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El formalismo narrativo se apodera del cine chileno

Con una mirada intimista y reflexiva sobre la personalidad de su personaje principal, La estación ausente, la nueva propuesta del cine nacional, viene a romper con la fórmula comercial inaugurado con El chacotero sentimental, estableciendo nuevas formas de lenguaje narrativo en torno a una historia simple pero a la vez potente.


La estación ausente, esta nueva producción nacional, relata el drama existencial de un joven compositor (Adrián) en conflicto con su talento y la soledad. Con un tratamiento bastante reflexivo, el director Gustavo Letelier retrata la interioridad del personaje mediante su lucha entre la fantasía, la realidad y un amor prohibido. Con una fotografía depurada y un estilo de relato original, la cinta logra crear una atmósfera surrealista y compleja, muy poco común dentro de la cinematografía nacional.



Filmada a muy bajo presupuesto, con actores poco conocidos -algunos debutantes- y principalmente en interiores, La estación ausente emerge como un proyecto sumamente aislado dentro de la vorágine del cine comercial que se ha instalado en Chile en los últimos años. Con un visión más bien personal, Letelier busca escarbar en la personalidad de su personaje principal, poniéndolo a prueba con un serie de situaciones limite.



"El protagonista trata de buscar respuestas, primero con su madre en una casa lejana, buscando en sí mismo, en su propio pasado y no encuentra esas respuestas. Hasta que finalmente se ve confrontado a su propia imagen cuando viejo fracasado, amargado y cree que no tiene salida frente a ello. En ese momento dramático, su propio talento musical, viene a rescatarlo, a salvarlo, y le da sentido a su vida", asegura su realizador, Gustavo Letelier.



¿Cuales son los grandes temas de La estación ausente?
– Primero el tema de la soledad. El ver cómo una persona reacciona cuando se priva o desaparece todo lo que tiene a su alrededor. Sus vínculos con las personas, su mundo concreto. Cómo se enfrenta el estar solo y busca respuestas. Segundo tema: la creación artística. Hasta qué punto el mundo real que nos rodea es compatible con el tema de la inspiración y del necesario aislamiento. Esas dos áreas on los más importantes en la película.



¿Como nace la idea de armar una película tan atípica en Chile, tomando en cuenta la formula comercial que se ha instalado?
– Es cierto. Hay un cine conectado a la realidad social o a la comedia picaresca. Bueno, yo en ese sentido necesitaba expresar lo que siento frente a la vida ahora. No me preocupé mucho de lo que hacían otros, con todo el respecto que me merece ese cuento. Esta película se gestó cuando estaba realizando una cortometraje hace seis años, que en definitiva mientras lo filmaba, se me iba armando una historia más grande en un mundo más completo. Eso permitió que apenas terminé el corto y lo mostré a algunas personas, me incentivé a lanzarme en la producción del largometraje. Convencí a algunos inversionistas que creyeron en mí y en el contenido del proyecto, y aportaron algunos con capital, otros con servicios.



La película no tiene actores conocidos ni trata temáticas de "moda" en el cine chileno. ¿No hay cierto temor a un fracaso total de taquilla?
– Mas que temor, asumo una realidad. Siento que la película no es para el público chileno. Y lo que va a pasar es que una élite muy pequeña es aquella que la va a apreciar y la va a disfrutar. Afuera sí están pasando cosas distintas. Hay una distribuidora a cargo de la película y está empezando a tener los primeros interesados. La estación ausente se hizo en ese esquema sabiendo de antemano que no era una película para el público chileno. Y se hizo con el presupuesto adecuado para que no dependiera de un éxito local. Se realizó con un muy bajo presupuesto y con la idea de que la venta en el extranjero la financiará.



¿Se podría dar el mismo lamentable fenómeno que se generó con Sebastián Alarcón y su película El fotógrafo?
– A eso me refería yo, en cuanto a la percepción cultural que hay en Chile frente al arte en general. El nivel educativo en el que estamos es más bien pobre. Lo que le pasó a Sebastián Alarcón es lo que pasa con todos los que intentamos hacer obras particulares en Chile.



Idealmente las películas se realizan para que las vea la mayor cantidad de gente, pero al mismo tiempo el cine es un arte. ¿Cómo se conjugan ambas cosas?
– Yo diría que es un dilema que no se soluciona y que es inherente al cine cuando pretende ser autoral. Tiene que lidiar con temas económicos y que por otro lado tiene que abrir la posibilidad a la libertad creativa. En Chile en general, como la gente está muy acostumbrada a ciertas fórmulas o paradigmas narrativos, se siente muy desubicado con propuestas diferentes. Acá no se conoce cine experimental, entonces en ese sentido hay una restricción importante. Pero la película la hice conociendo esa realidad y sabiendo que a mucha gente no le iba a gustar.



En la cinta se percibe algo de Fellini ocho y medio y la formalidad narrativa del cine Raúl Ruiz…
– Va por ahí pero con la salvedad que no tiene los elementos de humor que incluye Fellini ocho y medio. Y en su tipo de lenguaje hay una búsqueda que podría tener alguien grado de cercanía con Raúl Ruiz.



¿Cuáles son los directores que influencian su trabajo?
– Cuando se es director, es muy difícil abstraerse de influencias. Ahora, los cineastas que me han marcado en mi percepción, en mi manera de entender el cine son Federico Fellini, Tarkovsky, Kaurismaki, Kurosawa. Pero también hay algunos jóvenes que los encuentro igualmente valiosos como Paul Thomas Anderson, Darren Aronofsky, entre otros. Y de los grandes estudios, el único cineasta que me produce admiración es Robert Altman, el resto es mucho efecto especial.



¿Cómo fue la construcción de personajes en la película?
– Siempre me ha gustado mezclar actores profesionales con gente de la calle, gente que está a medio camino entre estudiante y actor. Eso produce una combinación muy interesante entre espontaneidad y de recurrir más a lo que es el cine, que es el uso del lenguaje de la imagen. Y así, no depender tanto del histrionismo del actor. Particularmente en La estación ausente, eliminé el tema del histrionismo actoral porque necesitaba un estilo coherente con el lenguaje de cámara. Y eso me llevó a hacer un tipo de diálogo que era más discursivo en una situación que es contemplativa. En general, los actores conocidos generan imágenes preconcebidas y yo quería partir de un terreno diferente.



Por último, ¿por qué el nombre La estación ausente?
– Por dos razones: una que la historia ocurre en tres estaciones del año, primavera, otoño y verano. Pero falta el invierno. Por otro lado, esto tiene que ver mucho con el estado del personaje, que escarba bastante en su soledad y presenta un proceso de melancolía. Sin embargo, nunca le llega el invierno.

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