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Las excepciones de la iglesia en los casos de violación

Este sacerdote de la congregación de Schoenstatt defiende a brazo partido la política de la Iglesia Católica respecto de la píldora del día después. Ve en las medidas ministeriales una introducción solapada del aborto y la propagación de una "cultura anti-vida". Sin embargo, concede que en casos extraordinarios, como los de las monjas misioneras que corren el peligro de ser ultrajadas, los anticonceptivos regulares, no los de emergencia, son una solución atendible.


El sacerdote Hugo Tagle habla rápido hasta que aparece alguna pregunta difícil. Entonces hace una pausa, pero finalmente responde. Las palabras de este profesor de teología de la Universidad Católica son una combinación de su convicción en la ética del catolicismo y de su pasión por las palabras del cardenal -y miembro de su congregación, la de Schoenstatt-, Franciso Javier Errázuriz.



-El origen de las recientes discrepancias de la Iglesia Católica con el Ministerio de Salud pueden establecerse en las distintas concepciones éticas que ambos mantienen sobre los métodos de planificación familiar. Ya que mientras el Gobierno supone que cada persona debe elegir el mecanismo más conveniente para evitar un embarazo -salvo el aborto, prohibido por ley-, ustedes parten de una premisa distinta.



-Nosotros partimos del supuesto de que en la naturaleza del hombre está inserto un cierto ciclo, en el cual nos movemos, y que es más claramente identificable en la biología femenina. Por lo tanto, y así lo lee por lo menos la Iglesia, es la voluntad de Dios adaptarse al ritmo natural del hombre.



-Además está la premisa de que el primer sentido de la sexualidad es la procreación, y en el marco del matrimonio la donación de la vida y la manifestación del amor. Y ese doble carácter, la apertura a la vida y la manifestación del amor, está íntimamente ligado y no se puede separar.



-De acuerdo a esas premisas, ¿las píldoras anticonceptivas regulares están dentro o fuera de ese ciclo natural?



-Las píldoras anticonceptivas son una intromisión artificial, una agresión dentro del ciclo natural del hombre. Por lo tanto reflejan una voluntad de no vida que se riñe con lo que se lee en la ley natural, en la ley escrita en el hombre.



¿Ese mismo supuesto es el que aplica la Iglesia Católica para rechazar la píldora del día después?



-Sólo en parte. La píldora del día después es doblemente reprobada por la Iglesia. Por un lado, por ser anticonceptiva, pero más grave aún, por la eventualidad no tan improbable de que sea abortiva.



Pero si no hay certeza de que la píldora del día después sea abortiva. ¿Cómo entonces se la puede condenar, al menos con el segundo argumento, si no se está seguro de sus efectos?



-Es que aquí el peso de la prueba recae en aquellos que quieren comercializar la píldora del día después, o bien en los que quieren distribuirla gratuitamente. Ellos deben probar que no es abortiva y hasta el momento no lo han logrado probar del todo.



¿Pero por qué el peso de la prueba debe recaer en ellos?



-Porque ocurre que la píldora del día después puede impedir que la fecundación se produzca, lo que ya es bastante reprobable, y más aún, en el caso de que ésta se produzca, que no se lleve a término y ahí estamos hablando de un aborto. Eso es éticamente reprobable y ante la duda la Iglesia invita a abstenerse absolutamente de ingerirla. Ésa es la razón.



-El ejemplo del cardenal lo encuentro muy bueno, nadie dispara a un matorral ante la ignorancia si lo que se mueve detrás es un niño o un conejo. O sea, ante la duda abstenerse.



Ante la duda abstenerse. Ése es el argumento dado por la Iglesia Católica para rechazar ésta píldora y apunta al derecho a la vida de un bebe por nacer. Con eso el problema estaría resuelto si la propuesta gubernamental no apelara a otro derecho, el de las mujeres violadas a protegerse de las consecuencias de un ultraje.



-Sobre ese punto quisiera decir dos cosas. En primer lugar, según se ha dicho en la prensa, el instructivo difundido por el Gobierno sería lamentablemente mucho más amplio de lo que se dice y al parecer esta famosa restricción a mujeres violadas no sería tan así, lo que ya hace bastante cuestionable la decisión del Ministerio de Salud. Pero aunque hubiese sido sólo para las mujeres violadas, aún así no se soluciona el problema. Yo creo que detrás de esto hay un engaño enorme a un drama humano como es el de una mujer violada, ya que nos ponemos ante la duda de que posiblemente ocurra un aborto y no es justo acabar un crimen con otro crimen.



¿Estos criterios que ha planteado son generales en la Iglesia Católica?



-La defensa irrestricta de la vida es un criterio absolutamente general en toda la Iglesia.



Se lo pregunto porque el obispo de Sergobe-Castellón, Juan Antonio Reig, quien es miembro de la Conferencia Episcopal Española, ha planteado que las monjas misioneras en países en guerra pueden usar anticonceptivos regulares como un método de autodefensa ante una posible violación.



-Es que ahí estamos entrando a un terreno bastante más complejo. Son casos de laboratorio que escapan un poco a la realidad corriente de las personas.



Pero aún así existen y son autorizados por la Iglesia Católica.



-Yo había escuchado hablar de religiosas en África y sé también que hubo algo de eso en Los Balcanes, donde lamentablemente una de las formas de reprimir era a través de las violaciones sexuales. Allí la violación era una forma de escarnio público, lo que le tocó también a muchas religiosas católicas.



Justamente citando esos ejemplos, él obispo Reig planteó que en el caso de las monjas misioneras que consumen la píldora "cambia la naturaleza del acto moral".



-A lo que se refiere es que aquí no se trata de prevenir antes de la concepción de un niño, sino que este método se utiliza en defensa propia, vale decir, no es lo mismo defenderse de alguien, de una agresión, que buscar conscientemente la anticoncepción. La anticoncepción vendría después, pero la intención primera es defenderse.



Pero ese mismo argumento casuístico abre la puerta para que métodos anticonceptivos se usen en otros casos y en otras partes, como en Chile.



-No, porque aquí no hay una situación de guerra. No sería justo que cualquier mujer la use, primero porque habría una prevención infundada, porque habría una prevención que no corresponde a la realidad que ella vive -ya que en Chile las mujeres que salen a la calle no son violadas tan frecuentemente-. Entonces es moralmente reprobable que una persona tome iniciativas que pueden atentar contra los ciclos normales sin real necesidad.



-Hay cientos de otras defensas de la vida sin recurrir a métodos artificiales, hay que decirlo. Yo agotaría todo lo demás antes de llegar a eso.



En ese caso habría una discriminación positiva hacia las misioneras por parte de la Iglesia Católica. ¿A su juicio qué la justifica?



-Que son muy pocas las mujeres las que viven un estado de excepción, de convulsión social como la que vive la mayoría de las mujeres que parten a misiones. La mayoría no vive algo así, incluso en las sociedades más primitivas.



-Pero insisto, primero debe darse un estado de excepción o de conmoción tal que no exista ninguna otra alternativa para tomar la tomar la píldora y en segundo lugar, que no sean métodos abortivos. Y ninguno de esos factores concurren aquí.



Eso significa que si a una misionera se le acabaron los anticonceptivos regulares el lunes y la violan el martes, ¿no puede recurrir a la píldora del día después?



-Si estamos hablando de una agresión posterior a la relación sexual, ésa de plano debe ser negada. Porque lamentablemente cualquier factor que suponga alterar la anidación del óvulo fecundado es un aborto y eso está éticamente reprobado. Absolutamente.



¿Y qué le queda a esa monja?



-Después del acto sexual no queda más que esperar que la naturaleza siga su curso.



¿Y en casos de violencia física, ya sea para una monja o una laica, hay excepciones posteriores a la agresión?



-Lo único aquí que importa es que cualquier agresión posterior al acto sexual realmente tiene un principio de reprobabilidad muy alto.



Usted ha planteado una reprobabilidad objetiva, oficial. ¿Pero esa reprobación de la Iglesia se extiende a lo subjetivo, a las mujer violada que contraviene esas normas generales?



-Bueno, no quiero ser tan duro, si tú quieres. Evidentemente la iglesia es infinitamente misericordiosa con todas las mujeres que por una u otra razón, sobre todo frente a una violación, a una violencia tan grande, toman después alguna decisión que puede ser éticamente reprobable pero que, por el grado de agresividad, por el grado de falta de libertad, y por el grado de conmoción interna disminuye muchísimo su falta. Tanto así que incluso subjetivamente desaparece.



¿La falta desaparece?



-La falta subsiste, pero si se ha actuado bajo presión o sin libertad, no hay culpa.

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