y durante 25 años se dedicó al análisis y a la traducción de la obra del pensador italiano, que falleció el 9 de enero pasado, a los 94 años.

Ya no recuerda cuántos artículos ha traducido de él del italiano al español, pero los libros han sido siete entre los que destacan "El futuro de la democracia", "La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político" y "Estado, gobierno, sociedad", todos del Fondo de Cultura Económica.
La admiración intelectual por el pensador lo llevó a publicar el libro "Norberto Bobbio: el filósofo y la política", pero del aspecto humano y de su legado nos habla en esta entrevista que responde desde su nuevo puesto de Director del Centro de Investigaciones en Humanidades, del Tecnológico de Monterrey.



– Bobbio tuvo influencia jurídica en Latinoamérica, especialmente en Argentina en el proceso de retorno a la democracia. También fue importante a nivel universitario en todo el continente, por su discurso democrático en período de dictaduras. ¿Qué aporte cree que tiene hoy su pensamiento?
-Ha ayudado a moderar la polaridad entre las tendencias ultra derechistas y las posiciones simpatizantes del modelo castrista, que parecían haber monopolizado el panorama de la lucha política hacia los años sesenta y la primera mitad de los setenta. Influyó fuertemente en la ideología enarbolada por muchos partidos políticos, especialmente los de centro izquierda que trataron de tomar distancia de la izquierda marxista radical. Este fue un factor de primer orden para echar a andar lo que se conoce como la "transición a la democracia", no sólo en nuestro subcontinente sino también en la península Ibérica. A mi manera de ver dos fueron los hechos más significativos para que esta perspectiva cambiara. Por un lado, los golpes de estado en Chile y Argentina y, por otro, la victoria democrática en Portugal y España, que mostraron la posibilidad de superar el dominio castrense por vía de una transformación pacífica de la sociedad y las instituciones públicas. En este contexto, las ideas democráticas de Bobbio apoyaron la opción pacífica de los cambios políticos que prevalecen hoy.



– ¿Qué aspectos de la obra de Bobbio cree que no se han destacado y que usted considera valiosos para la sociedad?
-Lo que sabemos del pensamiento de Bobbio en el mundo Iberoamericano es apenas una pequeña parte. No creo que conozcamos más de 100 títulos en tanto que su obra abarca, según los datos proporcionados por sus biógrafos Carlo Violi y Bruno Maiorca, más de dos mil títulos entre estudios que se dedican al derecho, a la política, a la vida intelectual italiana y a los problemas internacionales. Yo recomendaría que se tradujera sus "Estudios hegelianos" (Einaudi), que son un compendio de su pensamiento en filosofía política. Igualmente, recomendaría una obra que para mí ha sido fundamental, "De Hobbes a Marx" (Morano editores).



-En este mismo orden de ideas diría que Bobbio, sin querer ser un profeta, sí anticipó algunos temas y problemáticas que se pusieron pocos años después en el centro del debate internacional. En tal virtud, me parece que después del éxito de sus obras sobre la democracia debiéramos voltearnos a la sociedad civil de sus escritos. Para ello yo recomendaría la lectura de su libro "Estado, gobierno sociedad" (Fondo de Cultura Económica).



– ¿Cuál piensa que es el legado de Bobbio?
-Lo dejó escrito en su despedida de la vida académica activa. Se encuentra en la conclusión del congreso "Por una teoría General de la Política", que tuvo lugar en Turín, en 1984. Allí se lee: "Uno de los periodistas que me entrevistaron, ayer me preguntó, ‘a final de cuentas, ¿qué es lo que usted espera, profesor?’ A lo que le respondí: ‘No tengo esperanza alguna. En cuanto laico vivo en un mundo en el que es desconocida la dimensión de la esperanza’. Debo ahora precisar: la esperanza es una virtud teológica. Cuando Kant afirma que uno de los tres grandes problemas de la filosofía es ‘¿qué debo esperar?’, se refiere con esta pregunta al problema religioso. Las virtudes del laico son otras: el rigor crítico, la duda sistemática, la moderación, el no prevaricar, la tolerancia, el respeto de las ideas ajenas, virtudes mundanas y civiles". Fue una de las raras ocasiones en que habló en primera persona y me parece que, en síntesis, es su legado intelectual.



– ¿Cuál cree que era la opinión de Bobbio, respecto al escenario internacional actual, específicamente del rol de EEUU y de la Unión Europea?
-En la respuesta anterior se nota que uno de los autores que más influyeron a Bobbio fue Kant. Y esto resulta también cierto para su pensamiento en materia de relaciones internacionales. La Paz Perpetua como la nombró Kant, vendría de un esfuerzo desde la base misma de los estados nacionales, para unirse voluntariamente en un nivel supranacional para frenar los embates y las tentaciones autoritarias y hegemónicas. Por su propia naturaleza la Unión Europea es el mayor experimento que se haya hecho en materia de integración internacional, entre estados que tradicionalmente fueron rivales. Pensemos simplemente en la relación históricamente conflictiva entre Francia y Alemania. Afortunadamente, esos países pudieron superar sus antiguos antagonismos y moverse a favor del bien de Europa.



-He de precisar que Bobbio fue un estudioso, en particular, del periodo de la Guerra Fría y llamó la atención de las potencias para deponer las armas y entrar en negociaciones en bien de sus sociedades y de la humanidad en general. De otra parte, le tocó vivir la caída del muro de Berlín y, en consecuencia, el derrumbe del imperio soviético. Vio con entusiasmo la apertura de una nueva etapa para las relaciones internacionales, pero también tomó con recelo las consecuencias inesperadas como el resurgimiento de la xenofobia y los nacionalismos agresivos como el caso de la ex Yugoslavia.



– Bobbio se caracterizaba por su pulcritud y exactitud en el lenguaje. En su rol de traductor, esa virtud del pensador ¿se convertía en un "problema" por no encontrar un término equivalente o en un "placer" lingüístico?
-Ambas cosas a la vez. Por un lado resulta un problema traducir del italiano al español, porque en el idioma de Dante sí se pueden incluir palabras que ya hayan sido escritas en el mismo párrafo e incluso en el renglón, mientras que eso no es permitido en castellano. Tuve que recurrir a sinónimos que hicieran igualmente preciso el mensaje y, al mismo tiempo, que fueran asimilables al español. Ciertamente, hay un placer lingüístico, porque Bobbio tiene una prosa excelente en italiano y traté de ser fiel a esa elegancia para trasladarla a nuestro idioma.



-¿Qué obra de Bobbio disfrutó más traduciendo y por qué?

-"El futuro de la democracia", porque allí se resume buena parte de su producción y porque es la obra de madurez más acabada en cuanto a consistencia filosófica. También porque sabría que iba a ser de un gran éxito en nuestro medio.



-¿Cómo recuerda las clases del filósofo?
-Como un privilegio. Los que estábamos allí con frecuencia nos quedábamos pasmados de lo que estábamos recibiendo y tardábamos en asimilar. Realmente recuerdo sus clases como un regalo del destino, porque ahora conservo mis apuntes como un tesoro invaluable que, a mi vez debo dejar a mis alumnos y a mis hijas Estelí y Ximena, que ahora tienen 19 años.



– ¿Qué lo atrajo para seguir a Bobbio?
-La recomendación de mi maestro Arnaldo Córdova, de seguir mi formación académica en Italia, como él a su vez lo había hecho con su maestro Humberto Cerroni. Lo curioso es que Arnaldo no me mandó a Roma donde estaba Cerroni, sino que me dijo que le escribiera a Bobbio, al cual no conocía personalmente, pero que se adecuaba más a la forma en que pensaba yo. Arnaldo me preparó durante nueve años para finalmente poder estar maduro para ingresar al círculo de discípulos de Bobbio.



– ¿Qué recuerdo o anécdota destacaría?
-A los pocos días de haber llegado a Turín, acompañado por mi esposa Blanca Otaola -española y, por añadidura, vasca, quien me ayudó con esmero a pasar a máquina los manuscritos de mi tesis y de mis traducciones hasta que se inventó la computadora personal-, le hablé a Bobbio por teléfono para saber cuándo me podría recibir y en qué lugar. Pensando en la importancia del personaje, yo pensé que sería semanas después, sólo por algunos minutos en algún sitio por él seleccionado. Par mi sorpresa me dijo "no te muevas de donde estás, allí llegaré yo al instante. Así fue: en la Fundación Einaudi, donde me habían asignado un cubículo. Bobbio y yo nos quedamos platicando toda la tarde acerca de mi proyecto de investigación sobre Hobbes y Rousseau, que años más tarde sería la tesis con la que me gradué. Esa fue una lección de sencillez que nunca se me ha olvidado.

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